Prácticamente no hay año en el que el Sevilla no tenga que despedir a uno de los mejores jugadores de su historia o uno de los más queridos. Ahora le toca el turno a José Antonio Reyes, capitán del equipo, emblema del club y mito para la afición. El Sevilla ya no cuenta con el 10, quien probará fortuna en alguna liga extranjera después de siete temporadas de blanquirrojo divididas en dos etapas. Porque la historia de Reyes en el Sevilla está marcada por un antes –de 2000 a 2004– y un después –de 2012 a 2016–. Hace ocho años, el utrerano marchó entre lágrimas hacia Londres. Nació la estrella y creció el Sevilla, que acometió su primera y dolorosa gran venta. Reyes era el ídolo de la afición y su marcha supuso un duro golpe anímico enterrado después por la genial administración del dinero por parte del club.
Tras pasar por Arsenal, Real Madrid, Benfica y Atlético de Madrid, Reyes regresó a casa por todo lo alto en 2012. Era una espina que tanto él como José María del Nido, expresidente, tenían clavada desde 2004. Entonces Reyes dijo que regresaba para ganar títulos con el Sevilla, cuando el equipo de Nervión atravesaba una época oscura. Y cumplió: nada menos que tres Europa League. «La primera vez me fui entre lágrimas pero a la vez contento porque mi ida ayudaría a sanear económicamente a mi equipo. Sabía que volvería y así lo hice. Ahora vuelvo a irme entre lágrimas y quiero que me recordéis como alguien que luchó hasta el final por nuestro escudo», ha escrito el 10.
Reyes debutó en el Sevilla con 16 años, en 2000, de la mano de Marcos Alonso, pero con Joaquín Caparrós cuando despegó como una de las más firmes promesas del fútbol patrio. Fue internacional con España –¿quién no recuerda sus diálogos con Luis Aragonés?–, ganó la Premier, la Copa y la Supercopa inglesa con el Arsenal; la Liga con el Real Madrid con goles decisivos en el partido final; dos Europa League y una Supercopa de Europa con el Atlético; una Supercopa de Portugal con el Benfica; y las tres Europa League en el Sevilla. Un palmarés tremendo que el utrerano quería seguir engordando de sevillista: «Mi intención era terminar mi carrera en el mismo lugar donde la comencé. Muy a mi pesar no me queda otra opción que la de marcharme de nuevo. Gracias, siempre seréis mi familia, SFC».
En la retina del sevillismo, eslálones imposibles, pases de play station, la asistencia mágica a Bacca en Varsovia y muchos derbis donde se convirtió en Rey de Reyes, como en el del pasado 24 de abril (2-0 en Nervión), la última vez que se puso la camiseta de su Sevilla. Siete temporadas, 253 partidos y tres títulos después.