La despedida de Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, director general deportivo y el emblema del Sevilla de los títulos, supuso un terremoto sentimental en Nervión, donde su figura era venerada como una especie de guía espiritual. El ahora director deportivo de la Roma se despidió y generó un espíritu de confusión en el SFC, que en apenas dos años se ha sometido a una profunda metamorfosis. El adiós de Francisco Javier Pérez Garramiola, Chesco, que no aceptó la propuesta de renovación, supone el fin de un ciclo para la vieja guardia de la Carretera de Utrera, que en 20 meses ha perdido a algunos de sus más referentes.
El adiós de Miguel Ángel Gómez y Jesús Sánchez, que se unieron al proyecto del Real Valladolid, significó el inicio del progresivo desmantelamiento de la estructura de la fábrica, en la que permanece Pablo Blanco, considerado como uno de los ideólogos del modelo de los éxitos del SFC en los escalafones inferiores. El presidente del consejo de administración, José Castro, nombró como sucesor de Monchi a Óscar Arias, que eligió a un hombre de su confianza para guionizar la campaña 2017-18, la de la progresiva pérdida de símbolos de la etapa anterior.
Los entrenadores de los tres primeros conjuntos de la cantera, Diego Martínez, que se comprometió con Osasuna, Agustín López, que emigró a los despachos para asumir el papel de adjunto de Pablo Blanco, y Francisco Javier Pérez, Chesco, que rigió los designios del Altair de la División de Honor cadete, abandonaron sus cargos y cedieron el testigo a Luis García Tevenet, Dimas Carrasco y Francisco Gallardo, respectivamente. Fue el inicio de un reajuste mayúsculo. En apenas dos temporadas, el número de despedidas ha sido directamente proporcional a la relevancia del damnificado.
Diego Martínez, que firmó la segunda mejor clasificación del filial en la Segunda División, anunció su marcha para comprometerse con Osasuna. Víctor Lafuente, con el que el propio Martínez coincidirá en el Granada después de haber trabajado juntos en el Sevilla Atlético, protagonizó otra de las despedidas en la campaña recién finalizada al desvincularse del Sevilla Atlético. Juan Cervián, que fue otro de los responsables de la cocción de uno de los mejores filiales de la época contemporánea, también imitó el camino del técnico gallego al cierre del ejercicio 2016-17 y se enroló en el bloque navarro.
Otros casos especialmente significativos de la pérdida de protagonistas del grupo de confianza de Monchi en la fábrica fueron los de Carlos Antón, preparador físico del Sevilla FC C y segundo entrenador del División de Honor juvenil en diferentes etapas y que rellenó el equipaje para firmar por el Changchun Yatai chino, y Antonio Solana, el director de metodología y auténtico ideólogo de un modelo de juego que fue sinónimo de éxito durante años. Y el último en decir adiós ha sido Chesco, el entrenador del Sevilla FC C desde el relevo de Fermín Galeote hasta su designación como responsable del Altair y que ha rechazado la oferta de renovación de un Sevilla FC en el que permaneció en las últimas 17 temporadas. El final de un ciclo. El inicio de una nueva etapa en la Carretera de Utrera.