Pues no, el Sevilla no se rinde. Y no es un simple dicho, famoso ya por estar incluido en el célebre himno del Centenario, sino que ni siquiera después de perder 1-2 frente al Bayern de Múnich en la ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones acepta la derrota final el conjunto de Nervión. Los jugadores lanzaron mensajes de fe nada más acabar el encuentro del martes en el Ramón Sánchez-Pizjuán, doloridos aún por la cruel derrota pero impulsados por sus propias sensaciones tras haber tenido al Bayern contra las cuerdas durante gran parte del encuentro y por la única forma en la que los alemanes lograron perforar la portería de David Soria, con autogoles del propio Sevilla. La hinchada va recogiendo el guante poco a poco, aunque todos saben que la empresa es casi inabordable. Pero de eso va la fe y el sevillismo intenta realizar la misma conjura que le llevó hace cuatro años a protagonizar uno de los episodios más recordados al remontar un 0-2 nada menos que al Betis en los octavos de final de la Europa League.

El Bayern no es el Betis, pero, al igual que sucedió en 2014, el partido de ida fue cruel con un Sevilla que no mereció perder. De ahí sacaron fuerzas jugadores y aficionados para, durante bastantes días, levantar el ánimo y desatar algo parecido a una euforia ilógica que les llevó finalmente al éxito. Es el único precedente positivo para el Sevilla en cuanto a remontadas en Europa tras perder la ida en Nervión. Los goles de Leo Baptistao y Salva Sevilla fueron neutralizados en el Benito Villamarín por Reyes y Bacca, y las descomunales paradas de Adán en el Sánchez-Pizjuán las hizo olvidar la mano derecha de Beto en el penalti decisivo errado por Nono en la tanda definitiva. El otro precedente es negativo, pero estuvo a punto de lograrlo también el cuadro andaluz. Primero perdió por 1-2 en casa ante el Oporto (gol de Kanouté para el Sevilla y de Rolando y Guarín para el equipo portugués). Después fue a Do Dragao para sufrir las acometidas de Hulk y compañía, neutralizadas por los postes y Javi Varas, para quedarse con la miel en los labios tras el insuficiente 0-1 de Luis Fabiano. El valor doble de los goles marcados como visitante eliminó al Sevilla.

El equipo de Vincenzo Montella tendrá que marcar dos goles, al menos, para optar a la machada en el Allianz Arena. Ya lo hizo en el siempre complicado Old Trafford de Manchester, partido que sirve de referencia en el vestuario del Sevilla para no tirar la toalla. No está mal ese 50% de éxito en remontadas europeas que a punto estuvo de ser 100%, aunque asaltar el campo del Bayern es un reto incomparable: los alemanes no han perdido ninguno de los 19 encuentros oficiales que ha jugado en casa esta temporada. Sus encuentros Champions, además, se resumen así: 3-0 al Anderletch, 3-0 al Celtic, 3-1 al Paris Saint Germain y 5-0 al Besiktas.

El balance histórico del Sevilla en Alemania es positivo, ya que ha disputado 11 partidos oficiales en territorio germano, de los cuales ganó cinco, empató tres y perdió otros tres. De esos 11 resultados, cuatro le darían el pase la semana que viene en Múnich (se impuso 0-2 al Mainz 05 en la UEFA 2005-06, 2-3 al Borussia de Monchengladbach en la Europa League 2014-15, 0-2 al Friburgo en la edición 2013-14 y 1-3 al Stuttgart en la Champions 2009-10) y siete confirmarían la eliminación sevillista (en la Champions 2015-16 perdió en el campo del Borussia de Monchengladbach por 4-2, en la Europa League 2011-12 perdió en Hannover 2-1, en la edición anterior igualó 2-2 en Dortmund, donde ganó por un 0-1 en la 2010-11 que sería insuficiente en esta eliminatoria, en la Champions 2009-10 firmó un 1-1 en Stuttgart, en la Copa de la UEFA 2005-06 sacó un 0-0 del campo del Schalke 04 y en la edición 1982-83 sucumbió 4-0 en Kaiserslautern).

Para la vuelta, Montella sí podrá contar con el mejor jugador del Sevilla, un Ever Banega indispensable también en la nueva forma de jugar del conjunto de Nervión y que el Sevilla echó muchísimo de menos el pasado martes. «Esto no ha acabado», dice Ben Yedder. «Sigamos soñando», advierte el Tucu Correa. «Confiamos en la vuelta», se resiste Sarabia. Hasta Nzonzi ha abierto la boca: «Será un gran desafío».