Un nuevo entrenador, una plantilla renovada por completo un verano más, una filosofía de juego distinta... Hasta una nueva dirección deportiva. Todo lo que no sea ser consciente de que el Sevilla actual es un proyecto en fase de ensamblaje, por mucho que su andadura comenzara el pasado mes de julio, sería un tanto injusto. Hasta el proyecto más consolidad tiene retoques cada temporada y necesita tiempo, y este Sevilla de Pablo Machín necesita más que otros. Guste más o menos, los altibajos forman parte del peaje que hay que pagar si cambias la decoración casi por completo.
Cuando el nuevo técnico aceptó el cargo, el club se puso manos a la obra para darle un plantel lo más acorde posible a sus ideas. Posiblemente, el número de refuerzos aumente en el mercado invernal, pero Machín tiene más o menos lo que quería en cuanto a perfil de jugadores. Otra cosa son los nombres propios que deseaba.
Uno de esos perfiles era el de delantero poderoso, con buen juego por alto y capacidad para fijar a los centrales con la finalidad de que los hombres de banda exploten sus llegadas y las de aquellos de segunda línea. Tras peinar el mercado e intentar cerrar varias operaciones, llegó un buen futbolista: André Silva. El internacional portugués ha demostrado que puede ser una pieza muy valiosa. Su puesta en escena en Vallecas, donde marcó tres goles, fue una muestra, aunque no la única.
El Sevilla quiso dar una importante vuelta de tuerca más, pero su deseo de incorporar a otro delantero, Mariano, no se cumplió finalmente. Era una gran apuesta, no un regalo para el técnico. Fichar al hoy en día jugador madridista suponía, por el montante económico, afrontar la operación más importante de la historia del club de Nervión. Mariano no llegó y Machín se quedó sin ese delantero que completara su ataque.
Mientras todo ello sucedía, un chico callado lo contemplaba todo en silencio. Ese chico no era otro que Ben Yedder. El delantero francés pasó de ser el máximo realizador del plantel la pasada campaña y de defender la camiseta de la selección de su país poco antes del Mundial a quedar como candidato a cambiar de aires por falta de sitio en el Sevilla.
A base de esfuerzo y un silencio propio de quienes saben que por encima de uno mismo está siempre el equipo, Ben Yedder vuelve a estar en boca de todos. Dos goles el pasado jueves y tres este domingo elevan a siete –además de tres asistencias– su bagaje en los diez partidos que lleva disputados.
El galo nunca alzó la voz; sólo alzó su calidad, su implicación y sus ganas de reivindicarse para tener sitio en este Sevilla. Ben Yedder es, además, el principal exponente de esa especie de rebelión a la que futbolistas como Franco Vázquez o Carriço, a quienes se veía fuera del club hace apenas unas semanas, se han unido para pedir también un sitio. Los planes iniciales eran otros, pero el orgullo y el sacrificio de estos futbolistas está pudiendo con todo. Se han ganado un respeto. Una vez más.