Al calor del Sánchez-Pizjuán, el Sevilla sacó la cabeza del túnel en el que se ha metido en este mes de octubre con una victoria trabajada frente al Leganés. Un triunfo que lo devuelve a los puestos europeos de la clasificación –quinto o sexto en función de si el Betis gana o no en Cornellà– pero no que no espanta todas las dudas que siguen planeando sobre la figura del entrenador, Eduardo Berizzo. El argentino ha sido el protagonista en estos primeros meses de la temporada por una intensiva política de rotaciones y por un sistema de juego que no está dando buenos resultados en ninguna de las dos áreas, pese a que en muchos partidos el Sevilla haya acabado con su portería inmaculada y, al fin y al cabo, esté a un solo punto de los puestos Champions. En pleno debate sobre la idoneidad de sus cambios y su dibujo, el partido ante el Leganés ha intensificado las reclamaciones de no pocos aficionados y críticos en este sentido.
¿Es posible ver a los jugadores que en mejor forma están varios partidos seguidos? ¿Es hora de fijar un once inicial base sobre el que ir moviendo fichas de manera menos sensible? ¿Hacia dónde debe tirarse el Sevilla: al ataque para potenciar su pobre bagaje ofensivo o para atrás para rebajar la sangría de goles encajados y multiplicar así el rendimiento en puntos? A la primera pregunta parece que se le puede ir encontrando una respuesta mirando a un jugador como Sarabia. El madrileño fue de lo mejor en la Copa en Cartagena y repitió frente al Leganés en la Liga. Esto es, dos titularidades consecutivas. Está por ver que repita el miércoles ante el Spartak de Moscú, aunque en sus últimos discursos Berizzo ha dejado caer que ha llegado la hora de confiar asiduamente en los futbolistas más en forma. Para responder a la segunda de las cuestiones también hace falta mirar al sábado, cuando el Sevilla se permitió el lujo de dejar en un banquillo de oro a Ganso (más de nueve millones), Franco Vázquez (en torno a 15), Nolito (entre ocho y nueve kilos), Banega (otros nueve) y Muriel (mínimo, 20 millones), además de los canteranos Sergio Rico y Jesús Navas. El brasileño ha desaparecido misteriosamente de las alineaciones y Banega y Nolito son dos jugadores que necesitan continuidad para sentirse importantes y, sobre todo, coger la forma idónea.
Para responder a la última pregunta hay que ir también a las últimas conferencias de prensa del técnico, quien reconoce abiertamente que su 1-4-3-3 ya no es innegociable y que con doble pivote el equipo es más sólido. Así probó frente al Leganés, con una evidente mejora en defensa. Hasta la fecha, el Sevilla de Berizzo se ha quedado a medias. Ni era un equipo de clara vocación ofensiva como el de Jorge Sampaoli ni esperaba a los rivales agazapados para tumbarlos a la contra como el de Unai Emery. Donde más se observan estas diferencias es fuera de casa, donde el Sevilla se transforma. En Nervión, sea con el disfraz que sea, es muy difícil de batir: casi un año lleva invicto. Pero de visitante, la teoría de la manta –aquello de elegir entre taparse los pies o la cabeza, pero no las dos cosas– hace acto de presencia con virulencia. Pese al difícil encaje de dos hombres como Pizarro y N’Zonzi, acostumbrado éste a brillar en soledad por delante de la defensa, la utilización de ambos por detrás de Banega o Franco Vázquez –o incluso Ganso o Krohn-Dehli– parece ser el camino elegido por Berizzo para hacerse fuerte atrás.
La prioridad es defender mejor y tapar el agujero en el centro del campo con el que ha querido competir en no pocas ocasiones. Berizzo lo tiene claro: aunque ello puede repercutir en el número de ocasiones generadas –salvo el tramo final, el Sevilla creó muy pocas ante el Leganés–, el incremento de la efectividad defensiva haría que el poco rédito que pudiera haber en ataque multiplicara su valor automáticamente. En las próximas semanas se verá si el camino es el correcto, pues llegan curvas, sobre todo de visitante: Barcelona, Villarreal, Maribor, Real Madrid y Real Sociedad.