El gran día ha llegado. Por novena vez en su historia, el Sevilla disputa la final de la Copa, la segunda en las últimas tres temporadas, muestra clara de la especial relación que el equipo del Sánchez-Pizjuán tiene también con esta competición. Si la Europa League le ha dado días de gloria en los últimos años, el torneo del KO le otorga este sábado una nueva posibilidad de conquistar el trofeo de campeón de España.
Cinco títulos de Copa lucen en las vitrinas de un Sevilla que se niega en rotundo a dejar de ser protagonista y que llega al Wanda Metropolitano dispuesto a romper los pronósticos tumbando al mismísimo Barcelona. Para conseguirlo, el Sevilla tendrá que rendir a su nivel más alto del curso, ese que, por ejemplo, le permitió ganar al Manchester United en Old Trafford dejando en la cuneta al conjunto de José Mourinho tras ser superior en los dos encuentros; o el que le permitió tener opciones ante el Bayern hasta el partido de Múnich.
No se puede olvidar tampoco lo ocurrido en el Wanda Metropolitano en la Copa. Fue precisamente en el escenario de la gran final donde el equipo de Vincenzo Montella se reivindicó ganando al Atlético de Madrid cuando el panorama en el campeonato no era precisamente alentador. El Sevilla de la Champions y la Copa no es el mismo que el de la Liga. Seis jornadas consecutivas sin ganar mantienen en el aire el pase a la Europa League, circunstancia que pesa, y mucho. En cualquier caso, debe dejarla a un lado para intentar dar el que podría ser el verdadero golpe de mano a la temporada: conquistar el título de campeón de la Copa, lo que, además de ser histórico, daría a los nervionenses la clasificación para la competición continental, haciendo que esta impredecible campaña 2017-18 pasara a la eternidad para el club.
La gran incógnita por despejar responde a la pregunta de qué Sevilla veremos ante el Barcelona. Ambos conjuntos se enfrentaron hace unas semanas en el Sánchez-Pizjuán y sólo la salida al campo de Messi en la recta final del encuentro evitó que los de Montella, faltos de oficio, ganaran. Messi cambió él solito todo con su simple presencia sobre el césped gracias a su enorme influencia en el juego y a un gol que recordó su condición de bestia negra. Frenarle será clave en las aspiraciones de un equipo al que no le sobran fuerzas pero que tirará de orgullo e ilusión ante los miles de seguidores que le arroparán desde las gradas como si no hubiera mañana.
En cualquier caso, la mejor forma de pelear de verdad por la victoria será, lógicamente, marcar goles, la gran asignatura pendiente de este Sevilla encomendado este sábado a futbolistas como Banega, Jesús Navas, Sarabia, Lenglet o Franco Vázquez... y al delantero elegido por el técnico. Porque marcar no es sólo cosa de los puntas, como tampoco defender es sólo asunto de los zagueros. Hace dos años, en el Calderón, el conjunto azulgrana se las vio para imponerse a un Sevilla desfondado tras haber disputado y ganado días antes la final de la Europa League. No había fuerzas, pero se dejó la piel en el campo sacando ese orgullo y esa ilusión imprescindibles, sobre todo teniendo en cuenta que el Barcelona saldrá a morder para intentar darse una alegría tras su debacle en la Champions.