«Cuando la reestructuración del estadio esté terminada, solicitaremos que se dispute aquí una final de la Europa League. Me parece lógico traer una. Habrá unas instalaciones preciosas, un aeropuerto y una ciudad preparada para albergarla... Cuando lo veamos adecuado, la solicitaremos». El pasado mes de mayo, José Castro, presidente del Sevilla, avanzaba el que es uno de los grandes retos del plan estratégico de la entidad: convertir el Sánchez-Pizjuán en el centro de todas las miradas de los aficionados al fútbol gracias a la celebración de finales.
Actualmente, el Sevilla es uno de los seis aspirantes a albergar la de la Europa League 2019. El Olímpico de Bakú (Azerbaiyán), el Olímpico de Tiflis (Georgia), el Estadio de Frankfurt (Alemania), el Arena Stuttgart (Alemania), el Hampden Park de Glasgow (Escocia) y el Besiktas Arena de Estambul (Turquía) son los otros candidatos.
Además, el Sevilla ha solicitado a la Federación Española de Fútbol acoger la final de la Copa del Rey en 2018. Según iusport.com, el club ha alcanzado ya incluso un principio de acuerdo para organizarla.
En el caso de una final de Copa, el club organizador tiene derecho a recibir el 20% de los ingresos de taquilla y el 2% de la publicidad estática. En la final de 2015, disputada por el Sevilla y el Barcelona en el Vicente Calderón, el partido dejó al menos 2,5 millones de euros en las arcas del Atlético, según distintas fuentes.
Con todo, el club organizador no es, obviamente, el único que sonríe. La celebración de un evento deportivo de esta magnitud reporta grandes beneficios a las ciudades sede. Por ilustrarlo con un ejemplo de hace sólo unos días, los empresarios madrileños cifraron en unos 8-10 millones el impacto económico que supondrá la disputa de la final de Copa entre el Barcelona y el Alavés en la capital de España. Hostelería, restauración, comercio, viajes, turismo... Son muchos los sectores beneficiados, por no hablar del gancho que la visita de los aficionados puede tener de cara al futuro. Tampoco conviene olvidar que el hecho de que la final de Copa se juegue en fin de semana aumenta aún más el impacto, gracias, entre otras cosas, al número de pernoctaciones.
Y qué decir de lo que supone acoger una final europea. La que enfrentó al Sevilla y al Dnipro en Varsovia tuvo, según distintas fuentes, un impacto económico superior a los 40 millones de euros en la capital polaca, a pesar de que se jugó a mediados de semana.
Y si acoger la final de Europa League supone una lluvia de millones para la ciudad sede, la de la Champions se lleva la palma. La última disputada, entre el Real Madrid y el Atlético, en Milán, tuvo una repercusión de 80 millones en la ciudad italiana. Todo un filón esto de albergar finales.