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Play uff... y a la Champions

CONTRACRÓNICA. Con el corazón a mil por hora acabó el Sánchez-Pizjuán, que vio sufrir como no esperaba a su equipo para lograr la clasificación por tercera vez consecutiva para la fase de grupos de la mejor competición del continente. Así se las gasta la gran élite.

23 ago 2017 / 00:33 h - Actualizado: 23 ago 2017 / 00:42 h.
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  • Los jugadores del Sevilla celebran la clasificación para la fase de grupos de la Champions. Un alivio que compartió con el sevillismo tras un final de nervios y tensión. / Manuel Gómez
    Los jugadores del Sevilla celebran la clasificación para la fase de grupos de la Champions. Un alivio que compartió con el sevillismo tras un final de nervios y tensión. / Manuel Gómez

Contuvo la respiración el Ramón Sánchez-Pizjuán en ese balón que sobrepasaba la barrera y buscaba la red de Sergio Rico en el 90’. Emre hizo demostración de esa calidad de la que tiene en no despreciable número de elementos el Estambul Basaksehir. El 1-2 de la ida acabó dando una falsa sensación de eliminatoria sentenciada, y el Sevilla no se tomó como debiera uno de los partidos más importantes de la temporada, porque estar en el bombo 2 del sorteo del próximo día 24 era un objetivo estratégico del club, para el presente y para el futuro a medio plazo.

Cuando el palo de la portería de Gol Norte escupió la pelota de las estrellas, Jovetic y el que no es Jovetic supo que aún tiene opciones de llegar a una plantilla que necesita de ese refuerzo importante en la línea de ataque. No es casualidad que, tres partidos oficiales después, de los 5 goles del equipo, tres son de dos defensas, Sergio Escudero y Lenglet. De paso, el punta que ha marcado en los dos partidos de esta eliminatoria, como el lateral vallisoletano, ha dejado claro que, hoy por hoy, es el mejor en la vanguardia del conjunto de Nervión: Ben Yedder

No es menos cierto que Nolito anuncia una presencia tan decisiva como la que ya tiene Jesús Navas en este equipo, cuando alcance el estado óptimo de forma. Todavía está lejos. Sublime el toque del palaciego para encontrar la cabeza de Sergio Escudero en el empate que daba una tranquilidad efímera en Nervión. Sublime la pausa del de Sanlúcar de Barrameda en la jugada en la que asistió a Ben Yedder, con un regate que dejó tirado al defensa, y luego tuvo la visión generosa de trasladar el balón a su compañero, que adelantó perfecto para ganar el espacio al defensa y cruzarla a gol. Nolito, como Navas o Ben Yedder con jugadores completos, maduros. Saben culminar con éxito todo lo bueno que empiezan. O casi todo. Ese trecho debe recorrerlo aún Joaquín Correa, cuya calidad le lleva a inicios de jugadas estupendas, transita anunciando un buen final pero acaba malogrando casi todas, en especial cuando de encarar la portería se trata. Si algún día logra ese poso, ese temple tan complicado, será un futbolista de relumbrón.

Las ocasiones erradas por Correa y Ben Yedder, o aquel trallazo al palo de Mercado pusieron firma al mejor Sevilla de la noche, el de los primeros diez minutos. Nadie podía pensar que allí iba a quedar sembrada la semilla del sufrimiento. El conjunto nervionense perdió fuelle y empezó a ceder espacios en el centro del campo, donde Pizarro jugaba por delante de la defensa y N’Zonzi delante de él, con Banega escorado a la izquierda. La rectificación de Berizzo fue oportuna, porque tanto el francés como el ‘10’ sevillista se desconectaban de forma preocupante del juego, e incluso se restaban uno al otro. N’Zonzi dio unos pasos hacia atrás para conformar un doble pivote que hizo encajar las piezas. Banega tomó el mando y Jesús Navas fue de nuevo Jesús Navas. Llegó el empate , llegó el tanto de Ben Yedder, pero la nueva calma fue el anuncio de la última tempestad, de la que el Sevilla salió vivo. Se lleva un buen susto para el sorteo, pero es que la Champions se las gasta como se las gasta. Sólo están los mejores. El Sevilla es uno de ellos.