Prospección fallida en Bilbao

LA CONTRACRÓNICA. Más incógnitas que certezas, más puntos que fútbol y una deuda pendiente con la idea sobre la que pretende hacerse grande. El Sevilla de Sampaoli no avanza hacia lo que quiere ser. Mejor mirar la tabla y hacer un ejercicio de fe sobre el juego.

24 sep 2016 / 23:34 h - Actualizado: 24 sep 2016 / 23:40 h.
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  • Aduriz anota el 3-1 de penalti con Iborra de portero. / Luis Tejido (Efe)
    Aduriz anota el 3-1 de penalti con Iborra de portero. / Luis Tejido (Efe)

Más pronto que tarde iba a suceder. El Sevilla tiene más puntos que fútbol, más incógnitas que certezas, debilidades que amenazan con ser crónicas y una deuda pendiente con la idea sobre la que pretende organizarse para estar a la altura de la exigencia. En San Mamés no hubo un buen equipo ni a un lado ni al otro. Porque el Athletic tampoco tuvo grandeza, ni falta que le hizo. Tuvo lo de siempre, intensidad, esfuerzo, sentido del equilibrio y la convicción de que tendría su oportunidad. Ahora, todos los rivales del Sevilla saben que, más tarde o más temprano, tendrán esa opción, el equipo de Sampaoli cometerá un error, dos, tres... y en esos instantes se dilucidará el asunto. Porque la producción ofensiva es tan raquítica que no le da para subsanar las debilidades defensivas, y lo que es peor, deja sin armazón la filosofía que trata de establecer el entrenador argentino. Son sólo seis jornadas, pero no hay atisbo de avance en la construcción del armazón de equipo. De hecho, se podría consentir la idea de un retroceso en la ilusión inicial que despertó aquel 6-4 ante el Espanyol. La bendita locura amenaza con perder el adjetivo con el paso de los partidos.

Hay avances en el plano individual, pero poco o ninguno en el crecimiento del juego colectivo. Y en esa situación, Sampaoli, que juega al riesgo, lo multiplica exponencialmente dejando a varios de sus mejores futbolistas en el banquillo. Es difícil sostener que la clave de esa decisión esté en el partido del martes en la Champions. No se ajusta al credo del entrenador, que de esta forma se trae de San Mamés más presión y menos adeptos, con dos partidos en Nervión la próxima semana para recuperar margen de crédito.

Cierto es que todo no se puede sostener en las imperfecciones y dificultades del estilo, porque el tremendo error de Kranevitter en la acción del segundo gol del Athletic será puesto de ejemplo esta semana en las escuelas de fútbol. ‘Chicos, esto es lo que no se debe hacer nunca’. Ellos se mirarán los unos a los otros sorprendidos porque quién no sabe que en una salida de balón nunca se puede dar un pase horizontal, susceptible de robo de un rival. Un regalo que siempre recordará Balenziaga, que no había marcado nunca un gol en Primera hasta que el bueno del mediocentro argentino le dio la ocasión de su vida. Kranevitter quedó tocado y Sirigu hizo lo suyo para retorcer el debate de la portería. Llegó por su habilidad en los pies, por su experiencia y templanza y ni lo uno ni lo otro. Tiró el balón a la grada como cualquiera y acabó por perder los papeles sin sentido para ver la tarjeta roja y finiquitar la cuestión de la peor forma.

El Sevilla caía con Iborra de portero, fiel reflejo de un equipo deslabazado que sólo puede agarrarse al gran partido de Nasri, que cuando retrocedió varios metros para agarrar el balón se hizo dueño y señor y casi logra cambiar la historia del partido. Ni siquiera su enorme talento es capaz de anular los desequilibrios de un equipo que no avanza hacia la idea que debe hacerle grande. Eso sí, la tabla llama a no hacer un drama de una derrota ante el tercero. Está cuarto a tres puntos del líder.