Sarabia, despacito y con buena letra

Pablo Sarabia vive su mejor momento dentro de la progresión que demuestra día a día a base de calidad y goles (13)

29 oct 2018 / 18:18 h - Actualizado: 29 oct 2018 / 18:26 h.
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  • Pablo Sarabia se ha convertido en uno de los jugadores más importantes del Sevilla esta temporada. / EFE
    Pablo Sarabia se ha convertido en uno de los jugadores más importantes del Sevilla esta temporada. / EFE

Sarabia cumple su tercera campaña en el club andaluz, al que llegó en julio de 2016 desde el Getafe como uno de los últimos valores aportados por el director deportivo Ramón Rodríguez ‘Monchi’, antes de marcharse al Roma, y en este tiempo ha deslumbrado por su crecimiento, desequilibrio cerca del área y gran pegada.

Desde entonces, lejos de notar el salto y aunque contó más para unos que para otros, ha sido imprescindible para los cinco técnicos que ha tenido: los argentinos Jorge Sampaoli y Eduardo Berizzo, el italiano Vicenzo Montella, Joaquín Caparrós y ahora Pablo Machín, hasta refrendar ahora a las claras su vitola de gran goleador.

Con su versatilidad, movilidad, visión de juego para el último pase, llegada al área y acierto rematador, el madrileño, de 26 años y 1,78 metros de estatura, lleva una progresión geométrica y, aunque no hace ruido fuera del campo, es discreto, humilde y trabajador, y nunca levanta la voz, salvo para celebrar sus goles, se ha convertido en una figura clave en el esquema de Machín.

13 goles en la presente campaña

El centrocampista ofensivo se ha soltado definitivamente en el papel de ‘matador’ y en lo que va de campaña ha logrado 13 tantos y dado 6 asistencias en 18 partidos. Ha jugado en todos, salvo en el triunfo ante el Sigma Olomuc checo (3-0) y la derrota en Rusia con el Krasnodar (2-1), de la previa y de la fase de grupos de la Liga Europa.

De sus 13 goles -aunque el primero de la derrota por 4-2 en el Camp Nou no se le computa oficialmente a él por tocar el balón en su excompañero Clement Lenglet-, firmó uno en la Supercopa de España perdida ante el Barcelona (2-1), 7 en Europa (6 en las previas y 1 en la presente fase de grupos) y 5 en LaLiga.

Esta cifra goleadora del futbolista formado en la cantera del Real Madrid, con el que debutó el 8 de diciembre de 2010 en un choque de ‘Champions’ ante al Auxerre y ya no jugó ninguno oficial más, incluye tres dobletes (Újpest húngaro, Zalgiris Vilna y el del domingo contra el Huesca) y supone sólo una diana menos que las 14 en total que marcó en cinco campañas en el Getafe (2012-16).

En el Sevilla, además, ha tenido continuidad en esta faceta y se ha destapado como uno de los rematadores más efectivos, pues hasta ahora acumula 33 tantos y 28 pases de gol en 117 encuentros con la camiseta blanquirroja, mientras que con la del club azulón rubricó 14 y 20, respectivamente, en 145 partidos.

Un centrocampista llegador

Sin ser delantero, el fino jugador zurdo brilla asociándose con sus compañeros, llegando al área normalmente por dentro y a pierna cambiada desde el costado derecho, en sus controles y en el manejo de las dos piernas para su golpeo, virtudes que ha adornado ahora al ser ya éste su mejor año en el apartado goleador.

Así, cuando la competición aún está en ciernes, ya ha superado los registros de sus dos primeras temporadas como sevillista. En la 2016-17, con Sampaoli en el banquillo, consiguió 11 tantos y dio 12 asistencias en 46 encuentros; y en la 2017-18, con Berizzo, Montella y al final Caparrós, sumó 9 y 10, respectivamente, en 53.

Además de su tino ante el gol, conjugado con su capacidad ofensiva, regularidad y polivalencia, pues ha jugado como centrocampista, extremo, media punta y hasta de lateral, el madrileño está aportando, además, su sacrificio y trabajo en la presión y en tareas de contención, al bregar y fajarse siempre cuando la ocasión lo requiere.

Con una cláusula que pasó a final de agosto de 18 a 22 millones de euros, sigue sin resolverse la renovación de su contrato, que expira en junio de 2020, aunque esto no ha descentrado a un Pablo Sarabia que, con su actual nivel, parece empeñado en derribar una puerta, la de la selección española, a la que lleva llamando desde su llegada al Sevilla.