—El mercado de fichajes ha cerrado sus puertas y la plantilla, tras un verano de muchos y sensibles cambios, ha quedado diseñada con la competición en marcha. ¿Le gusta lo que ve?

—Sí. Con los precedentes que hemos tenido, con lo difícil que ha sido el verano, un verano distinto, teniendo que reaccionar ante situaciones que no estaban previstas... creo que es para estar contentos, satisfechos. Creo que hemos conseguido prácticamente lo que queríamos cuando empezamos a mediados o principios de julio, cuando empezamos a hablar con Jorge sobre cómo tenía que ser la plantilla o hacer más hincapié. El dibujo que queda es bastante parecido a eso. Está claro que una planificación inicial no tiene por qué ser la misma que al final. Hemos ido ajustando y el resultado final es muy cercano a lo que queríamos.—Teniendo en cuenta el hecho de que se ha producido un cambio inesperado y tan importante como es el de entrenador, ¿se parece el proyecto actual al que tenía en mente cuando acabó la temporada pasada?

—En absoluto. No digo de la noche al día pero sí: es distinto. Cuando comenzamos a trabajar con Unai antes de que terminase la temporada tanto en las entradas como en las salidas... Las cosas han cambiado. Son dos modelos distintos, con jugadores distintos y eso creo que es lo más destacable. Históricamente, las planificaciones de este club son convulsas porque por nuestro modelo de negocio se producen muchas salidas y muchas entradas. Sólo nos faltaba la guinda, que es un cambio de entrenador sobre la marcha, y se ha producido este verano, aunque creo que hemos reaccionado bastante bien. —¿Cómo fue el momento en que Emery le comunica su marcha?

—Las cosas se cuentan con naturalidad. Leí una noticia y llamé al míster. Le dije: «Oye, míster, ha salido esto...». Él me comentó que existía un interés pero que no había algo confirmado. Yo le pido, por la confianza que tengo con él, que me lo confirme porque no es que se vaya el lateral izquierdo o el portero, sino el entrenador, lo que supone un cambio importante. Me dice que le deje un día. Y al día siguiente me llama y me dice que ese interés existe y que... se va a ir. Yo lo entiendo perfectamente. A Unai sólo hay que desearle suerte y estarle agradecido. Él ha optado por un nuevo proyecto, lo permitía su contrato y con toda la naturalidad del mundo hay que aceptarlo. Es una pena porque es un entrenador con el que hemos trabajado muy bien y nos ha dado muchos éxitos, pero asumimos esa situación y empezamos a buscar sustituto. —Y en ese momento cambia, como decía usted antes, la planificación...

—Sí. Teníamos una idea de salidas y entradas, ya había negociaciones avanzadas con nombres sobre la mesa aceptados por el propio Unai, y tuvimos que paralizarlas. Hubo gente que lo entendió, gente que se enfadó... Era lógico. Yo no podía traer un delantero centro de 1,95 si el nuevo entrenador quería uno rápido y que cayese a banda, por ejemplo.—Y del Monchi aquel que un buen día dijo «Voy a parar, tengo que hacer un alto en el camino» al actual, ¿qué queda ahora que ha concluido el diseño de la plantilla?

—Tomar aquella decisión no fue fácil. Lo hice convencido de que lo necesitaba. Lo he explicado ya varias veces. Lo que pasa es que yo soy capaz, por este club, por mi sevillismo, de hacer un paréntesis y parar en mi idea, que era irme. El club me dijo que no había posibilidad de salir, paré, conté y me puse a trabajar a full. Yo, de hecho, durante toda la pretemporada no me he acordado de eso. Mi extenuación, mi cansancio ha sido fruto de todo lo que ha pasado. He sido capaz, con el apoyo de mucha gente que me ha ayudado, gente que me ha transmitido confianza y el cariño que a veces uno necesita, de dejar aparcado mi deseo y centrarme en el día a día. Posiblemente tenía una deuda no sólo con el sevillismo sino incluso conmigo mismo de ser capaz de, a pesar de tener una idea, romper con esa idea de manera aún más agresiva e ilusionarme más. Y lo dije cuando pasó todo: estaba con mucha ilusión por demostrar a la gente que, pese a tener la idea de irme, no me iba a influir. Quizá esa rebelión interna por demostrarme que no me iba a influir ha hecho que me motive más. Pero no es el momento de hablar de Monchi. Ahora voy a parar, a descansar para volver con las pilas cargadas porque el año va a ser duro y difícil por el nivel de exigencia que habrá.—Si alguien se preguntase si ésta es la última obra de Monchi en el Sevilla, ¿qué le respondería?

—La obra de Monchi no es sólo algo del verano sino algo que necesita retoque diario, y yo tengo que seguir construyendo este proyecto. Esto no es «traigo a Sirigu, a Ganso, a Nasri o al Mudo Vázquez» y dejarlos aquí. Hay que trabajar en el día a día para intentar sacar el máximo a esos jugadores y yo voy a seguir con esa ilusión. ¿Qué va a pasar en el futuro? Después de toda la que líe... me apetece tan poco hablar de mi futuro. Creo que fui demasiado noticia y es de las cosas que más me arrepiento. Me gusta poco la foto, ser el actor principal... Soy actor secundario. Vamos a dar un paso hacia un lado y que la noticia sea que el equipo gane o pierda, que juegue mal o bien.—La gente le para por la calle siempre y le expresa su sentir en todo momento. ¿Qué le decía entonces?

—Yo he notado mucho cariño, más del que pensaba. Es una de las cosas positivas que puedo sacar de algo negativo. Vi mucho cariño en la gente, gente anónima, que te paraba en cualquier lugar. Eso quizá te haga tener una deuda mayor con la gente. Pero estoy convencido de que esa misma gente es también la que te critica o exige, y eso es bueno. No está reñido lo uno con lo otro; no tiene por qué ser antagónico que la misma persona que te critica quiera también que no te vayas. Tenemos que convivir con eso. El sevillismo tiene un gen especial. Gustará más o menos, pero es exigente; exigente en el fracaso y en el éxito, y quien no entienda eso... no puede estar aquí. Esto es así. Y vuelvo a decir lo mismo: posiblemente de las muchas personas que me animaron a que siguieran muchas me dicen que por qué no he fichado un delantero o un mediocentro. Hay que convivir con eso. Uno no tiene por qué ofuscarse. Esa ambición es una de las grandezas de este club y nos impide relajarnos. ¡Y tendríamos motivos para relajarnos! No hay que ver fantasmas ni ofuscarse ni asustarse. Las críticas forman parte del crecimiento este club, siempre desde el respeto y constructivas. —Todo lo que toca el Sevilla, jugadores, entrenadores... se convierte en producto top del mercado y Monchi casi en un gerente...

—El Sevilla tiene un modelo de negocio, el que acepta el consejo de administración, que necesita generar unas plusvalías para mantener el nivel salarial y de coste de plantilla. A mí particularmente me gustaría que en vez de once entradas y catorce salidas hubiese habido tres y una. Cada vez que se produce una entrada o una salida es un juicio sobre mi trabajo. Pero es que esto es el modelo de negocio. Estamos moviéndonos en unos volúmenes de ingresos y gastos muy por encima de nuestras posibilidades reales, y para eso necesitamos vender jugadores, y comprar para reponer, lógicamente. ¿Que la gente no se acostumbra a ello? Es lógico y normal. La gente no tiene por qué comprar tu modelo; la gente debe comprar tus resultados, y criticarnos. ¿Por qué seguimos con este modelo? Porque nos da resultados. El día que el consejo no los encuentre o piense que el riesgo que tiene, porque tiene un gran riesgo, es mayor que el que se puede soportar, se cambiará. (LA SEGUNDA PARTE DE LA ENTREVISTA, ESTE LUNES)