Un ‘deja vu’ con Banega y Navas

El argentino, que dio un recital en la primera mitad, fue el mejor de su equipo junto al extremo de Los Palacios

17 ago 2017 / 00:02 h - Actualizado: 17 ago 2017 / 00:51 h.
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  • Banega puja un balón con Emre. / Foto: Efe
    Banega puja un balón con Emre. / Foto: Efe

Al son de Ever. Así jugó el Sevilla de Berizzo. Y es que después de la exhibición del argentino en el Basaksehir Fatih Terim Stadium, bien podría decirse que jamás se marchó. Algo parecido ocurre con Jesús Navas, que sólo necesitó unos segundos para volver a participar de forma decisiva en una acción de gol. Un paréntesis que confirma una de las máximas en esto del fútbol: hay jugadores que sólo rinden en un equipo. Pues parece que el Sevilla es ese equipo en el que Banega siempre es el rey. Una plantilla argentinizada desde que irrumpiera en su historia la figura de Jorge Sampaoli, cuyo testigo ha recogido este verano su compatriota y fiel admirador Eduardo Berizzo. Como su predecesor, el Toto no iba a ser menos en su predilección por lo patrio. Tanto es así que una de las grandes apuestas del Sevilla ha sido la incorporación de Guido Pizarro, que junto a Banega en la medular, ha permitido la liberación de Nzonzi, menos exigido en tareas defensivas.

Y es que la primera mitad fue un recital antológico de Ever, que manejó el partido a su antojo. Llegando desde la segunda línea, enviando balones en profundidad una y otra vez y, por si fuera poco, disparando y creando problemas a Babacan desde la frontal. Los nueve millones de euros que el Sevilla invirtió en él este verano parecen poco teniendo en cuenta el potencial futbolístico y lo que puede llegar a aportar este jugador, que ya en una ocasión fue rescatado del ostracismo en Valencia y que, ahora, ha regresado desde Milán para seguir brillando. De hecho, la luz de Ever fue la única que encendió un Sevilla apagado, sobre todo en la segunda mitad, donde la tromba de agua que cayó sobre el estadio situado a las afueras de Estambul pareció enfriarlo definitivamente hasta que apareció Jesús Navas. Quedaban nueve minutos para el final del partido cuando Berizzo llamó al pequeño jugador de Los palacios. El primer balón que pasó por sus botas se convirtió en la asistencia perfecta para Ben Yedder, que también quiso dejar el sello de la exquisitez de su fútbol con un sutil toque de espuela propio del mejor Kanouté. No necesitó el duende mucho tiempo para demostrar que sigue siendo el mejor desastacador cuando los partidos se enfangan. Lo sabe Berizzo, que recurrió a él, y a Nolito, para cambiar el sino de un partido que puso a los suyos contra las cuerdas. Funcionó. El Sevilla encontró la profundidad de antaño. Un sello inconfundible que estos dos jugadores deben imprimir cuando el equipo así lo necesite, como ayer fue el caso.

Anoche, en Estambul, más de un sevillista tuvo que cerrar y abrir los ojos varias veces para comprobar que lo que veía era cierto. Como si no hubiera pasado el tiempo. Así de fácil lo hacen Ever Banega y Jesús Navas. Ídolos de un viejo Sevilla que nunca desapareció, que jamás se fue y que perdura no sólo en la retina de los hinchas nervionenses, sino también sobre el terreno de juego. Y es que los buenos, siempre aparecen. Hay equipo, ganas e ilusión dentro y fuera del vestuario y eso se percibe. A sellar el pase y a soñar.