Una piña a la vista de todos

Fue una victoria con mensaje de un vestuario que respondió a las especulaciones que ha sentido como una afrenta. El Sevilla estuvo más cerca de lo que debe ser y muy lejos de Turín. Gameiro fue el hombre y Sergio Rico el nombre. No está mal para una tarde

03 oct 2015 / 23:36 h - Actualizado: 03 oct 2015 / 23:44 h.
"Primera División","Sevilla FC"
  • Los jugadores del Sevilla, al término del encuentro. Foto: Manuel Gómez
    Los jugadores del Sevilla, al término del encuentro. Foto: Manuel Gómez

Acaba el partido y la alerta de incendio en el Sevilla. Fue una victoria con mensaje. El Ramón Sánchez-Pizjuán enfervorecido y los jugadores reunidos en el centro del campo. No devolvían el aplauso, sino lo que han sentido como una afrenta. No de su afición. Un corrillo, todos abrazados y escuchando lo que debió ser la arenga de algún peso pesado del vestuario. Un momento íntimo y la exposición pública de que en el vestuario nada se ha roto, como se ha especulado en esa búsqueda de explicaciones por el desvarío en tan poco tiempo de un equipo campeón. Luego vino la foto en el vestuario para las redes sociales, que si no está en Twitter nada existe, y porque ahí fue donde se ha dado rienda suelta a todo tipo de historias, a cual más truculenta. Seguro que la argumentación puramente deportiva, aunque no tenga morbo, es más sensata y acertada, porque al fin y al cabo, no todo en los equipos que levantan títulos es buen rollo, amistad y películas de Heydi. Ha habido campeones olímpicos que al llegar al vestuario no cruzaban una palabra, pero tenían en común un objetivo y la necesidad mutua.

El Sevilla ganó y lo hizo más cerca de lo que fue y puede ser, aunque aún le falte. Tuvo la intensidad necesaria pero sin avasallar como en otros tiempos, tuvo un rival que le llegó en numerosas ocasiones con peligro, un rival que además hizo más faltas pero al que supo hacer daño. Uno de esos partidos de ida y vuelta que gustan más en las gradas que en los banquillos, que gustan si se ganan, claro está.

Al Sevilla, sin Banega, le falta clarividencia para el juego en el centro del campo, pero cuando Krohn-Dehli entra en contacto con la pelota en el balcón del área, o lo atrapa Gameiro, las revoluciones de su fútbol suben como sus posibilidades de éxito. Mientras más arriba, mejor, y eso que echó de menos a un Vitolo con la chispa que no tuvo por su reciente lesión.

Gameiro fue el hombre del partido. Lo hizo todo bien y regaló una de esas rupturas que levantaron a la tribuna de preferencia en busca del final feliz que le dio Krohn-Dehli en la jugada del primer tanto sevillista. Eléctrico, atrevido, confiado en sus posibilidades, aguantando cuando debía, asociándose cuando la jugada lo exigía, está de dulce el francés y ahora mismo es capitán general en este equipo que ha logrado esquivar la primera gran crisis de la temporada derribando al campeón de Europa.

La suerte estuvo en los palos y también en Sergio Rico, que sale afianzado. Aquella vaselina de Suárez al larguero alentó el runrún que luego fue sofocando a base de paradas, alguna de mucho mérito. La falta de reacción que se le pudo achacar en el intento del uruguayo, la aplicó con eficacia frente a Neymar en tres atajos casi consecutivos, uno a bocajarro. Fueron minutos de acoso del Barcelona en los que se acabó por decidir el partido. Y el meta escuchó por fin su nombre coreado. Y de forma merecida. Una tarde perfecta para el Sevilla, una victoria que publicitó la unión puesta en duda.