Hagamos un templo tal y tan grande que nos tomen por locos. La frase es atribuida a un entusiasmado clérigo de la hoy Catedral de Sevilla a principios del siglo XV, cuando se iban a poner los cimientos del hoy majestuoso templo de la ciudad de Sevilla, que deja con la boca abierta a todo aquel que visita la capital de Andalucía. Mucho más tarde, a mediados del siglo XX, el presidente del Sevilla FC Ramón Sánchez-Pizjuán fue el principal impulsor para dotar al equipo hispalense de un gran estadio acorde con la grandeza del club. Ese estadio deja hoy también con la boca abierta a todo aquel que pisa Nervión. Y gana partidos.
Como esta semifinal ante el correoso Leganés (en pie ante los pepineros, por favor). Otro de los templos de Sevilla, el que lleva el nombre precisamente de aquel ambicioso presidente, se le cayó ayer encima al Leganés. La historia también gana partidos. Y por supuesto, la humildad.
El Sevilla fue tan humilde que imitó al Leganés. Como ya hiciera ante el Atlético le supo jugar con sus armas y los madrileños no le hicieron ni cosquillas, pese al lógico nerviosismo de la grada. Una afición que está viviendo una auténtica borrachera de éxitos en este siglo XXI. Ni era normal que todo un Sevilla estuviera desde los 60 sin oler un trofeo desde lejos, ni nadie esperaba esta resurrección a lo bestia desde que celebró su centenario. El Sevilla del que hablaban los abuelos a los nietos ha renacido tanto que es capaz de meterse en otra final pese a la temporadita que está firmando en la Liga. Igual que levantó otra copa europea después de quedar noveno en la Liga y un camino impresionante de principio a fin. Sólo lo pueden conseguir los grandes clubes. Esos nietos, hoy maduros, podrán hablarle también a su futura descendencia de la grandeza del Sevilla.
En un partido de miedo y nervios, la grada aparcó sabiamente sus iras por las muchas razones que ofrece el equipo para clamar contra él y fue la que dio calma a Banega, la que mitigó el dolor de Correa, la que dio músculo a Navas ante Amrabat y la que cayó sobre el Leganés, cohibido ante un templo por el que siguen llamando locos a los sevillistas.