Vivir y crecer en territorio hostil: el Sevilla FC de Héctor

CONTRACRÓNICA. Es de Málaga como su hermano gemelo, pero él es sevillista. En sus 12 años sólo ha visto a su equipo levantar trofeos, un atracón de alegrías. Ayer fueron ambos a La Rosaleda y sintió miedo. Y su miedo es el fracaso del fútbol. Perdió pero se fue igualmente orgulloso.

02 may 2017 / 00:43 h - Actualizado: 02 may 2017 / 12:18 h.
"Fútbol","Primera División"
  • Héctor (iz) y Mario González, ayer en La Rosaleda.
    Héctor (iz) y Mario González, ayer en La Rosaleda.

En las gradas de La Rosaleda un sevillista está en territorio hostil. El fútbol refleja lo mejor y lo peor del mundo y no ha logrado despojarse, pese a los muchos esfuerzos, de esas rivalidades mal encaradas que utilizan a este deporte como un saco de boxeo de frustraciones. Que un niño de 12 años sienta miedo en un estadio por lucir su camiseta del Sevilla es un gran fracaso, un fracaso del fútbol, que no ha conseguido blindarse suficiente de valores como sí han hecho otros deportes. No sólo ocurre en La Rosaleda, en la mayoría de los estadios no falta quien se sienta intimidado si luce la camiseta de un rival que tildan de enemigo.

Héctor tiene doce años, es malagueño de Benalmádena, como su hermano gemelo Mario. Pero él es sevillista. Siente los colores de la parte sevillana de su familia, y ayer fue a La Rosaleda con su hermano , malaguista convencido. Ambos de la mano de su padre, a quien apasiona más el baloncesto y que disfrutó en la previa del homenaje al Unicaja por su reciente título de la Eurocup. En el Carpena estas cosas no pasan. En el baloncesto, estas cosas no son así. Héctor llevaba la camiseta del Sevilla debajo de la sudadera, un nudo en el estómago y una gran duda. Es un niño de 12 años pero sabía dónde se metía. Como su padre, como su hermano. Por fin se decidió y vio a su Sevilla FC luciendo su camiseta, ilusionado, alentado y protegido por su hermano.

Héctor se ha dado un atracón de alegrías con su equipo desde que nació. Ayer perdió y Mario le pudo restregar su victoria, aunque uno y otro saben que, el derrotado fue mejor, como lo ha sido en la victoria todos estos años. Se fue tan orgulloso como entró.

Seguramente volverá a ver a su equipo en Champions la próxima temporada, aunque tendrá que sufrir una previa que se antoja complicada en el mes de agosto. Eso sí, su equipo, que ya no tendrá a Sampaoli en la banda, deberá recuperar la fiabilidad que no tuvo en La Rosaleda, donde cometió pecados imperdonables, incompatibles con una victoria: perdonó, y mucho, en el área del Málaga y cometió errores groseros en defensa. Hasta Héctor y Mario lo vieron claro. Ellos son lo mejor del fútbol, la ilusión, la rivalidad sana, el sentimiento. Como debe ser.