La demanda de energía prosiguió el año pasado su caída, pareja a la crisis económica, en Andalucía, donde el consumo de electricidad se contrajo un 1,5 por ciento, hasta los 4,5 megavatios hora (MWh) por habitante, cifra que se rebaja hasta los tres megavatios si se descuentan los grandes consumidores, básicamente la industria. Aunque menguó en 2014, la demanda frenó su desplome de 2013, cuando el retroceso fue más abultado, de un 3,7 por ciento.

En medio de este descenso del consumo –indicador que se utiliza como termómetro económico al igual que ocurre con la venta de coches, por ejemplo–, el sistema energético andaluz tuvo que importar el año pasado energía de otras regiones porque su consumo fue mayor que la electricidad generada en su territorio. En concreto, la generación de electricidad en Andalucía cubrió el 84,8 por ciento de su demanda, de modo que tuvo que recurrir a los excedentes de otras comunidades para atender ese 15,2 por ciento restante, según los datos que maneja Red Eléctrica Española (REE), el gestor del sistema eléctrico nacional.

De esta manera, el consumo total andaluz se situó en 37.742 gigavatios hora (GWh) frente a los 31.996 GWh que generó a través de diversas fuentes, lo que representa un saldo importador de 5.746 gigavatios hora. Esta cifra es resultado de los 6.227 GWh que tuvo que tomar de otras regiones y posiblemente también incluye un saldo favorable para Portugal, tras la puesta en servicio de la interconexión con el país vecino a través de Puebla de Guzmán y Tavira, menos los 481 gigavatios de bombeo que hay que restar porque se exportaron.

Andalucía mostró así una tendencia contraria a la del conjunto del país, que exportó 3.406 gigavatios hora excedentes de generación. Algo posible gracias a las interconexiones internacionales –ya tiene dos con Portugal, dos con Marruecos y una con Francia– a las que sumarán nuevos enlaces para alcanzar los 8.000 MW de capacidad de interconexión solo entre España y Francia.

¿Qué ventajas tiene? Además de reforzar la red de transporte y garantizar aún más el suministro, permitirá de un lado vender la energía sobrante generada en los parques eólicos –porque no se puede decidir cuándo sopla el viento– y supondrá formar parte de un mercado europeo, con lo que España dejará de estar en desventaja al considerarse, por su ubicación geográfica, una isla energética, recordaba esta semana el presidente de REE, José Folgado, que no obstante precisaba que esta circunstancia no tiene por qué traducirse en una bajada del precio de la luz.

Así es el mapa andaluz

La estructura energética de la comunidad –que cuenta con una potencia instalada total de 15.719 MW– aflora que la mayor capacidad la detentan las plantas de ciclo combinado –que utilizan gas natural y vapor de agua para producir electricidad– al concentrar el 38 por ciento (6.036 MW), seguida de la eólica, que supone el 21 por ciento del total (3.325). En tercer lugar se coloca el carbón, con una cuota del 13 por ciento (2.071), y de la hidráulica (8 por ciento y 1.051 MW), cogeneración (6 por ciento y 932), solar térmica y solar fotovoltaica, (con 997 y 869 MW, respectivamente y sendas cuotas del 6 por ciento) y la térmica renovable, que apenas representa el 2 por ciento, con 291.

La comunidad, pues, concentra el 14,5 por ciento de la capacidad instalada total en el conjunto del país, que se eleva hasta los 108.144 MW. En materia de renovables, la comunidad acapara idéntico porcentaje en eólica, mientras que en la solar, la cuota se incrementa hasta representar el 26,8 por ciento.

Por contra, ése no es el esquema que impera si, en lugar de la potencia instalada, medimos la producción de electricidad que correspondió a cada una de esas fuentes el año pasado. Este análisis aclara que el 30 por ciento de la energía generada procedió de las dos plantas de carbón que hay en la región, mientras que el 20 por ciento salió de parques eólicos y un 17 por ciento de la cogeneración. La tecnología de ciclo combinado, con un 14 por ciento de la producción total, es la gran perjudicada, puesto que el desplome de la demanda ha afectado especialmente a la generación con gas, y ha reducido a mínimos su producción. Así, el 61 por ciento de la electricidad generada provino de fuentes no renovables, frente al 39 por ciento que procedió de fuentes verdes.