Cooperativas en transformación

Manzanilla Olive, con una producción de 30 millones de kilos y 30 de facturación, cumple diez meses envasando

29 nov 2015 / 22:24 h - Actualizado: 29 nov 2015 / 22:31 h.
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Como en cualquier faceta de la vida, cuando las oportunidades se presentan no hay que dejarlas escapar. Es lo que les ocurrió a los socios de la cooperativa de segundo grado Manzanilla Olive, a los que la situación de concurso de acreedores (antigua suspensión de pagos) de Agro Aceitunera en Utrera, donde tenían alquilado un almacén para la conservación de la aceituna, les cogió tan de cerca –como acreedores– que optaron por dar el salto a la transformación. «No queríamos quedarnos en la comercialización a granel, sino avanzar en la cadena de valor», gracias a la adquisición de una de las grandes industrias envasadoras, con una capacidad de 24 millones de kilos al año, que les encajaba a la perfección con su producción. Fue una «oportunidad de oro», recuerda Antonio Jiménez, su gerente.

La compra se formalizó en abril de 2013 pero hasta febrero de este año las instalaciones no se han puesto en marcha de forma efectiva, tras la puesta al día tras tres años de inactividad, solucionando los problemas de vertidos que arrastraba con la construcción de una balsa de evaporación y completando el proceso de certificación de calidad, imprescindible para vender a la gran distribución, explica.

En este tiempo se han centrado en la exportación, con especial interés en Estados Unidos y países de la Unión Europea como Polonia, el Reino Unido, Francia y Alemania, entre otros. Porque de las nueve cooperativas que agrupan a unos 6.000 agricultores en los municipios de Carmona, Mairena del Alcor, Fuentes de Andalucía, La Campana, La Puebla de Cazalla, Arahal, Paradas y Pruna que decidieron unirse en septiembre de 2010 en Manzanilla Olive solo una se había lanzado a vender fuera de España.

Fue la primera toma de conciencia de que había que hacer algo ante la «indefensión» y la falta de fuerza de las cooperativas a la hora de negociar con los industriales y la gran distribución por el pequeño volumen que mueven. «La problemática era la misma para todas, vendían a granel y prácticamente a los mismos clientes».

Nueve meses después del salto a la transformación, Manzanilla Olive cuenta con dos líneas de envasado, una para latas y otra de vidrios en todos los formatos, tanto para retail como para el canal horeca, y para aceitunas verdes como negras, así como para la preparación de deshuesados, rellenos, rodajas... No obstante, el granel sigue acaparando el mayor volumen de ventas, actualmente el 85 por ciento. «Hemos diseñado una curva en la que cada año debemos ir subiendo el porcentaje de envasado y bajando el de granel». El objetivo es que para 2020 se sitúe por encima del 60 por ciento.

Su sector, el de la aceituna de mesa, ha tenido un buen comportamiento este año, con precios entre un 30 y un 40 por ciento superiores a los pagados en años anteriores. «Hace años que los agricultores no veían este nivel de precios y que ganan algo después de cinco años por debajo de costo». Este año, la facturación prevista estará en torno a los 30 millones de euros frente a los 26,7 de 2014, cifra que representa un 20 por ciento más respecto al punto de partida. El volumen de producción se sitúa en unos 30 millones de kilos.

Fue un segundo paso en el arduo camino de conseguir mayor dimensión en un sector, el agroindustrial, que por regla general y salvo varias excepciones, se caracteriza por su excesiva atomización. Un mensaje, el de la unión para poder competir mejor que, por repetido, no queda desfasado. Quedan muchas trabas que superar en ese camino. «El principal problema que tenemos las cooperativas es la falta de profesionalización de los consejos rectores, a veces poco formados, también existe mucho recelo y un exceso de individualismo y localismo», a lo que agregar un tercer factor de relevancia. El agricultor suele ser muy conservador y no quiere arriesgar, abunda Jiménez. Afortunadamente, explica, los consejos rectores van mejorando en ese aspecto. En su caso, la profesionalización se ejemplifica en los 75 trabajadores que trabajan en la cooperativa al margen de sus agricultores.

75.000 empleos

Agustín González Sánchez, consejero delegado de Cooperativas Agroalimentarias, reconoce que se están dando pasos en la buena dirección, aunque la evolución es lenta y aún queda mucho trecho para avanzar, sobre todo, según el sector del que se trate. Así, mientras el de frutas y hortalizas «transforma y es capaz de poner productos en los mercados internacionales en poco tiempo y con éxito», el aceite de oliva ha ido más lento y países como Italia se han anticipado para embotellar y vender el producto. No ocurre lo mismo en la rama ganadera del cerdo blanco y las aves, menos dinámico, pero sí está avanzado en el ibérico, el ovino y caprino.

«Nos quedaría transformar el producto», apunta, porque en Andalucía «añadimos valor al 0,36 por ciento de la producción agraria», cuando la media nacional se sitúa en el 0,96 por ciento y en otros países como Dinamarca alcanza el dos por ciento. «Solo llegando a la media española, se crearían 75.000 puestos de trabajo, lo que da una idea del potencial», asevera González.

Para ello, hace falta mucha inversión y eso solo se puede afrontar con tamaño. Para hacerse una idea, Dcoop es la cooperativa de segundo grado andaluza de mayor dimensión con una facturación de unos 800 millones y Covap, en torno a los 400 millones, la mayor de primer grado. «Las cooperativas en el norte de Europa facturan en torno a los 11.000 0 12.000 millones». González recuerda que son ésos los competidores de las cooperativas andaluzas y que pugnan por los mismos mercados. La radiografía del sector cooperativo andaluz arroja 667 cooperativas que agrupan a 275.000 agricultores con una facturación agregada de 6.300 millones, la mitad de ellos de frutas y hortalizas. «Lo que no puede ser es que haya 186 cooperativas en Jaén, 182 de aceite».

El diagnóstico está claro: superar localismos, egos, formación de consejos rectores y directivos, cuyos intereses personales frenan el crecimiento, apunta. Por ello, insta a aprovechar la oportunidad que brinda el Plan de Desarrollo Rural. También es consciente de ello el mayor exponente cooperativo en aceituna de mesa en la provincia de Sevilla, Agro Sevilla, con una facturación de 130 millones, y 80 millones de kilos procesados de los en torno a 550 millones que vende España (200 millones en manos de cooperativas), y que nació también fruto de una debilidad hace 35 años, recuerda su presidente, Gabriel Redondo.

El primer reto que plantea la competencia entre actores vecinos que pujan por los mismos mercados es que obliga a ser competitivo, a través de la diferenciación y de la eficiencia en costes, pero en el fondo, precisa, «quien sale perdiendo es el agricultor». Por eso, considera que la salida natural entre cooperativas hermanas es el entendimiento. «Sería una torpeza no hacerlo por el bien de los agricultores», porque al sumar «se podría dar más rentabilidad al producto». Habrá que luchar contra el conservadurismo tan instalado de que si las cosas van bien, para qué cambiarlas. «Si tuviéramos mentalidad de empresarios mirando por los dividendos de nuestros accionistas, los agricultores, no tendríamos dudas de fusión». Eso sí, también habrá que cambiar el modelo de integración, que en el agro hasta ahora ha estado marcado más bien como si se tratara de un acto de rendición más que de una victoria entre iguales.