No es lo que era. Los altos costes laborales por el mimo que requiere la fruta de hueso, delicados como son los melocotones, las nectarinas, las ciruelas y el resto de variedades, han desdibujado el protagonismo que tenía esta producción en la provincia de Sevilla, que apenas cuenta con la mitad de la superficie plantada que tenía hace unos pocos años, unas 4.500 hectáreas. Han sido muchos los agricultores que arrancaron los árboles y optaron por otros cultivos más rentables como la patata o los cítricos.
Pero ahí sigue y a los que quedan se les abre una nueva puerta, la de China nada menos, que ha firmado hace apenas unos días con el Gobierno español un acuerdo por el que España se convertirá en el primer país en exportar su producción de fruta de hueso al gigante asiático. Unas ventas que comenzarán a materializarse a partir del próximo mes de junio, según apuntan fuentes de la patronal Fepex.
Partiendo de que es una buena noticia –todo lo que suponga abrir nuevos mercados y generar oportunidades de negocio lo es– a priori se antoja una cuestión complicada para los productores locales, para los que «el mercado fundamental va a seguir siendo el europeo», explica el gerente de Asociafruit, Luis Marín.
Aunque se mantienen en torno a una treintena de operadores en este tipo de frutales, afirma, lo cierto es que el 80 por ciento de la producción y la comercialización la asumen «cuatro o cinco grandes grupos», que son los que en definitiva tendrán opciones de explorar el mercado chino.
De hecho, han sido dos las empresas radicadas en Andalucía, una de ellas la sevillana SAT Royal, las que han dado el paso formal de inscribirse en el registro para mantener relaciones comerciales con el gigante asiático, un trámite imprescindible para exportar, según precisa la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta, que es la responsable, al igual que el resto de comunidades, de enviar al Ministerio el listado de empresas interesadas que cumplan los requisitos.
La primera semana de junio está previsto que un grupo de inspectores chinos realice una visita a los distintos centros productivos y explotaciones para comprobar que cumplen todas las condiciones y así dar luz verde a la exportación.
Diego Pozancos, de la empresa SAT Royal, acaba de volver precisamente de una misión comercial a China, donde ha tenido la oportunidad de acercarse a ese mercado y a sus hábitos de consumo e intercambiar experiencias con otros agentes. Importadores de otros países asiáticos con los que mantiene relaciones comerciales ya le han mostrado su interés por introducir en China el albaricoque que, aunque no es una fruta con mucho aguante, si hay interés y se paga, es susceptible de estudiarse.
«El primer año será exploratorio, no será de mucho volumen, sino que nos servirá para testar qué tipo de productos son los que más interesan al consumidor, los que mejor encajan en el nivel de precios que están dispuestos a pagar y cuáles son las características de calidad que demandan», explica.
Lo que sí asegura es que este nuevo mercado «no va a servir para cubrir el hueco» que dejó Rusia tras el veto que sufren los productos hortofrutícolas europeos desde agosto de 2014.
Aunque no son productos que estarán al alcance de cualquier ciudadano chino, sí existe «una clase media alta que vive en un entorno urbano y tiene poder adquisitivo». Un segmento que estima en un potencial de unos cien millones de personas.
A pesar de que no piensa en un volumen de exportación elevado y los costes de transporte y logística son importantes, Pozancos considera que hay mercado «que se puede sostener», pero sin prisas. «Ningún país se ha desarrollado ni en un año ni en dos», apostilla.
La ciruela, por ejemplo, que tiene más vida útil, podría encajar en las exigentes condiciones de logística requeridas –tratamiento en frío durante catorce días– en transporte aéreo. De este modo, la intención de SAT Royal será comenzar con el envío de una partida de esta fruta a China allá por los meses de julio o agosto.