Podríamos escribir medio periódico, pero en un ejercicio de enorme síntesis se puede decir que el reto económico de 2018 es, básicamente, que la recuperación se consolide y, por fin, se note en los bolsillos de los ciudadanos. ¿Cómo? Con más y mejor empleo.

En Sevilla hay 74.169 parados, según los últimos datos, de noviembre de 2017. La tasa de paro es del 23,1 por ciento. 96 de cada 100 contratos que se firman son temporales. Y, además, hay 75.065 sevillanos desempleados que no reciben ninguna prestación: el 36,68 por ciento. Por todo ello, los sindicatos advierten de que la precariedad en el empleo se está convirtiendo en algo estructural en el mercado laboral sevillano.

En la provincia, la campaña navideña podría hacer que en diciembre se baje de la barrera de los 200.000 parados. Un reto que dependerá de un sector turístico que tiene varios propósitos para 2018: atraer a un turista que gaste más y que se quede más tiempo sin dejar de ser un sector sostenible.

Y si el turismo marcha, la industrialización de Sevilla sigue al ralentí. Es el reto sempiterno. La inversión no llega, en muchos casos por falta de infraestructuras y, en otros, por las dificultades burocráticas. Las multinacionales no eligen Sevilla (únicamente crecen los centros comerciales). Más de 3.000 empresas trasladaron su sede de Cataluña por la situación política, ¿cuántas aterrizaron en Sevilla? Sólo una, Uxafarma.

Y no sólo no llegan inversores de fuera, sino que la falta de infraestructuras está bloqueando el desarrollo urbanístico de la ciudad. El sector del ladrillo se está reconstruyendo por el tirón residencial en algunos barrios y por la rehabilitación, pero la inversión pública sigue estancada y las grandes bolsas de suelo (San Nicolás, Buen Aire, Santa Bárbara, Palmas Altas o el Pítamo) siguen sin grúas. O porque los trámites administrativos son eternos o porque por allí ni se llega en coche ni hay luz o agua.

Sigamos en el sector privado. Airbus tiene bastantes retos pero su principal new year resolutions es vender A-400M. La multinacional reducirá la producción de esta avión militar que se ensambla en Sevilla tras entregar 20 aeronaves en 2017. Reducirá la cadencia de producción a 15 aviones en 2018 y a 11 en 2019. Malas noticias para unas plantas sevillanas que buscan carga de trabajo.

En Renault esperan cumplir los objetivos marcados y seguir batiendo récords con sus cajas de cambio, mientras que Abengoa encara su futuro con incertidumbres financieras pero con contratos que evidencian que no ha perdido la confianza en mercados extranjeros.

Y no muy lejos de Abengoa, el Puerto, que se enfrenta a un 2018 con varios propósitos. Uno de ellos es remontar su caída de tráfico de mercancías, algo que podría haber hecho a finales de 2017. La competencia del Puerto de Huelva se ha notada en el tráfico de contenedores. No obstante, 2016 fue un año muy positivo para la Autoridad Portuaria sevillana y no sólo de mercancías vive el Puerto. Pasó de ser sólo comercial a ser un puerto logístico e industrial gracias, por ejemplo, a la llegada de empresas a los antiguos astilleros. Eso sí, uno de los grandes retos para 2018 es la Zona Franca. No sólo tendría que anunciarse ya el primer operador que llegue a este recinto con beneficios fiscales (están las ubicadas allí con anterioridad), sino que el Estado debería dar el visto bueno a su ampliación para que el polígono de Astilleros se incluye en ella.

El Puerto de Sevilla –cuya actividad supone el tres por ciento del PIB de la provincia, con 200 empresas y 20.000 puestos de trabajo– debería seguir siendo uno de los principales motores económicos en 2018 e ir a más. Sobre todo porque la economía sevillana se nutre de los servicios y del sector primario.

En el campo se seguirá mirando al cielo en 2018, al igual que a Europa. La modernización del sector, la comercialización de los productos y la incorporación de los jóvenes a la agricultura siguen siendo asignaturas pendientes. Y es que, según Coag, la fortaleza del sector porcino y la caída de las cotizaciones de los piensos han evitado el desplome de la renta agraria por la grave sequía, así que la evolución de lo que ganan los que viven del campo en los últimos 15 años ofrece una foto menos triunfalista de lo que parece: desde 2003, agricultores y ganaderos han perdido un 11 por ciento de su renta, aseguran.

Además, el sector de la aceituna de mesa negra sigue en vilo ante los aranceles impuestos en Estados Unidos. En 2018 se verá si los daños millonarios que ya se han registrado siguen creciendo o si España gana la batalla. Sea como sea, la exportación –a EEUU o a otros mercados– seguirá siendo clave para las empresas agroalimentarias andaluzas y, por ende, para la economía de la región, donde se prevé que se modere el crecimiento este año.

Analistas Económicos de Andalucía revisó al alza su previsión de crecimiento de la economía regional para 2017, hasta situarla en el 3 por ciento, un ritmo que se moderará en 2018, para el que pronostica un alza del 2,7 por ciento del PIB y un descenso de la tasa de paro hasta el 24 por ciento.

Sin embargo, este último informe de la sociedad de estudios del Grupo Unicaja Banco no refleja de forma explícita la repercusión de los últimos acontecimientos en Cataluña. Y estos pueden hacer mella en España.

Según los expertos, los principales riesgos son el secesionismo catalán y una posible subida de los tipos de interés.

El principal reto es, por tanto, mantener el crecimiento por encima del tres por ciento (siendo muy optimistas). Ningún organismo internacional prevé, de momento, que España lo vaya a lograr. Ni el propio Gobierno, de hecho, anticipa una mucho más moderada expansión del 2,3 por ciento. Sin embargo, en 2016 y 2017 el dinamismo de la economía española terminó sorprendiendo a propios y extraños.

Con todo, este año los peligros son más evidentes porque el propio Banco de España ha alertado de que una prolongación de las tensiones políticas en Cataluña podrían afectar no sólo a la economía autonómica sino a la del conjunto del Estado, el riesgo de subida de tipos de interés está ahí y los efectos del Brexit, también.

Con todo, el consumo familiar pierde fuelle por la previsible estabilización de la tasa de ahorro y la falta de una subida de los salarios en términos reales. Y la empresa, anémica aún, no se prevé que tome el relevo de la inversión pese a los altos márgenes empresariales y los bajos tipos de interés. Así que mucho tiene que cambiar para que en 2018 la economía logre sus new year resolutions.