El cambio climático es una realidad y sus efectos ya son palpables en algunas zonas de Andalucía donde la temperatura ha sobrepasado los dos grados de aumento que responsables políticos, empresarios y la sociedad europea se comprometieron a evitar en la pasada Cumbre del Clima de París. Según los expertos del agro, se prevé que en la región la temperatura aumente en los próximos años entre 5 y 7 grados; que las lluvias se reduzcan entre un 10 y un 20 por ciento; y que los periodos de sequía sean mayores, así como la concentración de CO2 en la atmósfera. Factores que provocarán una fuerte erosión en el suelo, nefasta para la agricultura.

Para paliar estos efectos, agricultores, ingenieros agrónomos y empresas del sector trabajan a destajo en innovaciones en maquinaria, gestión de fitosanitarios o riego que permitirán mitigar las consecuencias del cambio climático. Nuevos métodos y herramientas que presentaron en la VI Jornada de Innovación en el Sector Agrario, organizada por Asaja Sevilla.

Uno de los más ambiciosos es LIFE ClimAgri y que se está desarrollando en varios países del Mediterráneo, como Grecia, Italia, Portugal y España. Un proyecto de agricultura de conservación que propone un decálogo de buenas prácticas en el que se contempla la siembra directa –que permitirá reducir hasta un 90 por ciento el problema de la erosión–, el mantenimiento de la cobertura vegetal y la rotación de cultivos. De esta forma, la agricultura se adapta al ambiente, y éste no se modifica para producir la planta, como se contempla en la agricultura tradicional, explica el director de la Asociación Española de Agricultura de Conservación, Emilio J. González.

Después de dos años aplicando estos métodos, ClimAgri se traduce en un 60 por ciento menos de erosión en el suelo, un aumento del 56 por ciento de secuestro del carbono o un descenso cercano al 20 por ciento de las emisiones de CO2, lo que en cuatro años podría compensar las emisiones de 1,2 millones de ciudadanos europeos. Además permite reducir a la mitad la necesidad de gasoil, así como una caída en los tiempos y en los costes de producción, lo que implica una mayor rentabilidad para el agricultor, resume González.

Adelantar la fecha de siembra es otra de las propuestas que se hicieron a lo largo de la jornada, pero no de forma aleatoria. Para hacerlo de acuerdo a las necesidades del cultivo, el Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (Ifapa) propone valerse de las nuevas tecnologías. Entre las propuestas del investigador titular de Ifapa Alameda del Obispo, Ignacio Lorite, está la aplicación de estrategias de riego deficitario a través de la utilización de sensores que identifiquen el estado del agua para determinar unas fechas de riego ajustadas a las necesidades del cultivo.

Agricultura inteligente

El uso riguroso de la maquinaria es otro de los factores que permitirá minimizar los efectos del cambio climático en el campo. Después de varios años de investigación, el proyecto MecaOlivar, del que es responsable el equipo de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Córdoba, ha patentado varias cosechadoras que se sirven de sacudidores de copa, sensores y paraguas –que recogen y cargan– para mejorar la recolección de la aceituna. Además, el equipo e investigación ha desarrollado un sistema para la aplicación de fitosanitarios que utiliza sensores que detectan la copa del olivo y copian la forma para suministrar con mayor precisión los agroquímicos. De esta forma, se ahorra tiempo, costes y se aplican con mayor precisión, lo que beneficiará al medioambiente, apunta el catedrático del área Jesús Gil.

La empresa ec2ce da un paso más allá en la innovación en el campo y apuesta por el big data. La idea de Ricardo Arjona y Pedro Carrillo es analizar la información pública y de los propios clientes para crear modelos predictivos que permitan hacer tomas de decisión activas y no reactivas. Un ejemplo: ante la plaga de la mosca del olivo, esta empresa predice hasta con cuatro semanas de anticipación la evolución de la plaga, lo que permite aplicar con mayor precisión en el tiempo el producto fitosanitario. De esta forma, el cultivo es más eficiente y rentable, al evitar mayores pérdidas.

Así, según los resultados obtenidos en varios proyectos pilotos, la inteligencia artificial aplicada a la agricultura incrementa un 15 por ciento la productividad, disminuye un 10 por ciento la aplicación de pesticidas y aumenta en un 30 por ciento el factor sostenible.

Dentro de las innovaciones en el campo, no podía faltar el uso de drones. SmartRural propone integrar estas aeronaves como una herramienta más del agricultor. EBee es su particular apuesta. Este dron se sirve de una cámara multiespectral, la gama RGB y un sensor térmico para calcular mapas de dosis para la fertilización (que permitan ahorran un 65 por ciento de agroquímicos), peritar los daños de una parcela o crear mapas para instalar sistemas de riego, entre otras utilidades.