«El ‘Brexit’ enfrió un acuerdo de distribución en el Reino Unido»

Esta firma sevillana lleva cuatro décadas transportando a las personas de arriba a abajo. Cuenta con tres sedes propias fuera de España (Brasil, Rusia y Estados Unidos) y exporta un 70% de su producción. En dos años estiman volver al nivel precrisis

10 feb 2017 / 14:27 h - Actualizado: 11 feb 2017 / 22:34 h.
"Empresas","Marcaje al empresario"
  • Florencio Chacartegui, director general de Hidral, en la sede de su empresa, en el Polígono Parsi. / Manuel Gómez
    Florencio Chacartegui, director general de Hidral, en la sede de su empresa, en el Polígono Parsi. / Manuel Gómez

La actividad de Hidral empieza hace 40 años, ¿cómo nace la compañía?

—La empresa la funda mi padre con otro socio en noviembre de 1975. Mi padre había trabajado en astilleros y también en el sector de los ascensores, pero ambos decidieron salir de sus respectivos trabajos para montar una pequeña empresa que se llamaba Suministros Auxiliares, y que ha estado funcionando hasta hace poco. Comenzaron en los bajos de la casa de mis abuelos, en San Jerónimo. Allí fabricaban con medios muy arcaicos complementos de ascensores. Por entonces entraron las primeras multinacionales en España y vieron una oportunidad de crecer ofreciendo un producto diferente.

¿Cómo pasa de aquel bajo de San Jerónimo a lo que hoy es Hidral?

—Dejamos de fabricar y comercializar componentes y centramos el negocio en fabricar y suministrar elevadores completos y listos para instalar. No montamos los ascensores ni le vendemos directamente a constructoras ni a usuarios finales, estamos en la parte trasera de la cadena del negocio y comercializamos a través de empresas ascensoristas.

¿Quiénes son sus clientes?

—Las principales multinacionales del sector. Thyssen, Otis, Kone, Orona...También le vendemos a ascensoristas pequeños.

Muchos de sus clientes tienen también fábrica propia, ¿qué diferenciación aporta su compañía?

—Tenemos una línea de producto muy amplia. En general, las grandes empresas se centran en el corazón del negocio, que son ascensores convencionales para bloques de vivienda, donde hay más volumen. Pero nuestra estrategia es complementar su gama de producto, como reza nuestro lema. Tenemos una gama muy amplia y flexible, adaptada al hueco y a la necesidad de cada cliente.

Tienen sede en Estados Unidos, Rusia, Brasil... ¿Cuándo empezó su carrera internacional?

—En los años 80 ya vendíamos algo fuera, pero fue a partir del año 94, cuando nos presentamos en una feria en Bruselas, cuando empezamos a exportar de forma más consolidada. Bélgica fue el primer país donde empezamos a vender con un volumen importante. Hoy, Rusia es nuestro principal mercado, donde tenemos empresa propia; nuestro segundo mercado es Francia, y así estamos consolidados en más de 60 países. La primera sede que abrimos fuera fue en Brasil en 2009, que tiene fábrica propia, si bien con la crisis en el país está en stand by. En 2012 inauguramos la sede en Moscú y en 2014 abrimos en Estados Unidos, donde también fabricamos. Además tenemos acuerdos de distribución en exclusiva o con participación en la empresa en Francia y el Líbano.

¿Trabajan en nuevos mercados?

—Estamos intentando cerrar un acuerdo con Reino Unido, pero con la irrupción del Bréxit la relación se enfrió. El abaratamiento de la libra hizo que competir con la poca producción local fuese complicado. Como estrategia para este año queremos abordar la India, aunque allí sería con fábrica propia. China lo hemos dejado porque hemos llegado tarde, allí la producción local está muy desarrollada.

¿Cuánto pesan los mercados internacionales?

—Hoy en día el 70 por ciento es exportación.

¿Qué supuso para la empresa la debacle de la construcción?

—El boom del sector nos afectó en una línea de producto que teníamos para casas particulares, una vivienda más de lujo, que fue la primera en caer. Pero hemos sobrevivido y crecido porque no teníamos deudas. La caída en ventas fue muy grande, del orden del 45 por ciento y todas las reservas se agotaron. Antes de la crisis facturábamos 32 millones de euros, en 2012 estábamos en 18 millones. Ahora estamos en 23 millones, todavía no hemos llegado a las cifras de antes de la crisis. En 2015 hemos empezado a crecer y a tener otra vez beneficio. La intención es llegar a la cifra que teníamos dentro de dos años, lo que sí es cierto es que la coyuntura económica es muy incierta y no hay grandes crecimientos.

¿Algún lugar especial donde estén sus ascensores?

—Realizamos el ascensor del aeropuerto de Doha que utiliza la familia real de Qatar en exclusiva. También hicimos el elevador del pabellón de Cruzcampo en la Expo 92, desde donde salían los artistas en el escenario. En la plaza del Aseo de Zaragoza hay instalado un tubo similar al del Louvre. También hemos fabricado, sobre todo en Brasil, ascensores que llegan al techo del rascacielos para la gente que llega en helicóptero.