«Las firmas internacionales tienen que mirar a Sevilla como capital del bordado»

Conocido como Paquili, este vecino del Cerro descubrió su pasión por el bordado por amor a su Virgen de los Dolores. Un arte que ha llevado a Nueva York o París gracias a grandes de la moda. Es el único bordador finalista del Premio Nacional de Artesanía

08 abr 2017 / 21:26 h - Actualizado: 08 abr 2017 / 22:13 h.
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  • Francisco Carrera Iglesias, más conocido como Paquili, en su taller de la calle San Isidoro. / Jesús Barrera
    Francisco Carrera Iglesias, más conocido como Paquili, en su taller de la calle San Isidoro. / Jesús Barrera

—¿Cómo nació su vocación por el bordado?

—Empecé a bordar por una relación de amor. Soy del Cerro del Águila, vivo prácticamente al lado de la iglesia y mi familia siempre ha sido muy devota de la Virgen de los Dolores. Cuando iba a verla, veía que nunca la cambiaban ni tenía nada bordado. Decidí por amor a mi virgen aprender a bordar con una oficiala ya retirada del barrio, que había trabajado en el taller de Padilla y Carrasquilla, y me enseñaba por las tardes. Realmente a mí me gustaba el dorado y también me metí en un taller a aprender, pero luego el bordado me cautivó.

—¿En estos más de 40 años cómo ha evolucionado el bordado?

—El bordado sacro sigue igual que hace seis siglos. En el taller no hay ni una máquina. La evolución que ha sufrido el negocio es de gestión, de adaptarnos a las nuevas tecnologías. Fuimos el primer taller en tener página web hace ya 18 años.

—¿Hay alguna pieza a la que tenga especial estima?

—Cuando recalco una pieza es por un aspecto afectivo, más que por la parte técnica, ya que todas forman parte de mi historia y de mi evolución. La primera saya que le hice a mi Virgen de los Dolores es muy especial, y sin pretenderlo marcó la pauta de mi vida. La hice con mucho sentimiento y fe.

—Victorio y Lucchino, Loewe, Del Pozo, Cañavate son algunos de los diseñadores con los que ha trabajado. Ha sabido diversificar...

—La parte sacra es el origen del taller, pero hemos tenido la capacidad de abrir nuevas perspectivas de riqueza para la ciudad. Hay firmas internacionales que buscan un producto artesanal y excelente. Sevilla, en ese sentido, es capital. ¿Por qué? Porque tenemos una tradición del bordado de seis siglos ininterrumpidos, solo que lo hemos focalizado en el arte sacro. Pero tenemos que buscar nuevos recursos para la ciudad, como el de la moda, que tiene un inmenso poder económico y se renueva cada seis meses. Tenemos que conseguir focalizar a Sevilla como centro del bordado para que todos los diseñadores internacionales miren a esta ciudad; porque al fin de cuentas mi capacidad de trabajo es limitada y se va a beneficiar el resto. Pero además está la connotación del brexit...

—¿Qué tiene que ver la salida del Reino Unido de la Unión Europea?

—París ha perdido el 70 por ciento de sus talleres y Channel, para asegurarse la producción, ha comprado los que quedaban. Así que el resto de diseñadores contratan los bordados a través de una intermediaria que está en Londres. Pero, con el brexit, las firmas europeas van a tener que pagar aranceles a esa intermediaria. Sin embargo, si somos capaces de visualizar a Sevilla como el centro neurálgico del bordado, las firmas de la comunidad se fijarán en nosotros.

—Gracias a esos diseñadores ha salido al exterior. ¿Dónde se han podido ver sus trabajos?

—Francia, Inglaterra, Portugal, Shanghai... También fue un honor ver que en un escaparate de Barneys en Nueva York había un traje bordado por mi taller o que la ex primera dama Michelle Obama vistiese un traje hecho en Sevilla. Además, aunque nadie lo sepa, para mí es un orgullo haber bordado el palco regio del Teatro Real de Madrid.

—¿Le afectó la crisis?

—Sí, sobre todo por el arte sacro. Las hermandades tenían que atender a sus obras de caridad. También es cierto que a partir de ahí abrí más negocio en la moda y aposté por trabajar con más diseñadores. Con Del Pozo, por ejemplo, llevamos trabajando cinco años y con ellos tenemos aseguradas cuatro colecciones al año.

—¿Hay vocaciones en el mundo del bordado?

—Hay mucha gente que quiere ser bordador, pero sin prepararse, y todo tiene su tiempo y dedicación y luego que Dios te toque con la varita del don. Además, curiosamente no ha habido en la historia de Sevilla ninguna escuela. Solo se aprende en los talleres y éstos no están considerados como artesanos porque pagamos el 21 por ciento de IVA. Sin embargo, te vas a Valencia y los artistas falleros pagan el 10 por ciento. Yo los aplaudo. Los artesanos de Sevilla tenemos que estructurarnos y hacer una reflexión para defender la calidad de lo que hacemos con el marchamo de Sevilla. Somos talleres artesanales pero no se nos puede olvidar que somos empresarios.

—Es uno de los pocos artesanos con el sello de Calidad Turística, ¿por qué optó por esta vía?

—Viajo mucho y cuando vas a Egipto te enseñan cómo hacen los papiros, en Venecia te llevan a las fábricas de cristal, pero aquí no te traían a un taller de bordado o a un orfebre, y pensé que había que cambiar el chip. Además, Sevilla no tiene tejido industrial. Su industria es el turismo. Y qué mejor que si queremos vender un producto patrimonial a nivel turístico que acompañarlo de lo artesanal.