—Oblumi nace de una forma especial...
—La empresa surgió en un evento de emprendedores, el Startup Weekend Sevilla, a finales de 2013. Lo más peculiar es que hasta ese evento los cuatro socios no nos conocíamos. La idea que presentamos era la de un termómetro conectado y resultó ser la vencedora de esa edición.—¿Cómo ha sido el camino desde aquel evento hasta que la idea se ha materializado en el mercado?
—Hay un camino de dos años en el que hay dos fases. El primer año lo dedicamos a presentar el proyecto a muchos concursos y a diferentes eventos para conseguir visibilidad e inversores para materializar el proyecto y construir el dispositivo –que convierte el smartphone en un termómetro–. Al final de ese año hubo un business angel que aportó ese capital inicial. El segundo año lo dedicamos en exclusiva al desarrollo tanto del software como del hardware y a sacar a la venta el producto en diciembre de 2016.—¿Tuvieron complicaciones a la hora de desarrollar el hardware en España?
—Es muy complicado. Si conseguir inversión es muy difícil, yo diría que fabricar es casi igual. Nosotros fabricamos el producto completamente en España. Hemos tenido distintos proveedores, pero finalmente uno ha confiado en el proyecto porque está interesado en abrir una línea de negocio en el campo del eHealth. De hecho, hemos conseguido certificarlo como Medical Device tipo 2A, el sello que tienen los termómetros que podemos comprar en la farmacia. Además, es curioso que seamos la única empresa de España fabricante de termómetros. Realmente ha sido un proceso duro tanto de fabricación como de tramitación de certificaciones.—Por el momento tienen un producto que es Oblumi Tapp, ¿están trabajando en nuevos?
—Estamos desarrollando nuevos productos en el campo de la sanidad vinculada al colectivo infantil. En este momento estamos pendientes de la propiedad intelectual.—Al poco tiempo de sacar Oblumi Tapp al mercado se posicionaron en el extranjero, ¿cómo fue el proceso?
—Nuestro primer cliente no fue español, la primera distribuidora que confió en nuestro producto era francesa. No existe un proceso de internacional, se nace internacional. Actualmente vendemos en más de 20 países. En Italia, Reino Unido y Alemania el producto está funcionando muy bien. El mercado internacional supera el 90 por ciento de nuestra facturación.—¿Les ha costado entrar en el mercado extranjero por ser sevillanos?
—No. En Europa ha sorprendido que sea diseñado y fabricado en España, pero no desde el punto de vista peyorativo, sino porque no está en el mercado asiático. —Hace cuatro años eran cuatro trabajadores, ¿y ahora?
—Somos 14 personas en plantilla. Son profesionales del mundo del software y del hardware; incluso alguno ha vuelto del extranjero. —¿Qué previsiones tienen para este 2017?
—Ha sido un año importante porque hemos consolidado la nueva línea de negocio con lo cual afrontamos el futuro con un horizonte para que en un par de años terminemos de consolidar la nueva etapa. Tapp fue nuestra carta de presentación y ahora hace falta que nos vinculen como una empresa de tecnología y no tanto como una empresa de termómetros. Ahora hay que volver a construir las bases para crecer un poco más. —En la actualidad hay muchos programas y eventos de emprendimiento, ¿cree que se ha desvirtuado el fenómeno startups?
—Efectivamente, aceleradoras hay muchas. Siento una dualidad: creo que hay muchísimas, el emprendedor necesita impulsarse con su propia energía, si bien es cierto que es un mundo muy competitivo, por lo que sí me parece interesante. Es verdad que fracasan muchos proyectos, pero las inversiones no son tantas. Si queremos apostar de verdad por un cambio de modelo, en el que se genere riqueza a través de la innovación, tenemos que asumir que el fracaso es parte de la innovación. El modelo no es pensar en el emprendimiento como solución de autoempleo, sino como un modelo que es capaz de crear contrataciones, un empleo de calidad.—¿En Sevilla hay talento?
—No tengo ninguna duda. Necesitamos creérnoslo. Miramos el norte con complejo. No siempre lo que viene de fuera es mejor. Somos capaces de hacer un software de calidad y en Sevilla tenemos ejemplos de empresas que han crecido mucho en el campo de la tecnología. Además, estamos siendo reclamo para empresas internacionales por nuestra calidad de vida. Málaga está creciendo bastante por sus buenas comunicaciones; por ejemplo, en Sevilla, nos penaliza mucho el aeropuerto. Si para que un directivo llegue a la ciudad tiene que hacer tres escalas, no lo estamos poniendo fácil para que la siguiente sede esté aquí.—También apuestan por la solidaridad...
—Este año queríamos colaborar en la campaña de Navidad y apostamos por la Asociación Marco Luna, que trabaja para concienciar sobre la importancia de la donación de médula. El proyecto que nos ha vinculado a ella es llevar la realidad virtual a los hospitales. Eva Luna, la presidenta de la asociación, me explicaba que ante la leucemia el niño sufre, pero el adolescente también y además es consciente, y muchas veces conseguir evadir a esos niños es complicado, por lo que se necesitan voluntarios para acompañar a estos jóvenes durante una hora. Nos hemos implicado en el desarrollo de los contenidos porque creemos que la tecnología también puede ayudar a los enfermos. Además por cada Tapp que vendemos a través de nuestra web donamos 5 euros si el cliente pone el código MARCOLUNA.