«No se debería permitir que el aceite de oliva sea un producto reclamo»

El presidente de la firma familiar Romero Álvarez lamenta la burocracia que ralentiza la labor en las dehesas y afirma que entre sus retos está abrir una refinería de aceite y una fábrica de corcho. Esta campaña prevé una facturación récord: casi 60 millones

19 feb 2017 / 08:00 h - Actualizado: 19 feb 2017 / 11:33 h.
"Economía","Empresas","Industria","Agroalimentación","Marcaje al empresario"
  • Guillermo Romero, en la tienda de Romero Álvarez en Sevilla 2. / Manuel Gómez
    Guillermo Romero, en la tienda de Romero Álvarez en Sevilla 2. / Manuel Gómez

¿Cuándo nació la empresa familiar Romero Álvarez?

—En 1986, aunque la actividad venía de antes, de la década de los 60, bajo la dirección de mi padre, Manuel Romero Álvarez. Eran tres hermanos, Dolores, Antonio y Manuel. En 1962 o 1963 empiezan el negocio del aceite de oliva. Mi padre arrendó una almazara en Alanís y, después, otras de otros pueblos de la zona. En los años 70 se construye una extractora para aceite de orujo y, posteriormente, se montan prensas para molturación de la aceituna. Se dejaron las almazaras arrendadas y se potenciaron las instalaciones propias, que aún existen. Hasta 1986 el negocio se basó en la molturación de aceituna, extracción de aceite de orujo y también en la compra de aceituna de verdeo que se mandaba al Levante. En 1986 se crea Romero Álvarez SA y se inicia actividad nueva: molturación y extracción de aceite de girasol.

—¿Cuándo empieza la diversificación hacia los productos ibéricos?

—En la década de los 90. Compramos fincas agrícolas y dehesas. Incluso una en La Campana para la cría de lechones. Con el paso de los años, se potencian más las fincas de dehesa y, posteriormente, para que el valor añadido se quedase en la tierra, nos metimos en otra aventura: montar secaderos de jamones, fábrica de embutidos, salazón y secaderos naturales y artificiales. En diciembre cumplimos 15 años en esta actividad. Además, tenemos tiendas para la venta directa del público allí en Alanís y en el edificio Sevilla 2 de la capital donde tenemos las oficinas centrales.

—¿Cuánto representan el aceite y los ibéricos en su negocio?

—Entre el 70 y el 75 por ciento de la facturación proviene del aceite de oliva, de girasol y de orujo. El resto es del ganado y de los productos ibéricos.

—¿Cuántos cerdos prevén sacrificar esta campaña? ¿Qué porcentaje es de bellota?

—Este año vamos a matar unos 11.000 o 12.000 cochinos de bellota y unos 5.000 o 6.000 de cebo de campo. Son todos ibéricos, pero unos puros y otros cruzados. El 70 por ciento se hace de bellota y un 30 por ciento de cebo de campo, aproximadamente. Y también vendemos cochinos a otros industriales de Guijuelo, de Huelva y Extremadura.

—¿En qué puesto sitúa a Romero Álvarez entre las diez principales empresas andaluzas de ibérico?

—La primera es Sánchez Romero, así que podríamos estar la tercera o cuarta porque Sánchez Romero absorbió a Consorcio.

—¿Cuánto facturó en 2016?

—Anualmente facturamos unos 50 millones de euros. En 2016 fueron 39,3 millones. Este año estimo que nos aproximemos a los 60 millones. Creo que podemos batir un récord porque el año que más facturamos, hace dos ejercicios, fueron 55 millones.

—¿Por qué?

—Porque tenemos bastante aceite de oliva de la campaña anterior. Y, gracias a Dios, los precios están subiendo. Además, también crece la venta de los productos de secadero. De 2015 a 2016 duplicamos las ventas. Y tenemos saca de corcho en distintas fincas que también ayudará a que suban los resultados económicos éste o el próximo año.

—¿Cuánto producen?

—En jamones y paletas en 2017 unos 36.000 jamones y 36.000 paletas entre bellota y cebo de campo, 36.000 cañas de lomo, 36.000 lomitos... Más que el año pasado, cuando vendimos 26.000 jamones y paletas.

—¿A qué países exportan y cuánto venden fuera?

—Aceite en cisterna vendemos a Italia y Portugal. Envasado sólo vendemos en España. Respecto a los productos ibéricos, mandamos a Francia, Inglaterra, Tailandia, Japón e incluso algo a China. Desde hace un año y medio o dos años la venta internacional se está abriendo cada vez más. Incluso llegamos a algunos países latinoamericanos. Pero, como mucho, vendemos al exterior sólo un 5 por ciento. El resto se queda en el mercado nacional.

—¿Cómo pretenden aumentar las ventas de ibéricos?

—La mercancía de paletas, embutidos, etcétera la queremos llevar más aún a hoteles y restaurantes. El boca a boca está funcionando ya en Sevilla, Madrid y Barcelona.

—¿Cuántas fincas tienen?

—14 fincas en propiedad y también otras muchas arrendadas. En total, disponemos en esta montanera de 15.000 cochinos de bellota distribuidos en 70 fincas desde el sur de Córdoba y Sierra Norte hasta el sur y oeste de Extremadura.

—¿Qué le parece el Plan de las Dehesas de la Junta? ¿Qué propondría?

—No hay ni borrador aún. Yo pediría que eliminen el disparate de burocracia y trabas que tiene cualquier persona para mover un dedo en la dehesa. Hay muchos impedimentos a la hora de realizar tareas necesarias en una dehesa, y me refiero a podas, desbroces... Veo correcto que lo controlen, pero con más agilidad y que no sean tan estrictos en algunas cosas porque logran que se quede la dehesa sin arreglar.

—¿Qué objetivo o reto tiene a medio o largo plazo?

—Dos. Uno, montar una refinería de aceite, un deseo que tenía mi padre, quizás en un puerto, en el de Huelva, Cádiz o Sevilla. Dos, montar una fábrica de corcho en Alanís o esa zona a medio plazo.

—Pero la multinacional Amorín pisa fuerte ya en la zona.

—Lo quiere convertir en un monopolio, pero yo, mientras pueda, no se lo vendo. Y tendremos este año unos 6.000 quintales de corcho.

—Con el cerdo lo hacen todo, desde la cría hasta la comercialización. ¿Por qué no hacen lo mismo con el aceite?

—Porque creo lamentable que el virgen extra sea un producto reclamo en los supermercados, no se debería permitir. Con la refinería tendríamos más competitividad. El negocio no es bueno porque mandan las grandes distribuidoras. Si deja de ser un producto reclamo, fincas de labor con nula rentabilidad las quiero transformar en olivar intensivo o superintensivo.

—El campo no es rentable.

—Sólo el olivar y desde hace dos años. Los agricultores trabajan con unos precios de vergüenza. En cereal no pueden competir con Ucrania, Rusia, Rumanía o Bulgaria.