Sevilla y la aviación

La historia de la ciudad está unida a la de la aeronáutica. Desde hazañas legendarias como la del Cuatro Vientos hasta la configuración de sólidos pilares industriales con la Hispano Aviación

17 nov 2016 / 22:17 h - Actualizado: 19 nov 2016 / 07:00 h.
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  • El Saeta fue el primer avión a reacción fabricado en España y uno de los aparatos cien por cien sevillano, diseñado y fabricado en la Hispano Aviación. / Txetxu Rubio
    El Saeta fue el primer avión a reacción fabricado en España y uno de los aparatos cien por cien sevillano, diseñado y fabricado en la Hispano Aviación. / Txetxu Rubio
  • Transporte de las alas de un HS-42 hacia Tablada en el año 1942. / El Correo
    Transporte de las alas de un HS-42 hacia Tablada en el año 1942. / El Correo
  • Sevilla y la aviación

Se sabe que Sevilla desempeñó un cometido de primera magnitud en los caminos de la mar desde que, con la toma de la ciudad a los almohades, Castilla fundara su marina, Pedro I abriera la «línea de la lana» con Inglaterra como punto final y, tras el descubrimiento de América, quedara como cabecera del tránsito entre España, el Atlántico, el Pacífico y el Índico. El maridaje de la ciudad con las rutas aéreas es mucho menos conocido a pesar de que no exista un metal con peso específico y apreciación para dar nombre a unas bodas que sobrepasan cumplidamente el siglo y que, por tanto, se celebraron casi al mismo tiempo del nacimiento de los aeroplanos.

Pero lo cierto es que la que fuera llamada Viuda del mar volvió a desposarse con el cielo a principios del siglo pasado. Al casamiento se invitó a todo el mundo y la tarjeta luce aún en muchos de los bares y tabernas que tienen como decoración los carteles de las Ferias de Abril. Figura con todas sus letras en el de 1910. Allí está la I Semana de la Aviación, en el salón de la pista del hipódromo de Tablada, que se llenó de un público expectante para admirar las proezas de unos locos en sus locos cacharros, como los llamó Ken Annakin en su película. El evento también lo recogía, con grandes titulares la portada de este periódico en la edición del 8 de abril de ese año.

Aquello no fue un capricho sino un evento de promoción bien calculado mediante el cual Sevilla llamaba la atención de los promotores de una industria que acababa de abrir los ojos: la posición de la ciudad en la cruz de los caminos de Europa, África y América, su clima y la horizontalidad de su suelo, le daba todas las papeletas de la rifa y la posibilidad de recuperar, en el aire, la preponderancia perdida siglos atrás en el mar.

Como la unión indisoluble con la Feria de Abril, la de la vieja Híspalis con la aviación también se lo debemos a un catalán, el ingeniero militar Pedro Vives Vich, artífice del arma aérea española, que logró sacarle al ayuntamiento sevillano –venciendo la resistencia de sectores inmovilistas– la parcela sobre la que se asentó el aeródromo de Tablada. Desde el lado opuesto, ese ejército le debe a un andaluz su logotipo. El extraño sol con alas, emblema del persa Zaratustra, lo diseñó un amante de la arqueología, el infante y piloto Alfonso de Orleans. Pueden verlo quienes visiten el ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, antiguo palacio de su antecesor el Duque de Montpensier.

Se sucedieron a continuación proyectos tanto militares como civiles en los que tuvieron protagonismo personajes muy ambivalentes como Manuel Delgado Brackenbury, aviador y escultor al mismo tiempo, autor de la fuente de la Puerta de Jerez y patrocinador de la Copa Brackenbury para la primera tripulación que consiguiera cubrir la distancia Madrid-Sevilla, abriendo con ello la era de las aerolínea comerciales españolas. Otro sería el granadino Emilio Herrera Linares, el primero –junto al fabricante y fotógrafo Ortiz de Echagüe– en atravesar volando el Estrecho de Gibraltar. Herrera, un futurista de los de Julio Verne pero en carne y hueso, con el objetivo de alcanzar la estratosfera, inventó el traje espacial mucho antes de que lo hicieran en Houston y con su ayuda: republicano hasta el final terminó su vida en el exilio americano.

Las proezas continuaron con el establecimiento de la primera línea internacional, al unir Sevilla con Larache en 1921 y al constituirse en cabecera de los dirigibles –entonces parecían el mejor medio para el transporte de pasajeros– entre el Viejo y el Nuevo Continente. Para conseguir la Línea Europa-Buenos Aires fueron adecuados los terrenos de lo que ahora se llama Aeropuerto Viejo en el que atracó decenas de veces el Graff Zeppelin. Su vuelo sobre el caserío lo recuerdan todavía las tarjetas postales en color sepia de aquel tiempo. Al mismo tiempo habían nacido lo que después serían la Maestranza Aérea y la Hispano Aviación. En el periodo de la Exposición Iberoamericana el aeropuerto sevillano tuvo más vuelos y pasajeros que los de Madrid y Barcelona.

Esos años y los que discurrirían hasta el final de la II República serían los de las hazañas legendarias, la del Cuatro Vientos con final en la trágica y misteriosa desaparición del aparato y sus tripulantes, pero otras exitosas: la del hidroavión Plus Ultra que, partiendo de Palos de la Frontera y llegando a Argentina, volvería en 1926 a Sevilla sobre la cubierta del navío Buenos Aires. O las del Breguet Jesús del Gran Poder, que protagonizó varias. Bautizado en Tablada con la presencia de Marconi, intentó primero –en 1928– cubrir el camino hasta la India, pero una tormenta de arena lo obligó a aterrizar en Bassora (Irak). Al año siguiente lograría un nuevo objetivo, volar hasta Bahía, en Brasil, decorado con motivos sevillanos por Martínez de León y otros artistas, para a continuación visitar otros países.

Todo eso pertenece a la etapa heroica de la aviación y no serían más que episodios si no hubieran estado cimentados en la industria que nació con ellos y que, volando en el tiempo, aterrizaría en unos antiguos almacenes de madera de la trianera calle de San Jacinto. Allí renació la vieja Hispano-Suiza, convertida en Hispano-Aviación.

La Hispano es parte indisoluble del arrabal porque en ella nació la moderna aviación española de los tiempos de Franco y el nuevo movimiento sindical que cumpliría un papel importante en su desaparición. De sus talleres salieron, primero, los aparatos militares que estuvieron en servicio hasta los años cincuenta, después el reactor Triana, que gozó de una vida corta, y, más tarde, el Saeta que todavía sirve en nuestro ejército del Aire.

Junto a esta factoría, Construcciones Aeronáuticas (CASA), fundada por Ortiz de Echagüe, ha sido un puntal de la industria sevillana a lo largo de la mayor parte del siglo pasado y la Maestranza Aérea fue siempre una institución netamente sevillana que sirvió tanto para el ensayo y aprendizaje como para la innovación.

Ayer la entrega del primer A400M a la Fuerza Aérea evidencia que, aunque en otra localización pero cercana, después de todo, a aquel Aeropuerto Viejo de los viejos zepelines, Sevilla, después de un siglo trepidante, sigue estando en la parrilla de cabeza de una industria que, como apuntó hace meses el avión solar Impulse II, no es algo que pertenezca al pasado sino que se abre al futuro.