La lección de los Globetrotters

El espectáculo del famoso equipo estadounidense llena San Pablo con cientos de niños y jóvenes en las gradas. No era un partido, ni falta que hacía, fue mucho más

16 may 2018 / 00:09 h - Actualizado: 16 may 2018 / 00:17 h.
"Baloncesto"
  • El pabellón San Pablo, lleno durante el show de los Globetrotters. / JDP
    El pabellón San Pablo, lleno durante el show de los Globetrotters. / JDP

No son pocas las veces que se pone en cuestión que Sevilla sea una ciudad de baloncesto. Treinta años con un equipo en la élite no han bastado para que esa incógnita quede despejada. Viene la selección española y en San Pablo no cabe un alfiler. Pero claro, a quién no le gusta ver a Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Rudy Fernández, Ricky Rubio, Sergio Rodríguez, Calderón, Marc Gasol... no hace falta ni ser un apasionado del baloncesto. En días como ayer la interrogante que surge es otra.

No es la primera vez que los Harlem Globetrotters vienen a Sevilla, lo han hecho en varias ocasiones, desde aquella primera vez en 1960 en el estadio Benito Villamarín. Por tanto, no es por novelería. Las entradas no eran precisamente baratas (desde 18 euros) y el merchandising mucho menos. La camiseta original, a 65 euros, el balón oficial, nada menos que a 100 euros. Primera lección: si no puedes pagar tanto, no te preocupes, hay productos asequibles para todos los bolsillos: más balones a 30, otros a 10 euros, otras camisetas a 45, a 20, o muñequeras... nadie se marcha sin su recuerdo. Para pagar, en cash o con tarjeta, ningún problema. Faltaría más. Y San Pablo se llenó de niños por todos los rincones botando balones con franjas blancas, azules y rojas, con las estrellas tan características, con camisetas de los Globetrotters, también de muchos equipos de la NBA, de Curry, de James, de Porzingis, el letón que hizo camino en San Pablo rumbo a la Gran Manzana, incluso alguno sorprendió con la prenda de los Washington Generals, el equipo de los malotes en el teatrillo que se montaba en la pista, donde el partido era lo de menos.

Aún así, difícil apartar la vista un momento de lo que ocurría sobre el parquet, con una interacción constante de los jugadores con el público, especialmente con los niños. La música no para, como las canastas. Porque aunque a veces casi se olvide, entre broma y broma demuestran su calidad como jugadores de baloncesto. En la pista, una línea de tres y otra de cuatro puntos, que ya incluso se están planteando añadir en la NBA. Y los porcentajes de acierto desde allí eran asombrosos, como los mates. Un show en toda regla que demuestra que los estadounidenses siguen estando a años luz en la puesta en escena.

El resultado era lo de menos, no era una competición, no necesitan una identificación ni un escudo para llenar, el espectáculo por el espectáculo, puro disfrute del baloncesto pero no solo del baloncesto con cientos de niños entusiasmados junto a sus familias y amigos. Debe haber una fórmula para aprovechar todo esto para los domingos, y próximamente los viernes, de todo el año en San Pablo. Hay que encontrarla.