La coreografía de los mediocres

La dignidad de la derrota en el Camp Nou ante un Barça indolente no oculta las carencias de un Sevilla en busca de su auténtica filosofía. Berizzo no grabó a fuego su modelo en un encuentro clave para recuperar la credibilidad.

04 nov 2017 / 23:41 h - Actualizado: 05 nov 2017 / 22:17 h.
"Eduardo Berizzo"
  • Kjaer trata de escapar de la presión del delantero uruguayo del FC Barcelona Luis Suárez, que se lanza al suelo para robar el cuero al central danés. / Efe
    Kjaer trata de escapar de la presión del delantero uruguayo del FC Barcelona Luis Suárez, que se lanza al suelo para robar el cuero al central danés. / Efe

En silencio y sin el aliento de su gente. En la más estricta intimidad y en la soledad de los focos del Camp Nou, el territorio vetado para los mediocres desde que un genio que responde al nombre de Leo Messi decidiera, por la confabulación de la historia y los astros del deporte rey, que el fútbol es una obra de arte. El discurso grabado a fuego en la hoja de ruta de Berizzo y sus hombres genera una sensación de desaliento y enojo colectivo en la afición del Sevilla FC, su patrimonio inmaterial y material desde que las lenguas antiguas escribieran en las tablas de la ley de Moisés la idiosincrasia de la clientela de Nervión.

Eduardo Berizzo rechazó la sonrisa del destino para ser tirano o víctima con honores en un escenario irrepetible. El SFC no genera confianza en su entorno y del discurso del argentino emana el verbo maquillado y la verdad oculta del fútbol. El de Cruz Alta, heredero de los fuegos de artificio y los equilibrios sin red de Sampaoli, regaló otro análisis para la parapsicología. Para aquellos que se autoengañan con la trama de sus ídolos. El Sevilla perdió la oportunidad de competir y de inocular en vena a su tropel el ADN de la casta y el coraje. Se conformó con una derrota digna en un lugar repleto de señales y no apto para mediocres.

El Barça, sumido en la dinámica de la controversia en Europa y en España, no exigió la mejor versión del rival. Y las redes sociales fueron el ágora de la vieja Híspalis. En Twitter y en las tascas que fueron testigo de una noche de lluvia otoñal y frío calado en los huesos. El personal, aquel que ahorró cientos de euros para los viajes de las finales, reprobó la imagen y las formas de Barcelona. Y cargó contra la planificación de una plantilla sin un ‘9’ nato –Muriel aporta pero no engancha– y contra una ruleta rusa de rotaciones. Como la de David Soria, condenado a la lupa en cada reto público. Berizzo se ha refugiado en su vestuario y en un mensaje común. El de una tendencia oculta para los miles de tipos que ahorran un puñado de euros para jalear que el Sevilla recupere su versión más creíble. El ADN de la casta y el coraje.