Con las piernas cansadas por el eterno viaje en autocar y con la garganta rota de festejar en público y en la más estricta intimidad el histórico retorno a Segunda División B compareció la plantilla del Écija Balompié en el Palacio de Benamejí, el lugar elegido para la recepción oficial ofrecida por el Ayuntamiento. Allí, con el sol aún presente en el horizonte del Genil, los aficionados azules vitorearon a los héroes de La Murta, allí donde la formación astigitana formalizó su regreso al mapa de bronce del fútbol patrio. Juanito, a hombros, fue el encargado de revolucionar al gentío apostado en la céntrica plaza. Y del discurso oficial, a la fiesta improvisada. Sin medida y con la sensación de cerrar un año de cine.
En San Pablo y al calor de su gente. Allí, con la grada de Tribuna abarrotada, el propietario de la entidad, Yung Gon Park, fue ovacionado antes de que los pupilos de Juan Carlos Gómez, los héroes de carne y hueso y sueldos de tres cifras, aparecieran uno a uno al ritmo de la música. De la música y de los cánticos de los fieles abnegados que soportaron el infierno de Tercera División. Los decibelios del desfile fueron creciendo al son de las travesuras de los más jóvenes. El más clásico fue el guardameta Arti, que recurrió a un capote de torero para presentarse en el césped con una sonrisa reveladora. Ezequiel, eufórico en Valencia, con el banderín de un saque de esquina, el ursaonense Moyita con su bufanda en la cabeza y Alejo, el carismático capitán, con el ‘12’ con el que conquistó la gloria en La Murta serigrafiado en el cuerpo.
Al grito de es nuestro líder, Alejo es nuestro líder, el guía del cuadro astigitano agradeció el apoyo de la hinchada con las rodillas a tierra y los brazos al cielo. En señal de la travesía por el desierto. De los momentos aciagos de un trienio agotador y que se esfumó como una sombría pesadilla con el error de Pepín. El tipo que amagó con otro ejercicio de paciencia estoica. Écija es de bronce.