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El Écija Balompié conquistó ante el Olímpic de Xátiva el cuarto ascenso de su historia a una categoría de ámbito nacional, el segundo a Segunda División B. El primer éxito data de 1987, el año del asalto a Tercera División.

25 jun 2017 / 18:28 h - Actualizado: 26 jun 2017 / 00:01 h.
"Écija Balompié","Ascenso a Segunda B"
  • La afición del Écija Balompié invadió el césped de San Pablo para festejar el histórico ascenso a Segunda División de 1995. / Archivo
    La afición del Écija Balompié invadió el césped de San Pablo para festejar el histórico ascenso a Segunda División de 1995. / Archivo
  • Los aficionados mantean a Paco Chaparro tras el ascenso de 1992. / Archivo
    Los aficionados mantean a Paco Chaparro tras el ascenso de 1992. / Archivo
  • Once inicial del Écija Balompié en San Juan de Aznalfarache en 1987. / Archivo
    Once inicial del Écija Balompié en San Juan de Aznalfarache en 1987. / Archivo

En Xátiva, corazón del Mediterráneo y uno de los emblemas de la resistencia de la España republicana, logró el Écija Balompié el cuarto ascenso de su historia a categoría nacional, un festejo que emuló anteriormente en 1987, 1992 y 1995. La tropa de Juan Carlos Gómez rubricó el segundo asalto de su curriculum a Segunda División B, un torneo al que había escalado a las órdenes del mítico Paco Chaparro en el ejercicio 1991-92. El primer éxito mayúsculo en la singladura del cuadro astigitano data de 1987, cuando certificó su acceso al mapa estatal gracias a su escapada desde las catacumbas de la Regional Preferente. El 14 de junio de 1987, apenas unos días antes del famoso atentado de ETA en el supermercado Hipercor de Barcelona, el equipo de San Pablo lograba el primer ascenso a Tercera División desde su fundación.

En la tarde de aquel 14 de junio, apenas unas horas después del ascenso del juvenil, el Juventud de Écija, a Liga Nacional, la formación que dirigía Antonio Muñoz, taxista de profesión, recibía al San Roque con el aliciente de lograr su propósito con un triunfo. La escuadra azul rivalizó en aquella liguilla con Algeciras, Ubrique Industrial, Montilla, Antoniano, San Roque de Lepe, Aguilarense y La Palma. Un solitario tanto de Félix Navarrete obró la hazaña y catapultó al escuadrón de la Ciudad del Sol a la última etapa de ámbito estatal (1-0).

Tras una exitosa colección de peripecias en Tercera División, el bloque azul afrontaba hasta el 28 de junio de 1992 el mayor reto de su dilatada historia. Aquel día, los discípulos de Paco Chaparro necesitaban ganar al Talavera para formalizar su ingreso en el torneo de bronce. Hueso, Bellido y Quino firmaron el éxito (3-1) que había amenazado un gol de penalti de Ramírez y propagaron la fiesta por las abarrotadas gradas de San Pablo, que congregó a 5.000 aficionados. Vélez y Don Benito completaron un grupo, el D2, en el que los de la Calle José Herrainz no cedieron una sola derrota después de una exigente y agotadora serie.

La experiencia del Écija Balompié en Segunda División B fue enriquecedora. Su adaptación a la competición fue rápida y desde su estreno en el curso 1992-93 se habituó a convivir con los poderosos de la Liga. Sin embargo, la consagración definitiva se produjo en 1995. En la 1994-95, los hombres de Manolo Wic cerraron la fase regular en la tercera plaza. Ya en el play off, entonces con el formato de liguilla, el sorteo fue caprichoso y emparejó al Écija Balompié con Numancia, Levante y Pontevedra. La serie final fue una liberación de energía para una cuadrilla que se impuso al Levante de Juande Ramos en el encuentro decisivo en el Ciutat de Valencia (2-4).

Los anfitriones acumulaban un revelador 2-0 en el tiempo de asueto, aunque las dianas de Juan Ramón, bigoleador, Quino y Casado germinaron la semilla de la confianza en el vestuario visitante. En la última encrucijada del camino, el bloque azul necesitaba puntuar ante el once granota para cumplir con su propósito y tramitar su anhelado ascenso. Al cierre del encuentro más relevante en la historia de la entidad del Genil, los azulinos firmaron un eléctrico 1-1 gracias a un gol del centrocampista vasco Iñaki López Murga, en aquel tiempo un trotamundos que consumía las últimas páginas de su cuaderno de ruta con 34 años.