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Aquí rugió el dragón Ewan

El australiano Caleb Ewan (Orica) inauguró su palmarés en grandes vueltas en el final trampa –muro de 800 metros– de Alcalá de Guadaíra. Peter Sagan y John Degenkolb sucumbieron al potente sprint del ‘aussie’

26 ago 2015 / 19:06 h - Actualizado: 27 ago 2015 / 12:42 h.
"Ciclismo"
  • La Vuelta a España a su paso por Sevilla capital. / Pepo Herrera
    La Vuelta a España a su paso por Sevilla capital. / Pepo Herrera
  • Meta en Alcalá de Guadaíra, donde venció al sprint el australiano Caleb Ewan. / Pepo Herrera
    Meta en Alcalá de Guadaíra, donde venció al sprint el australiano Caleb Ewan. / Pepo Herrera

Degenkolb y Sagan se miraron atónitos. La llegada era poco menos que un traje a la medida de ambos: una tachuela de 800 empinados metros en las postrimerías de los 167 kilómetros anteriores de cero por ciento de elevación orográfica. Los escapados, que nunca supusieron una amenaza real, estaban neutralizados a diez de meta, los trenos aproximaban a toda pastilla al sometido pelotón y las dos citadas megaestrellas de la velocidad ciclista, ganaban metros hasta colocarse como idóneas puntas de lanza de la estirada serpiente multicolor. De repente, perfilado el mano a mano, emergió el outsider Caleb Ewan, del Orica Green-Edge. Un portento australiano de 21 años, con rasgos orientales, piernas cortas y complexión liviana en comparación con la clásica fisonomía del sprinter, los culogordos del pelotón. El descarado aussie pegó su rueda a la de un Degenkolb –ganador en 2015 de dos monumentos y poseedor de hasta nueve etapas en la Vuelta y una en el Giro–, que había lanzado con potencia la volata, resistió las acometidas de Sagan –cuatro etapas en Tour y Vuelta y cuatro maillots verdes de la Grande Boucle- y determinó a riñonazos que sería Alcalá de Guadaíra, ya cuando se perdían las escamas de la cola del dragón trasfigurado en puente, el lugar donde inaugurar su palmarés en grandes vueltas.

Ewan conseguía así su primer gran triunfo como ciclista profesional, y al igual que sus víctimas de ayer –Sagan y Degenkolb– descorchó el sabor de la victoria en rondas de tres semanas en la efervescente Vuelta a España. Segunda victoria del Orica, que sin embargo, no pudo completar una jornada redonda al perder el maillot de líder que hasta ayer se enfundaba Esteban Chaves. La meta, por inédita como inesperada, hizo estragos en un pelotón incapaz de imaginar el cuestón que aguardaba. El colombiano no llegó con los primeros a la meta tras el frenético sprint, y cedió la cabeza de la general al holandés Tom Dumoulin, del Giant-Alpecin, que sí aguantó el tirón de la cabeza. El escarabajo lo sigue ahora a solo un segundo en la general, mientras que Nicolas Roche (Sky), se mantiene en tercera posición. Entre los favoritos no hubo grandes diferencias, apenas los seis segundos que Froome consiguió picar a Quintana, Valverde, Purito y Van Garderen en el corte de la llegada.

La quinta etapa de la Vuelta, a excepción del muro de meta, supuso poco más que un paseo digno de la próxima operación retorno de los sevillanos –y alcalareños– veraneantes gaditanos. Salida en Rota, paso por Jerez de la Frontera y postas en Trebujena, Lebrija, Las Cabezas de San Juan, Los Palacios, Dos Hermanas y Sevilla, antes de arribar a Alcalá de Guadaíra. Si bien los ciclistas se libraron del peaje de la AP-4 –la carrera transitó por la A-471–, nada pudo remediar el soporífero calor que desprendían las llanuras del Bajo Guadalquivir. Para colmo, y posiblemente como fruto de lo anterior, el ritmo era lento, casi desganado. La batalla contra la siesta la libró el etíope Grmay (Lampre-Merida), que parecía querer emular las gestas que sus compatriotas se están marcando en los mundiales de atletismo de Pekín. Atacó bajo la pancarta de salida, buscando la hazaña. En el kilómetro 40 se unieron a su intento otros dos escapados, el canadiense Duchesne (Europcar) y el belga Keisse (Etixx-Quick Step). El trío intercontinental llegó a tener hasta siete minutos. Una ventaja que descendió de forma inmisericorde cuando a falta de veinte kilómetros, en pleno paso por la capital hispalense, el pelotón elevó el ritmo, hasta engullir a unos escapados más pendientes de reclamarse relevos, especialmente al etíope, ya muy flaco de fuerzas. Cuando más estéticas eran las imágenes que el helicóptero mostraba de Sevilla, a la altura de la avenida Luis Montoto, Keisse lo intentó en solitario. La aventura del expistard apenas duró hasta Montequinto. Quedaban diez kilómetros y todos los peces estaban ya en el mismo banco.

Y de ahí al final, lo ya narrado. Volata clásica con final trampa que desordenó al numeroso pelotón y ocasionó cortes, sin que ningún favorito disipara sus opciones. Solo se perdieron dos cosas en la ribera del Guadaíra, ambas en los canguros del Orica: el liderato de Chaves y el virgo del imberbe Ewan en las grandes vueltas.