Carolina Marín, la reina pasmada (que no lo era)

Un hito sin parangón. Por su característico semblante pareciera que no se entera de nada, pero la onubense completó en Río una revolución sin precedentes en el deporte español

26 dic 2016 / 08:00 h - Actualizado: 26 dic 2016 / 08:00 h.
"Bádminton","Los protagonistas de 2016"
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Dicen que la cara es el espejo del alma. Si así fuera, podría pensarse, a primera vista, que Carolina encierra una personalidad retraída, introvertida, incluso pasmada. Nada más lejos de la realidad. Como Felipe IV en la novela de Torrente Ballester, su íntimo deseo de convertirse en la número uno de la raqueta y el volante, su ambición sin límites, ha removido los cimientos del deporte como pocas veces ha sucedido en este país de –esta vez sí– alelados y acomplejados. Y ha provocado, no una, sino varias revoluciones: en el deporte femenino, en el suyo propio (el antes ignoto bádminton), en el andaluz, en el onubense...

Como a su idolatrado Rafael Nadal, con quien comparte zurda prodigiosa y el eufórico grito de «¡Vamos!» para celebrar puntos y autoanimarse, a esta joven (23 años desde junio) de Huelva se la veía venir desde que con ocho añitos probara en una modalidad deportiva que le sedujo por su rareza, a la que acudió junto a su amiga Laura –con quien compartía afición por el flamenco, que aún hoy mantiene: le encantan los tacones, un gusto nada recomendable para una deportista de élite, por cierto–, pero sobre todo gracias a la campaña de difusión y captación de valores que realiza desde los años ochenta en su ciudad natal el club IES La Orden, que en este caso la halló en el colegio Diocesano, como recuerda Paco Ojeda, el verdadero prócer del bádminton en la capital onubense.

Carolina ingresó en la entidad mediada una temporada y en dos o tres meses su monitor, Miguel Ángel Fernández, ya apreció su potencial y su afán competitivo, por lo que sugirió a Ojeda llevarla al Campeonato de Andalucía benjamín, que se celebraba en Rota. Allí perdió en la final contra Sara Sánchez (CB Triana), mucho más avezada, «y se cogió un rebote del quince», evoca Ojeda. Un berrinche por perder sin duda seña de quienes nunca se conforman con la derrota y que se repetirá en no pocas ocasiones. Como cuando, ya en etapa juvenil, perdió ante una holandesa en un torneo de selecciones autonómicas: «Si no mediamos, la tira por la grada, quiere ganar a toda costa», exagera Antonio Molina, a la sazón técnico andaluz y artífice de los innumerables éxitos del CB Rinconada. El club sevillano (diez títulos consecutivos de División de Honor hasta 2012), por cierto, impidió en su día a Carolina proclamarse campeona de liga, (casi) lo único que falta en su palmarés, ya que Marín fue cuatro años subcampeona con La Orden y sólo tras su marcha –a la liga danesa, luego a Francia y a la India, donde aseguran que gana un millón de euros al año–, paradójicamente, el club onubense ha podido asaltar el trono rinconero.

Y es que Marín, pero no sólo ella, ni mucho menos, ha coadyuvado al impulso del bádminton regional, que –un hito digno de análisis– manda en España desde hace años merced a un caldo de cultivo generoso; como muestra un botón: cinco de los ocho equipos de la máxima categoría son de nuestra comunidad. Y otro: con ella crecieron otros valores andaluces con los que coincidió en la selección nacional en las diversas categorías: José Membrive, Víctor Martín, Alejandro Toro y el sevillano Juan Manuel Fernández Quiles, uno de sus amigos y confidentes en esas concentraciones y torneos.

Carolina no es tampoco la primera andaluza campeona olímpica –antes lo fueron Theresa Zabell, Mari Carmen Barea, Elena Benítez y Marina Alabau–, pero sí el primer deportista de Huelva con medalla en unos Juegos. No es de extrañar que la ciudad le tenga en un altar; no en vano, este pasado miércoles el polideportivo municipal –allí juega el CB Conquero, aunque no el IES La Orden, que lo hace en el Andrés Estrada– fue renombrado como Pabellón Carolina Marín Martín.

Apellidos que debe lógicamente a sus padres, Gonzalo y Toñi, que siempre han sido un apoyo para ella es hija única, igual que ella ha sido siempre muy familiar –a sus abuelos maternos ha dedicado muchos de sus éxitos, como aquel Europeo sub 19–, y muy casera. A caballo entre la India, el mundo entero donde compite y su Huelva natal, donde reside con su pareja, Alejandro, esta joven que también adora los animales (los caballos mismamente, y los perros) es, en definitiva, «alegre y un poco loca», dice Fernández Quiles. «No es la persona más extrovertida del mundo, pero tampoco es especialmente tímida», añade Ojeda. Es la reina. Lo demás importa poco.