Dependientes del coche

Una de las miles de contraindicaciones del furor constructivo y del culto al ladrillo ha sido que la mayoría de las ciudades están pensadas para coches y no para personas. En la Semana Europea de la Movilidad faltan políticas reales y sobran fotos de políticos en bici

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
16 sep 2017 / 21:34 h - Actualizado: 16 sep 2017 / 21:50 h.
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  • Una de las actividades en bici para los más pequeños programadas con motivo de la Semana de la Movilidad en Sevilla. / Manuel Gómez
    Una de las actividades en bici para los más pequeños programadas con motivo de la Semana de la Movilidad en Sevilla. / Manuel Gómez

El próximo viernes 22 de septiembre se celebra a nivel europeo el Día sin coches, una de las principales actividades que forman parte de la Semana Europea de la Movilidad. Pensada como una oportunidad para sensibilizar a la ciudadanía sobre las ventajas de la reducción del tráfico motorizado, esta celebración no deja de ser un tanto utópica, ya que las ciudades están diseñadas en su mayoría para depender del coche para cuestiones tan cotidianas como ir a trabajar.

Según el Instituto Nacional de Estadística, casi la mitad de los trabajadores de España que necesitan utilizar un medio de locomoción para ir al trabajo lo hacen en automóvil. Tan sólo algo más del 13 por ciento usa únicamente el transporte público. Como es lógico, una deficitaria y poco atractiva red de transporte metropolitano hace que vivir fuera de las ciudades convierta a los habitantes de los municipios de la periferia en los que más usan el coche.

El Día sin coches es una iniciativa que parte de la Comisión Europea y que se celebra cada 22 de septiembre desde el año 2000 con un doble objetivo: Por un lado, promover la reflexión individual y colectiva sobre el uso del automóvil privado como forma de transporte. Y, por otro, potenciar la utilización por parte de la ciudadanía de medios de transporte alternativos en un entorno «pacificado» sin la masiva presencia de vehículos motorizados en las calles y plazas. Ya el pasado año la organización Ecologistas en Acción apuntaba que el alcance de este día es «realmente limitado». «A tenor de lo programado por la mayoría de las grandes ciudades españolas, miles de automóviles, motos y otros vehículos privados volverán a abarrotar y contaminar nuestras calles, fruto de la falta de voluntad institucional por adoptar de forma progresiva y decidida medidas reales de movilidad sostenible en nuestras urbes», apuntaban en 2016.

«El planteamiento que buena parte de las principales ciudades españolas ha adoptado a la hora de celebrar el Día sin coches hace presagiar un rotundo fracaso en la consecución de los objetivos anteriormente mencionados», apuntan desde Ecologistas en Acción, que tildan de «discursos grandilocuentes» los modelos de movilidad sostenibles que llenarán las bocas de centenares de políticos este año coincidiendo con la Semana Europea de la Movilidad.

En efecto, el planteamiento de llevar a cabo el Día sin coches en la mayoría de los ayuntamientos de grandes ciudades como Madrid, Valencia, Sevilla o Bilbao no supondrá restricciones reales al automóvil. Por eso será un día, dicen los ecologistas «que se caracterizará, como cualquier otro día más, por la preeminencia del coche en nuestras calles y los perjuicios sociales y ambientales que ello genera».

Trasladar la celebración del Día sin coches a días festivos o fines de semana (una práctica demasiado habitual en muchas ciudades), permitir que el tráfico motorizado circule por toda la ciudad sin cortes ni restricciones, no poner en marcha medidas de promoción del transporte público y el transporte no motorizado y obviar la realización de campañas de sensibilización e incidencia social sobre el evento, constituyen malas prácticas que contribuyen de forma directa a invisibilidad esa jornada en la que se buscan alternativas al automóvil y, por tanto, a legitimar y perpetuar la posición preponderante del coche en nuestras ciudades.

La necesidad de cambiar de forma drástica el modelo de movilidad que en la actualidad rige nuestras ciudades y municipios y la organización de la movilidad urbana en torno al transporte público y a modos de transporte no motorizados, resultan imprescindibles para construir entornos urbanos más saludables, económicamente más eficientes, socialmente más inclusivos y más respetuosos con el medio ambiente.

Más allá de la foto del político de turno en una bicicleta, urgen más que nunca medidas reales por parte de las administraciones, con la puesta en marcha de políticas y acciones tangibles que combinen la disuasión y restricción del vehículo privado, por un lado, y el estímulo de peatones, ciclistas y formas de transporte colectivo. «No un día», como apuntan en Ecologistas en Acción, «sino durante todo el año, ya que sólo de esa forma las instituciones podrán estar a la altura de sus discursos y los Días sin coches serán justo eso: días sin coches».

La Semana Europea de la Movilidad (SEM) también se está convirtiendo más en un photocall en la que los políticos posan y en las que algunas empresas públicas dedican dinero a campañas que paracen más de marketing que de sensibilización. «De nada sirve realizar gestos favorables a una movilidad sostenible durante una semana al año si los 358 días restantes se continúan impulsando políticas urbanas opuestas», recalcan los ecologistas. En efecto, como reclaman en Ecologistas en Acción, una de las organizaciones más reivindicativas contra estas medidas pseudoambientalistas que forman parte de la nueva tendencia de greenwashing o lavado de imagen con cuestiones ambientales, esta ha sido la tónica en los 17 años que lleva celebrándose la SEM en la mayor parte de los municipios españoles tras el tímido esfuerzo que se realizó el año pasado, en el que algunos municipios se atrevieron a impulsar algunos cortes de tráfico más ambiciosos de lo habitual.

En todo caso, pasado ya el ecuador de las legislaturas municipales, no se puede demorar más la puesta en marcha de las medidas de movilidad urbana que los retos sociales y ambientales actuales y futuros reclaman, muy especialmente los llamados ayuntamientos del cambio, cuyos programas electorales incluían estas medidas. Lo dice Ecologistas en Acción: «Queda tiempo para materializar lo que hasta el momento han sido fundamentalmente palabras y gestos». Y al margen de los tiempos electorales de los alcaldes, se trata de medidas urgentes para una transformación real estructural de las ciudades, para lograr mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, adaptarnos mejor al previsible agotamiento del petróleo y conseguir ciudades más habitables, menos contaminadas, menos ruidosas y socialmente más justas.

Esta SEM podría ser un buen momento para, más allá de ver a alcaldesas y a concejales paseando en bicicleta y participando en charlas y mesas redondas, materializar un compromiso para implantar antes de que termine la legislatura medidas audaces que pongan fin a las autopistas urbanas, reduzcan la velocidad, se aprueben planes de prioridad residencial, eliminen plazas de aparcamiento, mejoren el transporte público, faciliten el uso de la bicicleta y extiendan las zonas peatonales, entre otras. «Hay que poner fin a las recetas del pasado que han diseñado nuestras ciudades en función de los intereses de una élite económica vinculada al ladrillo y la construcción de infraestructuras, parte de cuyos beneficios revertían a su vez en la clase política a través de todo tipo de tramas corruptas», resaltan en Ecologistas en Acción; y auguran que «no parece que las desigualdades sociales y de género, los problemas de salud y los impactos ambientales provocados durante más de 50 años por estas recetas se acerquen a su fin: El motor de la especulación urbanística sigue estando detrás de las políticas urbanas y de movilidad que rigen nuestras ciudades, con todas sus ramificaciones más vivas que nunca: macroeventos turísticos, nuevos planes urbanísticos, planes para la ampliación y construcción de nuevas carreteras o infraestructuras y la extensión de las grandes superficies comerciales». Como apuntan los ecologistas: las estructuras de poder siguen rodando en coches y «si se siguen manteniendo e impulsando estas políticas se impedirá todo cambio real y necesario en nuestras ciudades».