La marea siempre fiel del PSOE de Sevilla

Desembarco. La agrupación más poderosa del país volvió a hacer gala de su fama, llegando a Ifema en autobús, AVE y coches particulares

Iñaki Alonso @alonsopons /
26 mar 2017 / 22:13 h - Actualizado: 17 oct 2016 / 21:40 h.
"Susana Díaz, a por todas","Susana Díaz"
  • El pabellón 1 de Ifema se quedó pequeño ante la avalancha de asistentes –más de 9.000– que acudieron al acto de Susana Díaz. La organización tuvo que habilitar un pabellón anexo. / El Correo
    El pabellón 1 de Ifema se quedó pequeño ante la avalancha de asistentes –más de 9.000– que acudieron al acto de Susana Díaz. La organización tuvo que habilitar un pabellón anexo. / El Correo

Tres y media de la mañana. Un autobús se marcaba una travesía por los Alcores, como si emulara la ruta de los panaderos: El Viso, Mairena y Carmona. De ahí, cargado hasta los topes de militantes con el jet lag del cambio de hora –a las dos se dio el salto a las tres–, cogieron carretera y manta rumbo a Madrid. Siete horas después, sin descuento por el cambio horario, pisaban suelo madrileño. Poco después, obtuvieron la justa recompensa a tan inmensa paliza: un guiño sobre su travesía desde el mismo atril por parte de su lideresa, Susana Díaz, a la que han seguido siempre: en la batalla interna de Sevilla de hace un lustro, luego en su ascenso en Andalucía y, desde ayer, le acompañan en la pugna por la Secretaría General de los socialistas españoles.

Díaz difícilmente iba a estar sola ante 9.000 «compañeros». Pero la verdadera compañía es la de su fiel infantería, aquella que tiró del carro en 2012 y la que, meses después, coparon los puestos de la renovada Ejecutiva que inició la reparación del dinamitado PSOE sevillano, ahora reconvertido en balsa de aceite. En la grada telescópica, casi tapados por un pilar, estaban parte, algunos de ellos incluso seguidores del susanismo desde Juventudes. Jerónimo Guerrero de El Coronil, Segundo Benítez de Castilblanco –y ahora en Agricultura–, José Solís de Villamanrique de la Condesa, Carmelo Cubero de El Real de la Jara,... hacían comandilla. Estaban dispersos y entremezclados en la marea socialista, salvo con la diferencia de no estar ondeando las banderas socialistas. Ya habían batallado bastante ante de llegar a este puerto. El descanso del guerrero, dirían, pues sus caras eran más de disfrute del éxito de su compañera –que según en el discurso de Susana, es algo mayor que el de amiga– y de la «reconciliación» del PSOE, como promulgó Eduardo Madina en su escueto pero conciliador y motivante alegato de telonero. Ellos, los susanistas de cuna, habían salido de Santa Justa en el AVE de las siete «con dos vagones llenos». Una comitiva de 54 personas, con más de una alcaldesa, como la de Almensilla (Agripina Cabello), históricos como Antonio Maestre (Los Palacios) y hasta alguna consejera, como la de Políticas Sociales, María José Sánchez Rubio.

Esta se encontraba situada en la cuota andaluza –junto a Micaela Navarro, Manuel Jiménez Barrios, Juan Espadas– de la zona VIP tras los históricos que firmaron la pipa de la paz en pos de la unidad de la candidatura de Susana Díaz: Felipe González, Alfonso Guerra, José Luis Rodríguez Zapatero, José Bono... En ese papel de secundarios, de caras sonrientes tras las de los titanes, se asomaba la alcaldesa de Alcalá de Guadaíra, Ana Isabel Jiménez, o el presidente de la Diputación de Sevilla y del PSOE provincial, Fernando Rodríguez Villalobos, situado justo a su espalda.

Este no dudó en ejercer, una vez más, de portavoz del sentimiento unánime de la parroquia socialista sevillana: la de una «candidatura aglutinadora», que ha conseguido «unir a compañeros que estaban enfrentados en el pasado». Y sacó un argumentario que repite una y otra vez desde que unió su camino al de Díaz. «Tiene todas las condiciones para ejercer el liderazgo: seguridad en sí misma, visión de país, experiencia política y empatía con el ciudadano», afirmó. A la secretaria general del partido en Sevilla, Verónica Pérez, el cuerpo le pidió dar un salto más. Elevar a rango histórico el acto de Ifema. «El futuro del PSOE empieza a reescribirse desde este momento. Ahora empezamos a recuperar el partido ganador», reivindicó Pérez.

A esa cita, por tanto, no podía faltar casi ningún dirigente sevillano. Y quien se ausentó fue por obligaciones inherentes del cargo de alcalde en tiempos de Cuaresma. En San Juan, se quedó haciendo guardia el alcalde, pregón mediante, pero su agrupación estaba al completo, tras otra travesía en autobús. «Pagado de nuestro bolsillo, no por el partido», saltaban como un resorte para evitar suspicacias.

La militancia del PSOE de Sevilla tomó las gradas del pabellón Ifema, pero no fueron en comanda, como esa estampa de la victoria electoral de Díaz en 2015. Estaban rebujados entre banderas asturianas –muchas–, el club de fans (Juventudes Socialista) de la joven Estela Goikoetxea o las pancartas galegas en formato A4 de los seguidores del alcalde vigués y a la par presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), Abel Caballero.

Algunos, como Antonio Pradas, Verónica Pérez, Javier Fernández o Myriam Díaz, ya estaban el sábado velando armas, con la excusa, bien armada, de la ponencia política, aunque sus intervenciones en redes sociales se centraban en dos mensajes: Susana e ilusión. Otros rostros conocidos, como el histórico Demetrio Pérez, apuraron hasta casi llegar tarde: el AVE de las 8.45 horas para llegar a menos de una hora del acontecimiento.

También hubo cuota sevillana en el pancarteo. Bormujos aireaba su agrupación en una lona, mientras que otra rezaba La Puebla con Susana, con un grupo de fieles encabezados por su regidor, Manuel Bejarano, y su edil Elizabeth Donaire (otra de las más cercanas a la desde ayer candidata oficial). Otros eran más esquivos a los focos. Carmelo Gómez, que antaño fue clave en las aspiraciones de Díaz, se diluía en la marea de sillas de plástico de Ifema, al igual que tantos y tantos dirigentes que, en algún momento, tuvieron mando en plaza. Ahora sólo habla Susana Díaz. Y en el discurso no hacía falta magrear mucho el nombre de Sevilla. Esa plaza ya la tiene ganada, en lo orgánico y en lo electoral, salvo excepciones. Y a una de esas salvedades se agarró: la licencia de citar la presencia de «Mariano (Pradas) de Marinaleda», feudo en manos, de siempre, del líder jornalero Juan Manuel Sánchez Gordillo, de IU pero que alguna vez coqueteó con Podemos. «El sabe bien que más a la izquierda del PSOE no hay ninguna izquierda transformadora». ¿Mensaje a la formación morada o a Pedro Sánchez? Sólo ella sabe a quién soltó la chinita.

Terminado el discurso, tocó desbandada generalizada. El alcalde de El Rubio, Rafael de la Fe, cogió las de Villadiego para no perder el autobús. Estuvo a un tris. Él tuvo excursión. Otros, la vía rápida de la Alta Velocidad. A la media hora, los bares de Atocha se llenaban de peticiones de tapas y Cruzcampo. Era el brindis triunfal del regreso a Sevilla, siesta mediante, en los repletos vagones del AVE.