Callejuelas y plazas envueltas en historia y leyendas

La Sevilla más auténtica con sus patios cubiertos por flores y grandes monumentos. Los callejones y plazas que cuentan nuestra historia o las leyendas que desgranan cómo se fraguó el amor literario entre Don Juan Tenorio y Doña Inés. Así es el barrio de Santa Cruz

04 mar 2017 / 17:10 h - Actualizado: 04 mar 2017 / 17:11 h.
"Turismo"
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Un paseo por gusto, en familia, en pareja, con amigos o si lo prefieres, solo. Si vienes desde fuera de la ciudad y no la conoces aún, este es un lugar indispensable al que hay que ir, sí o sí. Si eres sevillano y hace tiempo que no caminas por esta zona, tienes que redescubrir el especial encanto de recorrer las callejuelas de la antigua judería, también, sí o sí.

Desde los grandes, espectaculares e históricos monumentos, hasta los pequeños detalles de azulejos en fuentes y que te encuentras a cada momento cuando recorres el barrio. Tablaos flamencos, bares de tapas, restaurantes, tiendas de recuerdos, salas de exposiciones o artistas callejeros, van salpicando de dinamismo a las iglesias, plazas, callejones, muralla, naranjos y monumentos.

En Sevilla convivían tres grandes religiones como ocurría en gran parte del resto de España, la cristiana, la musulmana y la judía. Donde hoy se encuentra la iglesia de la Magdalena y San Lorenzo, estuvo la primera judería de Sevilla que con el tiempo fue cambiando de ubicación y desplazándose hacia el barrio de Santa Cruz y San Bartolomé. Allí estuvieron asentados hasta que en el año 1492 los Reyes Católicos dictaron la expulsión total.

Mi consejo es que no tengas un fin planeado, no te propongas ver algo en concreto. Debes ir sin prisa, disponiendo de tu tiempo sin presión y a partir de ahí déjate llevar por ti mismo. Las leyendas, las panorámicas desde lugares claves, el colorido, el silencio o el cante de algún artista callejero en cualquier rincón, te acompañarán en tu paseo. Prueba a conversar con cualquier persona que concluyas que puede vivir en alguna de estas casas, suelen ser receptivos y amables y te pueden contar leyendas y darte informaciones del lugar con una visión diferente a la que ya posees tú. Es muy agradable charlar sobre las anécdotas que generan el paso del tiempo en estas calles tan peculiares y que no aparecen en los libros de historia.

Intenta también encontrar en tu paseo el momento para sentarte en un banco de alguna de las emblemáticas plazas de este laberinto de la judería. La plaza de Doña Elvira puede ser una opción estupenda ya que te dejarás envolver por sus naranjos, el sonido del agua de su fuente y su tranquilidad, que contrasta con los momentos donde escucharás las palabras en diferentes idiomas de las cientos de personas de van pasando por ella o a algún cantaor que acompañado de su guitarra intenta amenizar al personal.

Leyendas que parten del siglo XIV como la preciosa historia de la Bella Susona, que da nombre al callejón Susona, antigua calle de la Muerte. Una historia de amor y traición en la que se mezclan los sentimientos más profundos y nobles entre dos enamorados y los padres de estos. Una hermosa judía vivía en Santa Cruz y se enamoró de un noble cristiano al que amaba a escondidas ante el miedo de que su padre supiera de la relación. En su casa de la judería Susona escuchó en una reunión a su padre con los judíos, planear una sublevación, y en esta se contemplaba asesinar a todo caballero cristiano, lo que incluía a su amante. La enamorada utilizó esta información para prevenir a su amado, información que él aprovechó para adelantarse a los planes del padre de Susona y apresar a los conspiradores, que terminaron condenados a muerte en la horca, incluyendo al padre de nuestra protagonista.

El mismo día de la ejecución, Susona, atormentada por los remordimientos de traición a su padre y su consiguiente muerte, se retiró a un convento como penitencia. Allí vivió varios años hasta que consiguió encontrar la tranquilidad de su espíritu.

Tras su muerte y al abrir su testamento encontraron estas palabras: «Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes y en testimonio de mi desdicha mando que cuando haya muerto, separen mi cabeza de mi cuerpo, y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa y quede allí para siempre jamás». Este deseo fue hecho realidad y se cumplió, y allí quedó la cabeza de Susona hasta mediados del siglo XVII, en la fachada de su casa del barrio de Santa Cruz, en esa calle que comienza en la Plaza de Doña Elvira y en la que encontrarás diferentes azulejos que te relatan la historia.

Espero que te hayan conquistado las diferentes pinceladas que te propongo sobre un paseo por el barrio de Santa Cruz. Ahora solo tienes que poner de tu parte y encontrar esa fecha que necesitas para vivirlo en primera persona. Dispón de tu tiempo, sí o sí.