Contacto con el más allá en la Edad Media

11 ago 2019 / 08:00 h - Actualizado: 07 ago 2019 / 10:56 h.
"La aventura del misterio"
  • Contacto con el más allá en la Edad Media

Es precisamente esa época donde comienza el espiritismo

Desde antaño, ya se conocían a ciertas personas con grandes conocimientos esotéricos, los cuales, también eran capaces de comunicarse con entidades ya descarnadas o fallecidas. Y estos, eran visitados por personas deseosas de saber de los familiares que ya no estaban entre nosotros, con preguntas importantes que, o no les había dado tiempo a preguntar en vida de este, o eran cuestiones que les atormentaban durante días, cuestiones sobre el paradero del alma de su difunto querido.

Podemos destacar, entre estos, herederos de aquellos oráculos romanos o griegos, que consultaban elementos tales como los espejos o las aguas de las fuentes en los distintos templos, que por las circunstancias de los cambios tan profundos que en materia de religión y sociedad se estaban dando en aquellos tortuosos días de la Alta Edad Media, tenían que esconderse en la frondosidad de los bosques centroeuropeos, o perdidos en lugares de difícil acceso para el hombre. Por supuesto que las formas de comunicación habían cambiado. Ya la transcomunicación con los difuntos y dioses (todavía paganos en muchos casos) se realizaba gracias a las facultades extrasensoriales del augur, o bien por el efecto del consumo de plantas alucinógenas que facilitaban ese estado especial mediante el cual, recibir esa tan preciada información que necesitaba aquella persona que llegaba hasta este o esta deseosos de parar el tormento que no les dejaba ni descansar durante la noche.

En muchos casos, estas personas decían haber visto al espíritu de esa persona desaparecida, y eso, aumentaba aún más el deseo de información (hecho que no ha cambiado en nuestros días). Pero no pensemos que estas consultas, de espaldas a las normas de la corriente religiosa que pretendía cambiar social y moralmente a los habitantes europeos, las realizaban sólo campesinos o habitantes de las florecientes ciudades de aquella época. Dentro del desarrollo de las clases sociales que emergían en aquellos años, también personas con cierto poder político, económico o militar, visitaban a aquellos que eran capaces de contactar con el más allá y resolver las dudas que, en muchos casos, tenían como fondo el conocimiento de los acontecimientos que estarían por venir y, en otros, la localización de fortunas desaparecidas que en vida disfrutaba el cuerpo del espíritu al que se le realizaban tales preguntas. Como curiosidad, debemos saber que una vez obtenida la respuesta y verificada la certeza de esta, el pobre médium sufría un “accidente” que le hacía engrosar la nómina de visitantes a los terrenos de Hades.

Conforme avanzaban los años, el cristianismo cada vez tenía más peso político y social en toda Europa, y cada vez más asfixiaba a todos aquellos que sobresalían por realizar actos contrarios a Dios y, por tanto, demoníacos.

La “transcomunicación” en la Baja Edad Media

La baja Edad Media se caracterizaba por un fuerte dominio de la Iglesia en casi todos los estamentos sociales de la Europa de esa época. No sólo realizó cambios para la unificación bajo un mismo patrón social de todos los pueblos europeos, sino que con esa casi enfermiza acción, en la mayoría de los casos violenta, realizada por caballeros armados en nombre del Señor, y amparados por el omnipotente Vaticano, terminaban por acallar las tradiciones ancestrales esotéricas y taumatúrgicas repartidas por todo nuestro continente, y que tanta riqueza de matices le ofrecía a estas tierras. Con ellas, grandes conocimientos sobre astrología, medicina natural, etc.

Además, entre las florecientes clases sociales más altas, ya se había extendido de forma férrea la creencia demoníaca de la brujería, término que acogió también a aquellas personas que podían de alguna forma entrar en comunicación con el más allá. Por tanto, en estos años de cruzadas y batallas por la hegemonía de los mares, de la floreciente ilustración bajo la atenta mirada del cristianismo, estuvo marcada por un claro descenso en la transcomunicación. Aunque, no del todo. Todavía quedaban ciertos lugares repartidos aún más donde, una persona todavía tenía los conocimientos adquiridos por transmisión verbal para poder resolver todas esas dudas, para poder establecer el lazo de unión entre el mundo físico y el espiritual. Y por supuesto, todavía había quien desde una aldea o pueblo recorría la distancia necesaria para poder así seguir visitado a este personaje que decían todos era capaz de preguntar a quien ya no tenía consigo el aliento de la vida.

Un hecho no debe escapársenos. Aunque parezca una aberración, la transcomunicación como fenómeno parapsicológico no hacía distinción de clase ni de creencia. Y ya tenemos testimonios escritos de monjes, abades, párrocos, etc., que eran capaces de entrar en trance y recibir mensajes de entidades del más allá que, por supuesto, viendo el posible peligro que corrían sus vidas al ser acusados de pactos con el diablo, enmascaraban con el hecho de saber el nombre de tal entidad. Y qué causalidad, casi siempre se trataba de un ex compañero de culto, o persona piadosa en vida. Todo esto si fue utilizado por la iglesia de la época, que comenzó a correr la voz de que todo aquel que formaba parte de ella como párroco, fraile, o el religioso local era capaz de establecer ese contacto entre el hombre y Dios. ¿No es esto otra forma de transcomunicación?

Volviendo a aquel médium de la época con conocimientos esotéricos ancestrales. Los métodos para poder entrar en contacto con los muertos seguía sin distinguirse mucho, aunque ya se vislumbraban algunos cambios como, por ejemplo, la preparación de elaboradas pócimas para seguir facilitando ese estado de trance, minimizando los efectos adversos de las sustancias utilizadas hasta entonces.

Debemos distinguir llegados a este punto, al médium de la época del clarividente. Hasta ese entonces, el que utilizaba ciertas herramientas para poder predecir el futuro aseguraba que lo hacía porque una entidad de otro plano le “soplaba” al oído lo que tenía que decir, aunque en su mayoría no era más que la voz de su subconsciente, traduciendo lo que aquel método de adivinación le hacía percibir extrasensorialmente, de la persona que se dedicaba casi en exclusividad a entablar una conversación o servir de puente a un vivo para hablar con un muerto.

Llegamos a un punto de la historia en que, tales actividades que entorpecían y ensombrecían la hegemonía de la iglesia, porque lograba sobrevivir a las amenazas de castigo divino y, en muchos casos, a las espadas blandidas en nombre del señor contra tales herejes, se creó la Santa Inquisición, una especie de “policía” que perseguía estas actividades por todo el viejo continente. No vamos a hablar ya de las atrocidades cometidas por tal “brazo ejecutor” de la iglesia, ni siquiera del aprovechamiento de ciertos vecinos sin escrúpulos que se valían de la sed de limpieza social que tenía para denunciar a su vecino porque le caía mal, bajo la acusación de “brujería”. Esta gran “escoba” no logró barrer en su totalidad a las personas que fueron antepasados de la moderna transcomunicación, pero sí darle el carácter de “gitano”, por la obligación de convertirse en nómadas perseguidos, evitando así ser masacrados, pero sin dejar de ejercer lo que, para ellos, no era algo satánico, sino normal.

Otro dato curioso. Como sabemos, la transcomunicación y el espiritismo, pocos siglos después, se unirían de la mano, tras las experiencias de dos hermanas en una casa, y el nacimiento por tanto de la tipología. Pero este momento no sería, a diferencia de lo que creemos, el nacimiento de este hecho parapsicológico. Se conocen relatos en los que mientras estaban en casa del “médium” de la época, y este lograba el contacto con el espíritu al que se deseaba cuestionar, se podía en algunos momentos de la experiencia saber las respuestas a las preguntas solicitando a esta entidad descarnada que respondiera mediante sonidos, establecido un código para comprender las respuestas recibidas. Los golpes podían ser oídos desde las paredes o, en la mayoría de los casos, en la mesa sobre la que apoyaban sus manos las personas que venían a la consulta.

Podríamos establecer una serie de conclusiones que nos dejarán marcados los caminos de la transcomunicación hasta estas épocas. Si bien durante la Edad Media no se contaban con los medios técnicos que hay hoy en día, no es menos cierto que podemos entender cómo ya se usaban diversos métodos para lograr la comunicación con el más allá, e incluso, en algunos casos según cuentan relatos e historias que han ido pasando de generación en generación, poder incluso oír hablar al espíritu mismo. En definitiva, los métodos utilizados en los siguientes:

- Utilización de sustancias alucinógenas, por parte de la persona que entraría en trance, y respondería a las preguntas de la persona interesada en esa transcomunicación. En muchos casos, debido a que la propia persona en trance era “poseída” por el espíritu de quien se deseaba contactar, esta actividad era calificada de demoníaca, y perseguida bajo pena de muerte.

- Con el paso del tiempo, estas sustancias eran modificadas o mezcladas con otras que, según se creía, provocaba el mismo efecto, sin los daños que sobre la parte física hacía la sustancia pura.

- Ayunos largos, que provocaban en la persona un estado de confusión que bien podría ser la antesala de un estado alpha y, por tanto, la utilización del mismo para hacer aflorar así la percepción extrasensorial y poder establecer contacto con entidades del más allá. Hay que decir que, esta misma circunstancia podía darse en personas cercanas a la iglesia que, mortificando sus cuerpos y obligándolos a subsistir con el mínimo alimento, podrían sufrir estos episodios de trance y, por tanto, comunicación en algunos momentos con entidades no conocidas. Debido al miedo de ser culpado de haber hecho un pacto con el diablo, estas personas decían que la entidad que se había puesto en contacto con ellos o ellas eran también en vida cercanos a la iglesia.

- Mortificación del cuerpo físico, buscando a través del dolor extremo una entrada en un estado de trance, utilizado entonces para poder así establecer contacto con entidades descarnadas. Aunque no muy utilizado, si hay relatos de personas en Europa central que nos apuntan a este método como el utilizado.

- Sacrificios de animales y/o personas, menos utilizado y casi desconocido en la baja Edad Media, servía este hecho como detonante para provocar así estados de éxtasis y poder provocar así la llegada de espíritus desde el más allá para facilitar la comunicación con otros planos de existencia. Cuando el sacrificio era humano, se conjuraba al espíritu del recién fallecido para así buscar en ese plano al otro espíritu solicitado.

Ni que decir tiene que, si nos referimos a la brujería, en gran parte de los aquelarres se realizaban parte de estos métodos antes mencionados y, por tanto, se podría llegar a una comunicación con otros planos de existencia, y a la recepción de mensajes dictados por espíritus.

No debemos caer en el error de pensar que, cuando un augur utilizaba un método como los nombrados más arriba (catoptromancia, cristalománcia, cartas, conchas, piedras o runas, etc.), y decía recibir lo que auguraba de “los dioses” u otros planos de existencia, esto fuera real. Formaba parte esta idea de la falta de conocimientos sobre la mente del hombre y, ya que en algunos casos parecía que las cosas a decir provenían del interior de la misma, este hecho hacía que se mantuviera esta creencia.

La “Catoptromancia” fue perseguida por la Iglesia por el impacto que tuvo en la realiza y en diferentes cortes europeas que eran vistas como un desafío al poder de la Iglesia y al poder de Dios. Defensores de este sistema eran Enrique VII de Inglaterra o a Catalina de Médicis. En 1326, el Papa Juan XXII amenazó con la excomunión a los que practicaban la catoptromancia, pues era una creencia muy extendida que los demonios encontraban a veces refugio en los espejos.

Durante el siglo pasado, en muchos pueblos se recurría a este método para desenmascarar al culpable de un robo, encontrar objetos perdidos y otros asuntos semejantes. El espejo corriente se sustituyó por el espejo consagrado, que se entronizaba en un altar y recibía bendiciones y oraciones y también por la bola de cristal, que en muchos casos se impuso sobre aquél. Así hasta el siglo XVIII la Catoptromancia tuvo una gran aceptación, pero en el siglo siguiente y en la primera mitad del siglo XX la “Cristalomancia” desbancó casi totalmente a aquella, sobre todo la especialidad de la adivinación mediante la bola de cristal o la lectura del vidrio, aunque esta ya se alejaba en demasía del propósito de contactar con el más allá y era más un arte de lectura premonitoria.

Es precisamente esa época donde vamos a encontrar uno de los referentes más singulares en la historia de la comunicación con el más allá, nos referimos al comienzo del espiritismo. Un movimiento, casi una religión que abogaba por el contacto directo con aquellos seres fallecidos que se comunicaban con este otro lado...de la vida.