Cuando la Virgen se aparece

Cantillana, Badolatosa, Carmona, Utrera, Dos Hermanas... Sigue el recorrido de las apariciones marianas por la provincia de Sevilla

01 sep 2016 / 18:06 h - Actualizado: 01 sep 2016 / 20:00 h.
"La aventura del misterio"
  • La Pastora de Cantillana, en la procesión del 8 de septiembre. / El Correo
    La Pastora de Cantillana, en la procesión del 8 de septiembre. / El Correo

Nos acercamos a Sevilla y bajamos desde El Pedroso a la cercana localidad de Cantillana, a unos 40 kilómetros de la capital. Fue fundada por los turdetanos el nombre del Llia o Hipalia si bien es cierto que los primeros asentamientos se remontan al neolítico. En la época romana fue denominada Naeva, teniendo un enclave fluvial estratégico y de gran importancia. En la actualidad aún se conservan restos arqueológicos del puerto y de la ciudad romana, con numerosas inscripciones, junto a vestigios de un acueducto y antiguos enterramientos. Bajo la enriquecedora dominación árabe pasa a llamarse Catineao Catinana, nombre del que deriva su actual denominación. Constituyó una importante fortaleza en el camino entre Córdoba y Sevilla. Es conquistada por Fernando III en el mes de abril de 1247. Con el título de Villa, fue donada por Fernando III en el repartimiento de Sevilla, a la Orden de Santiago, pero pasó en 1252 al señorío de la iglesia de Sevilla. La villa contribuyó en diferentes ocasiones a los gastos de la Corona en tiempos de los Reyes Católicos; así, en el Ayuntamiento se conserva una carta de privilegio que otorgaron estos monarcas a la villa. El primer Conde de Cantillana fundó cinco capellanías. El rey Felipe II la enajenó en 1574 a los Vicentelos de Leca, Condes de Cantillana, cuyo palacio existió junto a la Iglesia. Si quiere conocer una imagen famosa y emblemática de este pueblo sólo debe preguntar a sus lugareños sobre cómo fueron famosos los barqueros y pescadores de Cantillana, algo que aún perdura en el recuerdo.

Muy similar a la anterior es la historia de la aparición de una talla de la Virgen en el sevillano pueblo de Badolatosa, a unos 130 kilómetros de la capital. Cuentan las crónicas que fue un pastorcillo llamado Francisco Gómez quien vio sobre un lentisco un gran fulgor, apartó unas ramas y allí estaba la imagen de la Virgen. Era un 8 de septiembre de 1384. Asustado, no se atrevió a cogerla y acudió raudo al párroco del pueblo a contarle su descubrimiento. El párroco acudió al lentisco con varios hombres y el pastor, tomaron a la Virgen y al llevarla al Templo notaron que ya no estaba... Aquella imagen había vuelto al lentisco entre árboles y ramas. Ante la negativa de la Virgen de ser movida de lugar, se erigió allí mismo una ermita en honor a la Virgen de la Fuensanta.

En Cantillana se rinde culto a la Pastora. Se trata de la Divina Pastora de las Almas, título que inició y fomentó el Venerable Padre Fray Isidoro de Sevilla, capuchino, según cuentan por inspiración del cielo, las crónicas del Convento de Capuchinos narran que, estando Fray Isidoro embelesado y enfrascado en sus oraciones, se le manifestó la Virgen con traje de Pastora, mandándole que la diera a conocer así al mundo. En base a todo ello funda hermandades o rosarios públicos con ese título, siendo la primera de ellas la establecida en 1703 en la iglesia de Santa Marina, en Sevilla. A esta seguirán otras en distintos pueblos de la Archidiócesis, como Carmona, Utrera y Jerez de la Frontera. Alonso Morgado, bibliotecario de la Dignidad Arzobispal de Sevilla dice sobre toda esta febril tarea implusadora que: «no menos célebre fue la de la Villa de Cantillana, por los años de 1720, señalándose desde su instalación hasta nuestros días, por su fervor y entusiasmo religioso, hacia la Divina Pastora, entre todas las demás que hay noticia». Su festividad es celebrada el 8 de septiembre de cada año, es una cita a la que no debe faltar.

Los reyes también han caído en el influjo religioso y en advocaciones milagrosas en función de logros conseguidos. Fernando III «El Santo» era uno de ellos. Llegaba a tal punto su devoción que en cierta ocasión prometió levantar, en agradecimiento, una ermita a la Virgen de Valme, cerca de Dos Hermanas, tras ganar Sevilla en Reconquista, hecho que parecía casi milagroso dado el mal estado de sus ejércitos. Pese a ello, sus huestes se batieron con valor y fuerzas inusitadas en noviembre de 1248 venciendo aquella dura batalla. Milagro o no, la victoria fue del lado cristiano y así, desde entonces el tercer domingo de octubre se celebra la romería de la Virgen de Valme que conmemora este prodigio.

La ermita mandada a construir por Fernando III se situó en las tierras del llamado «Cortijo de Cuarto» y allí depositó igualmente el primer pendón arrebatado a los moros y actualmente se conserva en la Iglesia de Santa María Magdalena en Dos Hermanas.

Tradicionalmente se ha trasladado a Nuestra Señora de Valme a Dos Hermanas para paliar épocas de sequía, de epidemias y otras catástrofes. En 1859 se inauguró la nueva capilla y son los 7 kilómetros que separan Dos Hermanas del Santuario de la Virgen de Valme. Todo un prodigio y toda una promesa cumplida por parte de todo un rey conquistador.

Pasada la ocupación árabe y reconquistada Sevilla por el rey San Fernando, se consagró como catedral la mezquita mayor de la ciudad. Fue el Obispo Don Remondo quien entronizó una imagen de Nuestra Señora con el nombre de Santa María de la Sede, convirtiéndola en patrona de la sede episcopal.