El fin del mundo

Si un asteroide impactara en alguno de nuestros océanos levantaría una ola de varios miles de metros de altura, un megatsunami

05 ago 2017 / 22:23 h - Actualizado: 05 ago 2017 / 22:29 h.
"La aventura del misterio"
  • El fin del mundo

¿Se ha planteado alguna vez cómo será el fin del mundo? ¿Ha pensado alguna vez cuánto tiempo le queda de vida a este castigado planeta nuestro? No son preguntas que uno se suela formular pero que, sin embargo, son lo suficientemente inquietantes como para que rechacemos la simple idea de pensar en ello y de eso sólo tiene la culpa un motivo: nuestro propio miedo.

El cruel destino a veces nos juega malas pasadas y tal vez ese gran rey del terror que vendrá del cielo y provocará el caos en la Tierra no esté tan encriptado como todos creen que nos dejó sentenciado el ya célebre Michel de Nostradame. Actualmente uno de los mayores y más ignorados peligros que amenaza a la Tierra, junto con el propio egoísmo, vanidad y capacidad de destrucción humana, proviene del cielo, de fuera de nuestro planeta azul... Viajeros espaciales incansables en un infatigable camino por el Universo infinito, esos viajeros son los asteroides, errantes masas rocosas de mayor o menor tamaño que en cualquiera de los casos suponen un peligro potencial en caso de impacto directo con nuestro planeta. Muchos científicos los califican como «los peligros del siglo XXI» y no les falta razón, muchos ya nos han pasado relativamente cerca como el famoso Toutatis. El 1997XF11 dio el susto en 1998. Con un diámetro de apenas dos kilómetros no fue advertido hasta que se encontraba muy cerca de la Tierra, en un principio se calculó que podría impactar el 26 de octubre de 2028, según cálculos de recreación informática, los valores fueron retomados y rectificados y el nuevo cálculo arrojó un valor más prometedor, pasaría a 1.150.000 kilómetros... Se respiró con alivio pero los científicos advirtieron: «La posibilidad de choque aún no está descartada...». El Apophis amenaza nuestro planeta para 2019.

Las consecuencias de un choque entre nuestro planeta y un asteroide de estas características serían fatales. La potencia que liberaría sería el equivalente a dos millones de bombas atómicas como las detonadas durante la II Guerra Mundial... Si impactara en alguno de nuestros océanos levantaría una ola de varios miles de metros de altura, un megatsunami (ola gigante) que nos arrasaría. La devastación sería total y se produciría el equivalente a un «invierno termonuclear» en el que perecerían casi todas las criaturas vivas que hoy existen. Una nube de polvo cubriría de partículas nuestra atmósfera produciendo una oscuridad total, los rayos solares no pasarían, el calor se perdería así como las cosechas, los alimentos, la cadena alimenticia y el hombre...

Clark Chapman, del Instituto Científico de San Antonio, afirmó que «podría estar acercándose un asteroide mortal para nuestra humanidad en estos momentos y no nos daríamos cuenta...». Prueba de ello es el asteroide 1989FC de 500 metros de diámetro y un peso aproximado de 50.000 millones de toneladas de peso que viajaba a 70.000 kms/h y que pasó por el mismo punto en el espacio que la Tierra con una diferencia de sólo seis horas... ¡Casi en rumbo de colisión sin ser detectado! Actualmente existe una escala denominada como la Escala de Turín en la que con valores del 0 al 10 se puntúa la probabilidad de impacto de uno de estos errantes cuerpos espaciales, el valor 10 simboliza el daño total con una probabilidad de intervalo mayor de 100.000 años.

Algunos de los últimos asteroides descubiertos son el 2002NY40 y 2002NT7, ambos de dimensiones capaces de provocar una catástrofe más que probable. El primer asteroide es sólo ligeramente menor que el Hermes, que también se acercó en 1937, aunque a una distancia mayor: aproximadamente de 700.000 kilómetros y su máximo acercamiento lo realizó a nuestro planeta el 19 de agosto de 2002 pudiendo ser contemplado «nítidamente» con unos simples prismáticos, de haber chocado hubiera liberado el equivalente a una explosión de 200.000 megatones de TNT, doscientas veces más que la suma de todo el arsenal nuclear del mundo. Incluso al segundo de ello se le llegó a poner fecha de impacto con la Tierra: el 1 de febrero del 2019... Afortunadamente se reevaluaron los cálculos y la probabilidad de impacto se vio disminuida en una contra seis millones... Pero no por ello hemos de dejar de preocuparnos, el peligro puede llegar desde fuera, desde el espacio, desde los confines del Universo y mañana puede ser tarde para reaccionar.

La Sociedad Astronómica de España y América llamó a la calma y afirmó tranquilizadoramente que «lo más probable es que la historia de la humanidad siga teniendo otras amenazas de supervivencia, más preocupantes por su mayor frecuencia, y que en los próximos 1.000 años no suceda casi nada por causa de los meteoritos». Aunque esta afirmación no la pueden sostener con seguridad... Los objetos que están considerados como PHA’s (Potentially Hazardous Asteroids/Asteroides Potencialmente Peligrosos) para nuestro planeta se pueden ver en el cuadro adjunto.

La «tranquilidad» –muy entre comillas– llega a los habitantes de este agotado planeta de la mano de uno de los profetas más respetados y admirados de la historia: Nostradamus. El famoso científico y hombre de bien prosiguió sus cuartetas y sentencias predictivas hasta el año 3797 por lo que hasta esa fecha parece que nuestro mundo deberá estar más preocupado de lo que hacen sus habitantes que de lo que del cielo nos pudiera llegar, pero, por si acaso, más vale que no olvidemos a ese gran rey del terror que llegará del cielo puede estar hoy muy cerca...

Un peligro cósmico se acerca a la Tierra, su llegada y posible –sólo posible– impacto contra nuestro planeta sucedería en el año 2019. La fecha dada inicialmente por los astrónomos para esta Némesis espacial es la del 1 de febrero de 2019, su nombre 2002NT7, así el doctor Don Yeomans, del Laboratorio de Propulsión de la NASA, dijo al ser consultado al respecto: «Podemos descartar las posibilidades de que haya un impacto el 1 de febrero de 2019», aunque no descartó un impacto posterior... «Aunque no podemos descartar completamente un impacto el 1 de febrero de 2060, lo más seguro es que esa posibilidad también sea descartada muy pronto».

Hoy día advertimos la presencia de estas masas rocosas, potencialmente peligrosas para nuestro planeta –en caso de impacto–, cuando casi las tenemos encima, no habiendo una tecnología capaz ni de captarlas antes ni de desviar su rumbo.

Pero hay otros escenarios para ese posible fin del mundo: cambios climáticos, epidemias, terrorismo, pandemias, meteoritos...

1. Cambio climático

Nick Brooks, investigador del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático en la Universidad de East Anglia: «A finales de este siglo es posible que los gases invernadero se hayan doblado y que la temperatura global haya aumentado al menos dos grados. Esto es más calor de lo que la Tierra haya experimentado en el último millón y medio de años. En el peor caso podría alterar el clima en muchas regiones del mundo. Podría llevar a una inseguridad alimenticia global y al colapso masivo de sistemas sociales existentes, causando migraciones y conflictos por los recursos a medida que partes del mundo se hacen inhabitables. No creo que signifique el fin de los humanos, pero tendría un potencial devastador».

2. Pandemia viral

Así lo explica la viróloga María Zambón, del Health Protection Agency’s Influenza Laboratory, desde la investigación de la gripe de la sanidad británica: «Durante el último siglo hemos tenido cuatro grandes epidemias de gripe, además del SIDA y el SARS –el síndrome respiratorio severo agudo, que ha extendido el uso de mascarillas en China y Asia–. Las pandemias masivas asuelan el mundo cada siglo y es inevitable que al menos una ocurra en el futuro. En estos momentos la preocupación más seria es el virus de la gripe aviar H5 en los pollos del sureste asiático. Si este virus aprendiese a transmitirse de humano a humano podría extenderse rápidamente por todo el mundo. La gripe de 1918 causó 20 millones de muertes en sólo un año, más de las que causó la I Guerra Mundial. Un brote similar hoy podría tener un impacto más devastador».

3. Terrorismo

El profesor Paul Wilkinson, presidente del consejo asesor del Centro de Estudio del Terrorismo y la Violencia Política de la Universidad de San Andrews, reflexionaba: «La sociedad hoy es más vulnerable al terrorismo porque es más fácil que un grupo malevolente consiga los materiales necesarios, la tecnología y la experiencia para hacer armas de destrucción masiva. Ahora mismo, la causa más probable de bajas masivas a gran escala por terrorismo sería un arma química o biológica. Liberar a gran escala algo como el ántrax o el virus de la viruela tendrían un efecto gigantesco, y las comunicaciones modernas enseguida lo convertirían en un problema transnacional».

4. Guerra nuclear

Lord Garden, mariscal del Ejército del Aire británico y portavoz de defensa del partido Demócrata Liberal, explicaba sobre esta posibilidad: «En teoría una guerra nuclear podría destruir la civilización humana pero en la práctica pienso que el tiempo de ese peligro ya ha pasado. Hay tres puntos potenciales de atención nuclear actualmente: Oriente Medio, India-Pakistán y Corea del Norte. De estos, Corea del Norte es el más preocupante, con un ejército convencional, de gatillo suelto, que podría empezar una guerra por accidente. Pero me gusta pensar que las barreras contra el uso de armas nucleares se mantienen altas por la forma en que hemos desarrollado un sistema internacional de restricción del uso nuclear. La probabilidad de guerra nuclear en una escala global es baja, aunque permanece la posibilidad de uso nuclear por un estado descontrolado o fanáticos extremistas».

5. Supervolcanes

El profesor Bill McGuire, director del Benfield Hazard Research Centre en la University College de Londres, reflejaba en un estudio: «Aproximadamente cada 50.000 años la Tierra experimenta un supervolcán. Más de 1.000 kilómetros cuadrados de tierra pueden deshacerse en un flujo de ceniza piroclástica, todo alrededor puede cubrirse de ceniza y gases sulfúricos se inyectarían en la atmósfera, creando un fino velo de ácido sulfúrico alrededor del planeta que no dejaría pasar la luz del sol durante años. En pleno día no habría más luz que en una noche de luna llena. El daño global de un supervolcán depende de dónde se produzca y cuánto tiempo el gas tape la atmósfera. Taupo, en Nueva Zelanda, fue el supervolcán más reciente, hace 26.500 años. Sin embargo, el más dañino supervolcán en la historia humana fue Toba, en Sumatra, Indonesia, hace 74.000 años. Estaba bastante cerca del ecuador, así que inyectó gas rápidamente en ambos hemisferios. Los datos demuestran que las temperaturas bajaron dramáticamente los cinco o seis años siguientes, con condiciones heladas en los trópicos». En Yellowstone (EEUU) y Toba están esas dos amenazas.

6. La Tierra, engullida por un agujero negro

Richard Wilson, profesor de física e investigador de la Universidad de Harvard (EEUU), analizaba esta opción en profundidad: «Hará unos siete años, cuando el Recolector Relativista de Iones Pesados se estaba construyendo en el Laboratorio Nacional Brookhaven de Nueva York, había la preocupación de que pudiera formarse un estado de materia densa que no había existido antes. En aquel momento era el acelerador de partículas más grande construido en el mundo y permitía hacer que chocasen con inmensa fuerza iones de oro. El riesgo era que aquello pudiera llegar a una fase que fuera suficientemente densa como para ser como un agujero negro, tomando materia del exterior. ¿Acabarían los laboratorios Brookhaven –y quizá también la Tierra entera– engullidos por un agujero negro creado por el nuevo acelerador? Usando la información que ya conocemos sobre los agujeros negros en el espacio exterior, hicimos un cálculo para descubrir si el acelerador de partículas de Brookhaven era capaz de formar tal agujero negro. Ahora estamos bastante seguros de que esa fase de la materia no se formará en Brookhaven y que no se tragará a la Tierra cuando colisionen estas partículas».

Hoy he querido unir ciencia y misterio para mostrarle un escenario, el del fin del mundo, que, tal vez, no se encuentre tan lejos como pensamos.