Morón de la Frontera tiene una gran historia que se remonta al Calcolítico, ya asentada de forma permanente. Fue en la época de los celtas cuando tuvo lugar la fundación de la ciudad de Arunci, que alcanzó mayor auge en la época romana. En la época visigoda se construye lo que será la iglesia paleocristiana más antigua de Andalucía. Después, en el dominio musulmán de Al-Mourol se dispone de una alcazaba construida sobre una construcción primitiva de la época romana. En el siglo XI llega a ser una de las capitales de los reinos taifas. Fernando III el Santo la conquistará para la Corona de Castilla en el siglo XIII, llegando a depender poco después del Concejo de Sevilla. En 1.285, Sancho IV la cede a la Orden Militar de Alcántara para que la defienda de los ataques musulmanes. A finales del siglo XIV, la Corona favorece su repoblación con privilegios fiscales. En el siglo XV, Morón se integra en el señorío de los Condes de Ureña (la Casa de Osuna). Durante todo esa centuria, desempeña el papel de «guarda de la comarca», participando sus habitantes en las campañas finales de la Reconquista.
En Morón de la Frontera encontramos una instalación peculiar, es una base aérea de utilización conjunta hispano-americana. En 1941 se funda un campo de aviación para capacitar a pilotos de caza para el aire del Ejército español. En 1953, los gobiernos españoles y estadounidenses ultimaron contratos para establecer la cantidad de bases aéreas estadounidenses de las que iba a gozar en territorio español, entre ellas la de Morón de la Frontera. Otras bases aéreas serían las de Zaragoza y Torrejón, en las proximidades de Madrid.
Las bases aéreas militares suelen ser lugares fríos e inhóspitos, herméticos a que se filtren historias de fantasmas, aparecidos y poltergeist. Por ello quizás, los hechos sucedidos en el interior de la base aérea de Morón de la Frontera tienen aún mayor relevancia y verosimilitud. Lejos de las novatadas para aquellos que hacen el servicio militar en el interior de este recinto militar se han registrado fenómenos lejos de cualquier explicación racional. Estos se centran en los extraños sucesos en los pabellones. No es infrecuente que haya un extraño juego de luces que mantienen entretenido a un singular y juguetón duende que disfruta hostigando a los aterrados militares.
El más curioso de los incidentes sucedió cierta noche cuando un cabo acompañado de un soldado daban una vuelta por la base y observaron las luces de un pabellón de entretenimiento encendidas. El pabellón son dos pisos independientes que no se comunican y cuando sales del primero subes unas escaleras y te diriges al segundo donde existen unos billares y otros accesorios de ocio. Para apagar la luz del barracón se debe atravesar la estancia completa, apagar y volverte a oscuras. Bajo estas premisas el soldado obedeció aquella noche la orden de ir a apagar aquella luz. Entró en el barracón y la apagó. .Salió y cuando se subió en el todoterreno, la luz se volvió a encender. El cabo se sorprendió y volvió a enviar al soldado a apagar la luz que volvió a desconectar la luz del barracón. Cerró la puerta no sin antes de todo haber inspeccionado el lugar y haberse asegurado que en el lugar no había absolutamente nadie. Tras haber apagado la luz volvió a cerrar aquella puerta y montado en el auto para de nuevo ver como se encendían las luces. Hasta en cuatro ocasiones apagaron la luz del barracón, al cuarto intento la luz quedó apagada, pero a la vuelta de nuevo parecía encendida. En el libro de visitas no figuraba nada previsto para aquella noche en esa instalación pero aquella luz desde siempre ha sido el enigma de la base. ¿Quién acciona la luz? ¿Quién juega con el cuerpo de guardia de la base? Este hecho es tan real como irrefutable. Nadie supo ni sabe quién acciona y juega con esa luz...
Las sorpresas de la base aérea de Morón de la Frontera y de ese barracón prosiguen en que narran como en otras inspecciones al lugar han sido advertidos seres entre luces y sombras en esta instalación. Los soldados de guardia que acuden a la instalación a poner orden en aquella aparente quietud han comprobado como las luces estaban encendidas y las bolas de billar moviéndose como acabadas de impulsar sobre el verde tapete de la mesa por unos jugadores invisibles. Pero en el barracón no había nadie. Aquellos soldados volvieron a apagar las luces y guardadas las bolas de billar para comprobar minutos después como las luces volvían a encenderse y las bolas de billar seguían moviéndose como si la partida continuara jugándose sobre el tapete del billar.
Otro extraño suceso ocurrió cerca de una torre de vigilancia llamada Kalahari por su evocación a las torres de los safaris. En estas inmediaciones informó un soldado de vigilancia que sentía sonar un teléfono. En la base no le concedieron demasiada importancia pero la insistencia del soldado hizo acudir a una patrulla de tres soldados y un sargento que hacía aquella noche de oficial de guardia. Estando allí el sonido del teléfono no se oía pero al cabo de unos minutos todos sintieron el timbre del aparato. El sargento dio orden de buscar el aparato incluso llegando a mirar muy cerca de la valla de la instalación militar.
No se halló el teléfono pero se comenzó a pensar en enviar a una patrulla al exterior para ver si lo hallaban pese a saber que la autorización pasaba por un proceso muy burocrático y que podía tardar varias horas en aceptar la misma. El sonido era persistente y todos creyeron que podía tratarse del teléfono de la torre. El sargento replicó que aquel teléfono ya no se usaba, que no tenía línea y que incluso tenía los ¡hilos cortados! Tras debatir quién subía se decidieron el sargento y un soldado, llegaron arriba y comprobaron cómo efectivamente el aparato se encontraba en la torre del Kalahari y como no tenía línea. Llegando a descolgar el auricular y comprobar que no emitía sonido. Pero la sorpresa surge como en su presencia aquel teléfono vuelve a sonar quedando ambos estupefactos, descolgaron el auricular y solo oyeron una risa nerviosa al otro lado, de ninguna parte.
A modo de especulación se dice que las manifestaciones y visiones fantasmales en la base (extrañas sombras, personas difusas, luminiscencias y otras alteraciones de nuestro orden terrenal con el orden fantasmal) se deben a, quizás, la muerte de un soldado ahorcado tiempo atrás en la base.