Miedo en el viejo psiquiátrico de Miraflores

26 may 2018 / 20:40 h - Actualizado: 26 may 2018 / 20:49 h.
"La aventura del misterio"
  • Pasillo del psiquiátrico de Miraflores. / El Correo
    Pasillo del psiquiátrico de Miraflores. / El Correo

En muchas ocasiones nos preguntamos si donde antaño hubo un edificio que, presuntamente, estaba encantado, al derribarse y construir –o no- en su lugar los fenómenos pudieran mantenerse. Quizás, en la mayoría de los casos, al no existir una edificación los investigadores perdían el interés por el mismo y se describían menos incidentes inexplicables, pero ello no es un indicador de ausencia sino de desconocimiento al no investigar. Quizás la respuesta a tan intrigante pregunta la tenga un enclave tan mágico como encantado, que fue derribado, y que encontramos en las cercanías de la llamada Súper Norte en las inmediaciones del barrio de Pino Montano: el viejo psiquiátrico de Miraflores.

Las autoridades sanitarias de Sevilla deciden construir un lugar donde albergar el cuidado y tratamiento de los enfermos mentales en Sevilla, debía de ser un espacio grande pues debía recoger a otros enfermos repartidos por otros centros hospitalarios sevillanos, en algunos casos con instalaciones inadecuadas como era el caso del viejo hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre, todo ello se estimó que alcanzaría la cifra de casi 1600 enfermos.

Su historia

El psiquiátrico de Miraflores entró en funcionamiento allá por la década de los 60 del pasado siglo XX y era en extremo necesario pues hasta entonces había realizado tal función el hoy Parlamento de Andalucía que no tenía unas condiciones higiénicas aptas para ello amén de su excesiva antigüedad (un edificio del siglo XVI). En el año 1884 se toma la decisión de construir en la “Huerta de Miraflores” el psiquiátrico sevillano; la zona era también conocida como “Charco Redondo” donde muchas personas encontraron refugio en otras épocas más duras para este país. Así, para su construcción, se siguió el modelo del arquitecto Manuel Portillo que contó con la ayuda –y observaciones- del doctor Gabriel Lupiañez, que tenía experiencia en prácticas psiquiatritas en diferentes instituciones mentales de gran nivel.

Inicialmente, en 1884, se diseñó unas instalaciones que debía dar cobijo a 600 plazas entre hombres y mujeres. Pasaron los años y la construcción se fue finalizando hasta que el 24 de junio de 1890 se abrió el primero de los pabellones; progresivamente se abrirían otros como en 1892 el tercero, en el año 1893 el cuarto y quinto, siendo el bloque centra inaugurado y abierto en 1896 el central. El edificio se fue ampliando poco a poco por necesidades sanitarias y en 1968 se realiza la última obra de ampliación.

En 1984 el psiquiátrico no acepta más altas en sus instalaciones y para 1990 el Servicio Andaluz de Salud decide descatalogarlo como institución psiquiátrica pasando a ser gestionado por Diputación hasta el 1 de enero de 1991, se transfiere a la Junta de Andalucía quedando al amparo del Hospital Virgen Macarena como Unidad de Salud Mental hasta que el 1999 se dispone su cierre teniendo una prórroga el pabellón de Infantiles.

Hechos desconcertantes

El edificio, una vez abandonado, tuvo vigilancia y quedaba comunicado al resto de bloques en los que había personal trabajando, no obstante son los propios trabajadores los que manifestaban que pese a estar ya en desuso se escuchaban ruidos extraños e, incluso, pasaban “cosas raras”. El incidente que más asombró a un vigilante de seguridad fue aquel en el que, una noche, en una ronda, vio encenderse una luz. Accedió al sitio creyendo que podría haber entrado alguien en el interior. Buscó la zona en la que vio la luz y no le costó demasiado trabajo, la habitación se veía iluminada al final del pasillo. Al abrir la puerta la sorpresa fue que no había nadie y que en aquella habitación no había ni bombilla “entonces escuché claramente una voz que me llamó por mi nombre y como algo me empujaba hacia el poco mobiliario que quedaba en aquella habitación. Me giré, la puerta estaba cerrada y no había nadie que yo pudiera ver pero sentía, cerca de mí, una respiración... Fueron momentos de mucha tensión, nunca había pasado tanto miedo”.

Prácticas inhumanas

El edificio, al ser de la Diputación de Sevilla también tuvo otros usos, uno de ellos era la acogida de menores y, normalmente, había vigilancia dentro del mismo. El lugar, está marcado por el drama, por la tragedia mental de muchas personas, por la sinrazón de enfermedades que eran dictadas como “mentales” si más autoridad que la que dictaba la “Ley de Vagos y Maleantes” en tiempos de la dictadura en España. En aquellos años el trato era inhumano en muchas instituciones psiquiátricas y la sevillana no parecía una excepción. Así encontramos el relato, en 1972, de Juan Sánchez Vallejo, doctor que finalizaba sus estudios de Medicina en la especialidad de Psiquiatría en la Facultad de Sevilla. En una época en la que se consideraban terapias y tratamientos aptos prácticas hoy no permitidas como realizar lobotomías anulando “la violencia en el enfermo” y también su voluntad o el aplicar el temible electroshock.

La “Ley de Vagos y Maleantes” permitía que todo aquel que tuviera un comportamiento considerado extraño por un tercero, y se denunciara, pudiera ser ingresado en el llamado “manicomio” y allí pasar una temporada que podría calificarse de pesadilla como fue el caso de represaliados, homosexuales u otras personas sin más enfermedad que la de pensar de forma diferente, sentir o vivir fuera de los cánones clásicos marcado por la época.

Las condiciones de los psiquiátricos en España eran deplorables pues, en Sevilla, había masificación con casi 1500 enfermos de los cuales el 80% llevaban ingresados alrededor de 10 años. Se carecía de habitaciones, había enfermos salas no habilitadas o corredores. El doctor Sánchez Vallejo indicaba que en el Psiquiátrico de Miraflores se realizaban prácticas consideradas vejatorias cómo la de higienizar al enfermo sacándolo “a un patio en camisón, en invierno y en verano, donde un celador les rociaba los genitales con una manguera de agua fría y otro los fumigaba con insecticidas”.

Fenómenos inexplicables

Era el psiquiátrico un lugar en el que había una fuerte carga emocional, una fuerte carga psíquica y todo ello, antes o después, acaba saliendo y manifestándose se la forma más insospechada.

Una vez derruido el edificio sólo quedó como vestigio el solar donde antaño se asentaba. Sin embargo hay algo más... Los empleados –que ya no trabajan en este lugar- afirman que, hoy día, en aquel mismo solar, “pueden escucharse voces y llantos, impresiona mucho”, nos relataba una persona que estuvo vinculada al mismo. “Una noche cruzaba por esta zona, donde estuvo el manicomio y, de repente, me llamaron, por mi nombre. Me volví pero no había nadie, además la noche era muy mala, hacía mucho frío y se iba a poner a llover de un momento a otro. Seguí caminando y me volvieron a llamar, ya no tuve ninguna duda, algo invisible estaba pronunciando mi nombre y no era de este mundo”.

Nuestro protagonista silenció esta experiencia hasta una noche en la que vio a un compañero entrar lívido en el pabellón: “¿Qué te pasa? ¿Has visto un fantasma? Y me dijo que dando una ronda le habían llamado, se dio la vuelta y miró, alumbró con la linterna pero no vio a nadie, además la zona no es de las más oscuras pues es donde estaba el manicomio y llega la luz de la carretera y de la otra zona. Al no ver nadie creyó que era una mala pasada de su cabeza, entonces fue cuando algo le dio en el hombro, como un toquecito y pudo ver a un señor, con bata o “pijama” de paciente que lo miraba a apenas dos metros y se desvaneció ante él... Claro, al regresar el pobre tenía un ataque de ansiedad de la experiencia tan fuerte que vivió”.

Voces de nadie, ruidos extraños y “siluetas o sombras que se pasean por ese mismo sitio y que no están proyectadas por nadie”, son algunos de los fenómenos que hoy se pueden vivir en este preciso lugar pese a que el edificio -como tal- ya no existe.

Pero no son las únicas experiencias extrañas vividas allí, cuando el edificio estaba aún en pie un grupo de personas entró en el interior del mismo a través de la “sala de máquinas”, P.J. nos decía: “Fuimos a este lugar llamados por la curiosidad de ver que sucedía en su interior, venía una persona con dotes de médium. Él comenzó a sentir allí cosas muy fuertes, a manifestar mensajes coherentes con el sitio donde nos encontrábamos pero, lo más impresionante, fue una psicofonía que captamos dentro y que resultaba desgarradora”.

Testimonios y vivencias

José Luis S. también ha trabajado en su interior: “Yo trabajé mucho tiempo allí, cuando había pacientes y cuando no. Cuando había pacientes tenía un pase pero ¿y cuando estaba aquella ala sola? Pues se seguían oyendo gritos, pero no de un animal, que esos los conocemos, gritos de persona como si todavía hubiera allí dentro algo, un recuerdo, algo, el caso es que es tremendo... Cuando tú vas a las habitaciones de azulejos (llamadas así porque están alicatadas incluyendo el suelo, estaban dedicadas a tareas de limpieza) era horrible, percibías cosas, aquellos pasillos que no se acababan y podías oír como algo gruñía, o como te siseaban, o de cómo las luces se iban apagando y encendiendo tras de ti... Es horrible”.

Y seguimos escuchando los testimonios de aquellos que han sufrido experiencias de este tipo, María J. trabajó en el interior del edificio durante cinco largos años: “Era lo peor, cuando llegaba el turno de noche me echaba a morir, de día vaya porque hay luz y hay más gente..., pero de noche es que no se sentía un alma allí y para colmo es que éramos dos personas y con muy pocas ganas de bromas... Un día venía de uno de los patios y cogí el pasillo que lo rodea, entré en una de las galerías y sentí como me llamaban...”Mari” decía aquella voz...mira, un escalofrío me dejó helada, y otra vez aquella voz me dijo: “Mari”, miré buscando quién podía ser, no vi a nadie y salí corriendo en busca de mi compañera que se encontraba en el otro extremo del edificio, llegué tan nerviosa que tuvimos que parar cerca de una hora, ella no podía haber sido, al sentirme llamarla vino a mi encuentro y le conté lo que me había pasado, entonces ella me confesó que a ella también le pasaba muchas veces y que por eso llevaba siempre la radio puesta y alta..., esta vez tuve suerte y la pillé cambiando las pilas...Si no la llego a encontrar me muero”.

En este edificio también encontramos un módulo de la Cruz Roja y un centro de día, aún destaca su antigua arquitectura y las estancias para los residentes, las habitaciones, las zonas de limpieza alicatadas hasta el techo con los tragadores en medio de la sala, largos pasillos con puertas a ambos lados y un ambiente de extrema frialdad, a medida que subimos la situación se normaliza, habitaciones, pasillos y zonas comunes, en la zonas bajas se encontraban las estancias de los pacientes más violentos, las enfermerías, baños y cocinas, todo en estado de semiabandono. Ventanas tapiadas, rejas en las puertas y en las ventanas en las que el ladrillo no quiso cegar su luz.

Los vigilantes de seguridad siguen haciendo su ronda en torno al edificio y no dudan en llamar a las fuerzas del orden público siempre que un curioso o un osado buscador de misterios decide adentrarse en si interior.

Los vigilantes, esos inestimables confidentes, también tenían que contarnos algunas experiencias: “Es difícil deciros si pasa algo o no que sea extraño, hombre, por el tiempo que llevo aquí te diría que sí, que lo es, sobre todo cuando de madrugada, a las 3 miras algo que te llama la atención y es una luz en el edificio que se enciende, o una silueta, como si alguien llevara una luz que se pasea de un lado a otro cuando sabes que allí en ese momento no debería de haber nadie. Entras y buscas, con mucho miedo, y no hay nadie, vuelves a salir y allí está de nuevo la luz, acabas por no echarle cuenta, ¿para qué?

Otras veces sientes un alarido enorme desde el interior y prefieres pensar que es algún animal. Hombre, cuidado hemos de tener, muchas veces vienen chicos alentados por el programa de Iker Jiménez y se creen que venir aquí es venir de excursión a buscar fantasmas y aquí hay que tener mucho cuidado y tener en cuenta que hay personas trabajando, esto no es ninguna feria y luego demuestran ser muy inconscientes, ahí dentro te puedes hacer daño y aunque es muy difícil entrar si alguien entra y le pasa algo fíjate la papeleta para él y para nosotros. Sí que se pasa mal y se sienten cosas raras pero si echáramos cuenta a todo eso no podríamos trabajar aquí” sentencia nuestro amigo mientras salimos del edificio charlando sin echar la vista atrás.

En el año 2003 tuve la oportunidad de entrar en su interior, fui el primer investigador que lo hizo buscando explicaciones más allá de las fronteras de la Ciencia, vi sillas de ruedas y camillas de nadie, archivadores vacíos con vestigios de expedientes, objetos, polvo y abandono... No encontré respuestas pero si descubrí un sitio que me infundía miedo y compasión. Tal vez sea el mismo sentimiento que desde ese “otro lado” hoy manifiestan aquellos que siguen morando en lo que fue su “hogar”.