La aventura del misterio

Misterios de la provincia de Sevilla

Hablamos de historia, leyendas y misterios en El Madroño, El Pedroso, El Ronquillo, El Saucejo, Estepa, El Garrobo y Espartinas

31 mar 2019 / 08:00 h - Actualizado: 31 mar 2019 / 08:00 h.
"La aventura del misterio"
  • Misterios de la provincia de Sevilla

Pasear por Sevilla es hacerlo por lugares encantados o llenos de encanto... Una tierra rica en Historia, leyendas y Misterios.

Interesantes festividades las que se disfrutan en la localidad de El Madroño, a 77 kilómetros de Sevilla y con un madroño como eje central del escudo de la ciudad cual Villa y Corte de Andalucía. Sus fiestas, sin duda, forman parte del folklore heredado de padres a hijos. En febrero, el día 3, celebra las fiestas patronales en honor de “San Blas”. Como en muchos pueblos, en la procesión del Santo, una vez que termina el recorrido, celebran una serie de “pujas” entre los vecinos para disputarse el honor de entrar al santo a la iglesia. Y en Semana Santa, éste es uno de los pocos pueblos de la provincia que conserva la celebración de “los Judas”. Se hace el Domingo de Resurrección. Cuelgan muñecos a un muro que representan al Iscariote y que posteriormente son tiroteados a escopetazos... Todo un espectáculo contra aquel que traicionó a Cristo.

Muy cerca de Constantina, en el bonito pueblo de El Pedroso, en plena Sierra Norte, también nos encontramos con otro enclave aparicionista, en este caso a la Señora aparecida se le da el nombre de “Virgen del Espino”, a la que se le atribuyen algunos buenos milagros, de enfermos que recobran milagrosamente la salud o brotes epidémicos erradicados tras ofrecerles plegarias. Se la devociona el 15 de agosto de cada año.

El Ronquillo se encuentra a 43 kilómetros de la capital hispalense, en plena “Ruta de la Plata” y de reminiscencia templarias. En este pueblo se celebra la “Noche de San Juan”, noche de brujas, de una manera ancestral, donde unen el embolismo y la naturaleza, tal como lo hicieron sus antepasados conocedores de las leyendas y tradiciones que nos unen a la Madre Tierra. Los jóvenes solteros utilizan las plantas que asocian a los sentimientos y mandan conjuros en forma de mensajes simbólicos. Mastranto, te quiero tanto. Olivo, te olvido.

Si visita sus pantanos no olvide algo: de su interior se han visto surgir, sobre todo a finales de la década de los 90, extraños artefactos que se relacionan con ese enigmático fenómeno llamado OVNI. Son los OSNIs, que son al medio acuático lo que los OVNIs al medio celeste. Si tiene la suerte de ver uno de ellos no deje de informarnos, es puro misterio.


El Saucejo, a 114 kilómetros de Sevilla. Curiosa y relevante es la tradición que se conserva en este pueblo en las fiestas de su patrón, San Marcos Evangelista o el Patrón de los Charcos. En esta fiesta, los novios le regalan a las novias una alcachofa, para rememorar la visita que le hizo San Marcos, el Evangelista a San Pedro en la cárcel.


Estepa, a 110 kilómetros de Sevilla y ubicada en pleno cerro de San Cristóbal, su escudo tiene un curioso lema: «Ostippo? Quid Ultra?», proviene del latín y significa “¿Qué más que Estepa?”, es el único escudo de nuestro país que contiene con una interrogación escrita. Fue adoptado por esta localidad en Cabildo un remito 27 de julio de 1676. Tiene un pasado antiquísimo, en su territorio se han encontrado resto de razas libio-fenicias y libio-púnicas, como herramientas hechas de sílex. Si visitan esta localidad, no se olviden de que Estepa se conoce mundialmente por su famosa repostería. Lo más representativo son sus mantecados y polvorones, roscos de vino y alfajores. Es muy recomendable visitar la Iglesia de la Virgen de los Remedios, donde se custodia uno de los pocos “Lignum Crucis” que estén fuera de la capital hispalense, un trozo de la cruz en la que fue crucificado Cristo. La datación de esta reliquia, se remonta nada más y nada menos que al siglo XII.

El Garrobo, a 40 kilómetros de Sevilla. Lo traemos a estas páginas ya que si hubo pueblos en España que se opusieron a la ocupación francesa, durante la guerra de la Independencia, en 1810, este fue uno de ellos. Entre estos pueblos el nombre de El Garrobo lo tendríamos que escribir siempre en mayúsculas, ya que se negaron a rendirse ante las tropas extranjeras y el destino de toda la población fue acabar en la hoguera.


Entre las costumbres de sus fiestas y folklore, se encuentra el irremediable remojón en el río Guadiamar. Si le apetece las fiestas son en agosto.

Espartinas es otra de esas localidades en las que encontramos lo imposible, el misterio, su esencia... El misterio de la tumba de Espartinas.

Sin dudas es una historia terrible, una de esas historias que el investigador jamás olvida, por que permanece en la “retina de la memoria” por el resto de la vida. La historia que les voy a contar sucedió hace más de tres décadas y ocurrió en el cementerio de la localidad sevillana de Espartinas.

En el verano 1977 el sepulturero Gregorio Carmona se disponía a limpiar un nicho familiar para dar cabida en él a un nuevo cadáver; casi cuatro décadas habían pasado sin que aquel nicho registrara el más mínimo movimiento.

Era el nicho donde reposaban los restos de José García Moreno de 10 años de edad cuando se produjo el momento del óbito debido a una meningitis extrema que le cegó la vida en apenas un mes. Su cuerpo debía estar dentro del nicho, el sepulturero sacó el cajón y, lentamente, levantó la tapa de madera para ver los que quedaba del chico, “los huesos y poco más” pensó... Pero ese pensamiento estaba y quedaba muy lejos de la realidad, dentro pudo ver el cuerpo incorrupto de un niño conversado perfectamente; con miedo le dio con el palaustre en el zapato y éste se pulverizó pero el bebé estaba aún intacto... Inalterable al paso del tiempo.

El hombre no sabía que hacer pese a su edad y veteranía... En la tumba reposaba alguien más aparte de aquel niño. Era el cuerpo de una mujer joven, que se conservaba de forma excelente, entre las piernas se ubicaba aquel cuerpo de tierno infante, y lo más dramático: aún estaba unido a la madre por el cordón umbilical.

Allí no estaba el niño José García Moreno sino el de una mujer con el cuerpo incorrupto... EL sepulturero avisó a la familia del joven José y al acudir por la noche, a la luz de las linternas, al abrir el féretro, todos se persignaron... Aquella joven y el cuerpo del bebe impactaron a los presentes que estaban conmocionados.

Cuando Gregorio Carmona movió el cadáver cogió el bebé: “el niño era muy bonito, parecía “un niño dios”, era una cosa rara, nadie se lo podía explicar y en el año 77 se veía como algo anormal” recuerdan Rocío y Antonio Carmona -hijos del sepulturero, describiendo el estado de conservación que era impresionante, pareciendo más un muñeco que una persona.

Antonio Carmona recuerda vívidamente: “Estaba envuelto en una tela, un paño blanco que debía tener su origen en el hospital y le que serviría de mortaja, aún manchado por la sangre del parto”.

Hasta allí se personaron las autoridades del pueblo, un policía apellidado Naranjo que se emocionó al ver el cuerpo de la joven y comenzaron a rezar, la situación –emocionalmente- debió ser impresionante y entre los que acudieron al lugar no se explicaban el estado perfecto de conservación. “Estaba igual murió” decían algunos sin saber siquiera de quién se trataba.

Uno de los diarios sevillanos de la época reflejó entre sus páginas: “José García Moreno, que fue enterrado hace 40 años en el cementerio de Espartinas, ha aparecido sin ropas pero intacto. Es un milagro. Se ha hablado con párroco, médico y sepulturero, “Era un niño bueno y muy espabilado pero corresponde decir a la Iglesia si hay santo o no” decía un hermano, evidentemente la información no se refería al desaparecido cuerpo de José García sino del desconocido bebé y de su madre.

José García Moreno era un niño alegre, jefe de la centuria juvenil de la Falange, “bueno y simpático” según los que lo conocieron; sucumbió en menos de mes y fue enterrado con el uniforme de la falange.

Quedaban aún muchas preguntas en el aire, con la duda muchos no se atrevían a responder con seguridad por ejemplo: ¿Quién era aquella mujer?

La respuesta vino de la mano Apolonia, madre de Baldomero Jiménez, quien reconoció a la joven: era María Martínez Chamorro que falleció el 28 de septiembre de 1933 con 41 años de edad tal y como consta en el nicho donde hoy reposan sus restos. Apolonia la reconoció por sus cabellos. Por sus trenzas, por su pelo siempre bien cuidado.

La muerte conmocionó a los vecinos que despidieron a aquella mujer por las calles de su pueblo cuando trasladada desde Sevilla hasta el cementerio de Espartinas. La abuela de Apolonia decía que “era mala suerte ver una mujer muerta de esas circunstancias estando en “estado” (embarazada)”. Pero el recuerdo que había de la difunta María era el de una mujer muy buena, y al identificarse se habló en el pueblo de un milagro.

Su cuerpo, el féretro, yacía donde estaba la tumba de José García Moreno que jamás fue hallado.

Y seguían surgiendo nuevas preguntas: ¿Por qué eran los únicos incorruptos? ¿Por qué el fenómeno no se repitió? Como respuesta se obtenía el prudencial silencio de la Iglesia que no sabía responder a esas cuestiones más en manos de la Ciencia que de Dios.

El periódico de sucesos “El Caso” en 1977, de la mano del periodista Pablo Sergai, se ocupó de investigar este misterioso suceso tan en la línea editorial del diario. De los restos del niño no se supo más. Como especulación se apuntó la posibilidad que estuviera cuatro años enterrado en otra tumba por error y luego, posiblemente, trasladados a una fosa común.

Como explicación al caso y al estado de incorruptibilidad del cuerpo se podría decir que estuvo relacionado directamente con su muerte y con las condiciones de la misma: la mujer murió al dar a luz a la criatura, en un tremendo esfuerzo donde perdió gran cantidad de líquidos. Murió como consecuencia del parto y murió deshidratada, en estas condiciones el tejido no se pudre sino que se seca, las condiciones de humedad óptimas –ambiente seco- hacen que el estado del cuerpo fuera excepcionalmente conservado. Hay muy pocos casos de incorruptibilidad madre e hijo y en la España rural de la época se negaban a separar madre e hijo enterrándolos juntos.

Casos similares han llegado hasta nuestros días como el del estado de Guanajuato (México) donde se conservan un número de cuerpos en estado “incorrupto” debido a la deshidratación. En otros casos la presunta fallecida sólo está en un estado cataléptico profundo y al despertar se encuentra enterrada con el terror que ello provoca tal y como le sucedió a Ignacia Aguilar cuyo cuerpo fue encontrado en su ataúd años después del revés... Se había dado la vuelta intentando salir.

Los cuerpos deshidratados pierden casi el 80% del agua que contienen y no se pueden podrir. En otros casos como el de tuberculosos o enfermedades infecciosas la misma enfermedad protegían al cuerpo de podrirse y así hay un número de explicaciones posibles para el fenómeno de los cuerpo incorruptos sin necesidad de recurrir a la santidad.

Aún quedaban algunas circunstancias que resolver. La cinta que se encontró en el cuerpo de la mujer y que una vecina se llevó como si fuera una reliquia “se la relió en la mano y fue a casa de un familiar, rezando con ella delante de un pariente enfermo” relata un vecino del pueblo haciendo referencia a las presuntas cualidades que se le otorgaba a aquellos restos adjuntos a aquel cadáver. Esas cintas no son ningún misterio y aun se ponen hoy día para que no adquiera el cuerpo del difunto una posición extraña con la rigidez cadavérica. Aunque para muchos fuera un fetiche a modo de santo popular.

Con respecto a José García sólo se pudo explicar su no presencia en el nicho familiar como un error al enterrar el cuerpo. Rafael “el carpintero” esposo de la fallecida vendió el nicho a la familia del chico, el cuerpo de la mujer aún estaba dentro y no se sacó de allí, posiblemente la confusión hizo que se metiera en otro nicho al chico y se tomará por el de éste el féretro que ya estaba en su interior. Así quedaba explicada esta intrigante historia que tanto impactó en los vecinos de Espartinas.

Polvo eres y en polvo te convertirás...