Profecías y muerte en los ruedos

Tres trágicas historias que tienen como denominador común la muerte anticipada de tres maestros de la tauromaquia

14 ago 2016 / 10:25 h - Actualizado: 14 ago 2016 / 10:33 h.
"La aventura del misterio"
  • Profecías y muerte en los ruedos

Nos vamos a detener a continuación en tres trágicas historias que tienen como denominador común la muerte anticipada de tres maestros en el noble y siempre difícil arte de la tauromaquia. Por qué Sevilla es cuna de arte y valor –aunque no seré yo quien entre en polémicas de taurinos o antitaurinos y tampoco de enseñar historia de la tauromaquia pues mi propósito es bien diferente- y de ellas salieron grandes espadas para demostrar al mundo su poderío delante de un astado. Pero estas muertes tienen otra particularidad: fueron vaticinadas poco antes de que sucedieran... Son las muertes de los grandes toreros sevillanos y sucedieron cómo se las pasamos a narrar mientras esperamos en la cálida grada de la Real Maestranza el paseillo de esta tarde de toros de la que vamos a disfrutar. Mientras viajemos en el tiempo, viajemos cogidos de la mano a un 16 de mayo de 1921 cuando a Juan Belmonte se le anuncia la muerte ,en la plaza de toros de Talavera de la Reina, de “Joselito El Gallo”, el toro “Bailaor”, segó su vida aquella infortunada tarde... José Gómez Ortega, llamado “Gallito”, era el nombre real de “Joselito” nació el 8 de Mayo de 1895 en Gelves, en la Huerta de El Algarrobo.

Desde su infancia se le consideró un niño prodigio del toreo, considerado por muchos el torero más completo de la historia, protagonizó junto a Belmonte la llamada Edad de Oro del toreo desde 1901 a 1910. La muerte le alcanzó siendo joven y eso hizo sino engrandecer su leyenda, le apodaron “la tijera de cortar coletas”. Tal impacto causó su muerte que Madrid se echó a la calle para acompañar sus restos mortales desde su casa de la calle de Arrieta, por Arenal, la Puerta del Sol, la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado hasta la estación de Atocha, en nuestra ciudad Sevilla serían recordado la llegada de sus restos mortales como un día de luto más allá de las explicaciones con simples palabras. A su gran rival –Belmonte- se lo anunció el crítico taurino Gregorio Corrochano y muchos pensaron que la “cabezonería” sevillana de “Joselito” por lidiar aquella corrida, olvidando compromisos en plazas de mayor importancia, podría tener un marcado carácter profético en el interior del matador. Pero las circunstancias no fueron así, el diestro se empeñó en participar en aquella corrida por que años antes su padre había participado en el cartel inaugural, dicen que llegó a intervenir en aquel conflicto hasta la Dirección General de Seguridad, aquella tozudez hizo que “Joselito” acudiera a Talavera de la Reina, que toreara y tras ser mortalmente herido por “Bailaor” entrara en la enfermería con un colapso y entregara la cuchara...

“Joselito” tenía en su cuadrilla a un peón de briega llamado Enrique Belenguer, conocido como “Blanquet”, que tenía en su persona algo que iba a hacer que muchos le dieran la espalda: decían que era capaz de oler a la muerte... Y cierto o no, la verdad es que al menos tres de ellas las pudo “oler” y es que “Blanquet” justo antes de una grave o mortal cogida olía a “cera”, todo le olía a cera y entonces se producía el fatal percance... Nuestro protagonista entretenía con su capote a “Bailaor”, de la ganadería de la señora viuda de Ortega, pequeño y burriciego que le embistió, causándole una cornada en el vientre que le produjo la muerte. Antes de que el maestro “Joselito” perdiera la vida le dijo: “Tápate, Blanquet, que el toro está contigo” no sin antes pronunciar aquella: “¡Déjalo, Blanquet, que ya puedo con él!” y poco después perdía la vida... Aquella tarde fatídica a “Blanquet” todo le comenzó a oler a cera e hizo partícipe a su compañero Enrique “El Almendro” de sus impresión de que algo malo iba a suceder...

Hubo otro elemento que hacía presagiar una pronta tragedia al diestro, días antes en Madrid un individuo le gritó: “¡Ojalá te mate un toro!”, aquella aciaga tarde en Talavera “Joselito” tras ser herido de muerte sólo podía llamar a su médico: ”que avisen a Mascarel”...pero ya era demasiado tarde.

Después de aquel incidente en el que perdió la vida “Joselito” nuestro peón pasó a la cuadrilla de un valenciano de gran sabiduría en el ruedo, era Manuel Granero y Valls, quién perdería la vida en Madrid entre los pitones de un toro llamado “Pocapena” de la ganadería del Duque de Veragua, 7 de mayo de 1922. Aquel toro le cogió por el muslo y lo dejó sentado, apoyada la espalda en las tablas. Entonces le asestó una cornada que penetró por el ojo derecho del torero y le causó la muerte... Terrible. Curiosamente Granero tomó la alternativa el día 28 de septiembre de 1920 en Real Maestranza de Sevilla y tuvo como padrino de excepción a, precisamente, “El Gallo” con “Chicuelo” de testigo, dos grandes de la tauromaquia. Aquella tarde a las órdenes de Granero estaba “Blanquet” a quién poco antes de la fatal cogida todo “le olía a cera”, llegó tarde el capote de Marcial Lalanda. Decían ,en los patios de cuadrilla mirando desconfiadamente a “Blanquet”, que era capaz de oler el aroma de la muerte y aquella nueva tarde le comentó a un banderillero llamado Mella: “Mella, estoy muy asustado. Todo me huele a cera, y eso en mí es malo. Porque también me olía a cera la tarde que mató el toro a José”.

Aquello fue la gota que colmó el vaso y “Blanquet” decidió retirarse de los ruedos aunque la testarudez en repescarlo para el mundo taurino de Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de José y otros de los espadas participantes en la trágica corrida de talavera de la Reina, hizo que desempolvara el traje de luces y volviera al mundo taurino para disfrute de los que admiraban su buen hacer delante de un toro Con Ignacio Sánchez Mejías estuvo hasta que falleció, tras una corrida, en Sevilla el 15 de agosto de 1926. Aquella tarde creía que un mal en forma de parca se iba a llevar a Ignacio al mundo de los muertos, aterrado llamó a Nili, otro peón de la cuadrilla, y le dijo: “Otra vez todo me huele a cera”. Pero nadie murió en el ruedo, al estar cambiándose para salir a la carretera en busca de su próxima corrida en otra ciudad alguien jocosamente le dijo a “Blanquet”: “Esta vez te equivocaste” y el torero lívido exclamó: “Todo me huele a cera, todo me huele a cera” para caer desplomado al suelo falleciendo... “Blanquet” había olido aquella tarde con especial intensidad su propia muerte. Falleció víctima de un infarto a la edad de cuarenta y cinco años.