Sevilla de Leyenda (V)

La patrona de Sevilla no es nuestra querida Virgen de los Reyes sino la Virgen del Pilar siendo copatronas Santa Justa y Rufina. Murillo pintó a un monje capuchino una virgencita en una servilleta para agradecerle que le llevara el almuerzo a diario

26 mar 2016 / 23:39 h - Actualizado: 26 mar 2016 / 23:43 h.
"La aventura del misterio"
  • La Virgen de la Hiniesta y la Virgen de la Servilleta forman parte de la historia de la ciudad de Sevilla. / Foto: El Correo
    La Virgen de la Hiniesta y la Virgen de la Servilleta forman parte de la historia de la ciudad de Sevilla. / Foto: El Correo
  • Sevilla de Leyenda (V)

Llega la Semana Grande de una ciudad que vive de especial forma sus fiestas de primavera, especialmente la Semana Santa, aquella semana en la que las pasiones de más fervorosas se desbordan y la ciudad vive en la calle su especial pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De esta forma, son muchas las leyendas que tienen que ver con las imágenes más veneradas de la ciudad e, incluso, algunas muy desconocidas que tienen un no menos sabor evocador a leyenda eterna de la Sevilla más eterna.


Las vírgenes de Sevilla

Sevilla es conocida por ser la tierra de María Santísima, por su profunda devoción a la Virgen María. Numerosas imágenes en Sevilla son admiradas y se les profesan gran fe, sin embargo la ciudad tiene tres imágenes que son las más antiguas, ¿quiere conocerlas? Acompáñeme por este recorrido y descúbralas.

Nuestra Señora de la Antigua. Se la puede encontrar en la Catedral de Sevilla y no se trata de una talla sino de una pintura mural de la época visigoda, según las crónicas es la representación más antigua de España de la Virgen María. Su historia es curiosa puesto que durante la dominación musulmana nuestra región pertenecía a la zona del imperio de Marruecos pero se permitía a los cristianos profesar su fe. En Sevilla había seis parroquias y junto al Alcázar se localizaba la Virgen de la Antigua.

Cuando después se comenzó a construir la Mezquita Mayor fue necesario expropiar los terrenos circundantes a la misma, lo hicieron con los comercios y tiendas del barrio de la Alcaicería Vieja. La pintura no dejaba de estar grabada en aquel muro y los cristianos al no poder llevársela con ellos la tapiaron a fin de que no fuera destruida, con ello evitaban también su profanación.

Al construirse la Mezquita Mayor la pintura quedó oculta pero con San Fernando, el rey Fernando III El Santo, llegó la Reconquista pasado el tiempo y mandó derribar aquel tabique, la imagen perfecta apareció ante los ojos de todos; una vez en ruinas la mezquita se decidió construir la Catedral en el siglo XV y aquel muro fue movido e instalado dentro de una capilla para rendir culto a la Virgen de la Antigua. Así, por ejemplo, Fernando I de Aragón mando hacer una copia que llevó a Medina del Campo con el nombre de Santa María de la Antigua de Sevilla.

La imagen tenía gran devoción entre los marineros que partían hacia las Indias y América.

Nuestra Señora del Coral. Es una imagen visigótica que recibía culto en la parroquia de San Bartolomé, hoy San Ildefonso. Fue pintada por el monje Eustaquio en el siglo VII y es posible que sea así ya que a los pies del altar encontramos al presbítero Famulus Dei del año 612. Aún se puede admirar esta hermosa imagen.

La Virgen de la Hiniesta. En un viaje a Italia, a Roma, San Leandro, hermano de San Isidoro, hacia el siglo VIII, obispo de Sevilla, regaló al Papa Gregorio Magno diferentes imágenes de la Virgen. Una de ellas tenía devoción popular en la Catedral de San Vicente junto a la denominada como Puerta de Córdoba. Cuando en el siglo VIII los árabes invaden España, por miedo a su destrucción por los «infieles» la imagen es llevada a Valencia y allí fue escondida en una cueva junto al pantano de Tous. Pasados los siglos, y perdido su rastro, el caballero Mosén Tous de Monsalve halló la cueva y en su interior una imagen en la que se podía leer en un pergamino: «Soy de Sevilla de un templo que hay junto a la Puerta de Córdoba» y, movido por la devoción, tomó la imagen y la devolvió a la ciudad de Sevilla quedando en el templo de San Julián en el año 1380.

Por desgracia el fanatismo político y la irreverencia incendiaron en 1931, en la Guerra Civil, la parroquia y la imagen se perdió en el incendio; hoy día se venera una copia que realizó el insigne imaginero Antonio castillo Lastrucci, denominándose como La Virgen Gótica.

El nombre de Hiniesta (con H) proviene de «giniesta» que significa «retama» en valenciano que era lo que cubría a la imagen en su escondite levantino.

Un dato más. La patrona de Sevilla no es nuestra querida Virgen de los Reyes sino la Virgen de Pilar siendo copatronas Santa Justa y Rufina, pero esa es ya otra historia.


Santa Justa y Rufina

En la Historia de Sevilla muchas son las devociones que encontramos, quizás una de las más curiosas es la que nos habla de sus patronas, incluso hay confusión en el propio sevillano: para unos es la Virgen de la Hiniesta, para otros la Virgen de los Reyes, La Inmaculada dicen otros o la Virgen del Pilar... Bueno será narrarles le siguiente historia, sus protagonistas: Justa y Rufina.

Entre los entresijos de la Historia, casi perdida, de la vieja Híspalis, nos vemos trasladados a tiempos pretéritos, como teletransportados en el espacio y en el tiempo entroncando con aquel tiempo en el que los calabozos romanos estuvieron en los subterráneos de esta Iglesia, unos calabozos donde las tropas romanas hacían sufrir y torturaban a todo aquel elemento subversivo hacia el Imperio Romano o a los perseguidos sectarios del cristianismo... Y es en ellos, en las «sagradas cárceles» del Santuario de María Auxiliadora, en la Ronda de Capuchinos, donde tiene lugar la leyenda de Santa Justa y Rufina patronas de los alfareros de Triana. Se cuenta de estas dos santas sevillanas nacidas por los años 268 y 270, que eran dos hermanas virtuosas, de clase acomodada y cristianas. Montaron un negocio de alfarería en la Puerta de Triana y con ello se ganaban la vida. Se dedicaban también a la noble acción de cristianizar paganos y enseñar la fe al punto de convertir su lugar de trabajo en un templo de socorro y consuelo a los perseguidos.

A primeros de junio se celebraba en Sevilla la fiesta a la diosa romana Salambona, en la cercana localidad de Sanlúcar la Mayor donde se encontraba su templo. La diosa construida de barro cocido era hueca y estaba sujeta por dentro a un armazón de hierro que para hacer llorar a la imagen le ponían plomo por dentro de los ojos, y acercándole fuego al plomo se derretía saliendo al exterior por unos orificios en los ojos en forma de gruesas lágrimas. Mientras duraba esta ceremonia todo el público la acompañaba con grandes chillidos y lamentos fingidos así como gritos de pábulo y horror. Una imagen que tanto nos recordaría hoy a las imágenes sangrantes tan relacionadas con ese fenómeno paranormal que llamamos milagros.

Se pedía limosnas durante la celebración, al llegar a la casa de las santas y pedirles un donativo para el culto de la diosa, ellas, respondieron que solamente adoraban al verdadero Dios creador del mundo y de todas las cosas, y que no contribuirían al culto de una ridícula imagen de barro. Las hermanas fueron ajusticiadas de inmediato mientras que las tropas romanas destrozaban la tienda de alfarería. Ellas actuaron en consecuencia y dijeron: «Mirad como vuestro ídolo no está hecho de mejor barro que nuestros botijos» y el ídolo quedó destrozado en mil pedazos. Por destruir el ídolo fueron enviadas a las cárceles romanas en Sevilla o también denominado como Pretorio o Palacio de Justicia, que estaba donde está hoy la iglesia de la Santísima Trinidad (C/María Auxiliadora antigua calle Arrebolera, hoy en plena Ronda de Capuchinos). El prefecto Diogeniano las condenó siendo antes cruelmente torturadas, durante este suplicio las dos hermanas se encomendaron a la Virgen y su calabozo, según cuentan las crónicas, se iluminó por una silueta del que surgió la imagen de la Virgen –a la cual profesaban tanta devoción– y sus tremendos dolores desaparecieron. El Obispo Sabino les otorgó la comunión tras sobornar a la guardia romana. Justa murió víctima del martirio y la fiebre, Rufina murió degollada con 18 años tras sobrevivir al circo. Los restos de ambas santas fueron enterrados en el cementerio de cristianos siendo el encargado de esta penosa labor el obispo Sabino, quién se trasladó a lo que actualmente es la iglesia de los padres Capuchinos en la llamada Ronda de Capuchinos y volvemos al presente encontrándonos nuevamente en esta misma ubicación.

Así pues tenemos en Santa Justa y Santa Rufina a las patronas de la ciudad junto con la Virgen del Pilar.


La Virgen de la Servilleta

Murillo era ya un pintor muy cotizado y de gran prestigio en España, e incluso en Europa. En cierta ocasión estaba pintando en el convento de los Capuchinos, allí un hermano lego le llevaba el almuerzo a diario. Al acabar el retablo se quedó contemplando su trabajo y el mismo hermano lego que lo atendía le dijo: «¿Podría vuestra merced regalarme un pequeño dibujo en recuerdo de su trabajo y mi asistencia en este lugar?» y Murillo le dijo: «¿Qué queréis que os dibuje?».

En aquella fascinante conversación el lego le contestó: «Una virgencita a la que rezaré todos los días en mi celda».

Murillo conmovido no tenía lienzo a mano y tomó una servilleta sobre la que pintó una Virgen con el Niño en brazos, y se la entregó al lego quién quedó impresionado con el regalo.

Murillo además hizo mucho por Sevilla, creo así la Escuela de Artes de Sevilla en la casa de la Lonja.

Murillo murió como consecuencia de un accidente de trabajo, con 60 años se dispuso a pintar «Los desposorios de Santa Catalina» del convento de los Capuchinos de Cádiz. Cuando terminó el cuadro sufrió una caída del andamio e impactó con el suelo quedando herido de gravedad. Fue trasladado en carruaje de Cádiz a Sevilla sonde murió el 3 de abril de 1682.

No se puede negar la belleza de la estética de muchas de estas leyendas que, desde luego, hacen que reflexionemos sobre lo magnífica que es la Sevilla más desconocida, la de sus historias más oculta e ignoradas.