Fue el doctor Raymond Moody el que más y mejor investigó este tipo de fenómeno siendo seguido por otros investigadores que se afanaron en desvelar este misterio. Obras comoVida después de la Vida o En el momento de la muerte se convirtieron en éxito de venta ya que abría la posibilidad que la muerte sólo fuera un paso más en nuestra existencia. La doctora Elisabeth Kubbler Ross (Sobre la muerte y el morir) o el doctor Enrique Vila (Yo vi la luz) investigaron científicamente este fenómeno con gran repercusión del mismo.
Una ECM es la experiencia que tiene una persona que ha sido declarada clínicamente muerta y que en ese estado de muerte visiona y escucha lo que le rodea aportando detalles extraordinarios tales como conversaciones en pasillos, indumentaria, actitudes, todo lo que hay más allá de la sala donde se encuentra su cuerpo y que, de alguna forma, ha podido ver.
Las ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte son vivencias narradas por aquellas personas que han estado en trance de muerte durante las cuales han tenido percepciones extrañas estando en una constatada muerte clínica de la cual han sobrevivido. Estadísticamente una de cada cinco personas han vivido o sufrido este tipo de experiencias en el umbral de la muerte. Este fenómeno fue muy popularizado por los estudios de un pionero en este campo: Raymond Moody; en España fue el doctor Enrique Vila quién más investigó este fenómeno.
Durante el periodo en el que se vive la ECM se destacan las siguientes fases –según los estudios del doctor Raymond Moody–: 1. El paciente se siente flotar sobre su cuerpo, y ve el dormitorio, el quirófano o el lugar en el que se encontraba (out-of body experiences, OBEs, experiencia extracorporal), e incluso oye la declaración de su propio fallecimiento.
2. Después, siente que se eleva y que atraviesa un oscuro túnel mediante una escalera o flotando en el vacío, y con una relativa rapidez.
3. Ve aparecer una figura al final del túnel (que suele describirse como hermosa, blanca o transparente; a veces hay paisajes, voces o música).
4. El paciente pasa a ser espectador, no siente dolor ni molestias: sólo percibe una paz interior.
5. Algunas personas, sin embargo, aseguran haber tenido experiencias terroríficas en el más allá.
6. Familiares o amigos difuntos van a su encuentro.
7. Aparece una presencia o voz que se define en función de las creencias religiosas del paciente (puede tratarse de Jesucristo, de un ángel, etc.), y se establece un diálogo sin palabras con ese ser que parece conocer todo sobre el moribundo.
8. Se presenta una visión global pero íntegra de lo vivido, como si viese “su película”; el modelo más ajustado para describirlo según los testimonios es como el de una sucesión de filminas de momentos sueltos de la vida, no necesariamente importantes.
9. El sujeto se ve delante de un obstáculo: una puerta o un muro y toma conciencia de que aún no ha muerto, y aunque sigue sintiendo una paz y tranquilidad indescriptibles y acogedoras, se da cuenta, y también eso le indican sus acompañantes, de que debe volver.
La psiquiatra Elisabeth Kubler Ross investigó ampliamente este campo e incluso indica como la persona que ha sufrido una ECM cambia con posterioridad siendo más cautas, reflexivas, cuidando más su cuerpo y su mente, metamorfoseando su carácter, se vuelven –en suma– mejores personas.
En Sevilla: La ECM de Emilio Carrillo
En Sevilla, como destacada entre todas las ECM –de diferentes puntos de España– que les voy a narrar encontramos una de esas Experiencias Cercanas a la Muerte que me impactó fue la ocurrida con un buen amigo, Emilio Carrillo, economista y subdirector de área en la Diputación de Sevilla a la vez que un extraordinario escritor. Emilio, compañero en Canal Sur Radio, vivió una de estas situaciones que le marcó al igual que al resto de las persona que lo conocemos por el grado indiscutible de veracidad que aporta su relato. Emilio Carrillo vivió lo siguiente: «Mi experiencia tuvo lugar en la tarde del 29 de noviembre de 2010 en la UCI de un hospital de Sevilla. Tenía en ese momento 52 años. Una caída bajando un monte me provocó una fractura de peroné; esta, a su vez, una trombosis, y esta, por fin, un infarto pulmonar. Y a ello se sumó un erróneo diagnóstico inicial del infarto como simple neumonía. A las 24 horas ingresé en la UCI en situación límite.
Lo que sentí de manera clara y diáfana duró casi dos horas de nuestro tiempo. Sería muy extenso compartir en palabras la vivencia, pero puede sintetizarse así:
Para empezar me vi fuera de mi cuerpo, tendido en la cama boca arriba, mientras que yo flotaba sobre él y observaba todo lo que ocurría a mí alrededor.
De inmediato, vi con todo lujo de detalles la vida entera que dejaba atrás. Todos y cada uno de los hechos y circunstancias vividos durante mis 52 años, sin excepción y no de manera parcial o resumida, sino ordenada y pormenorizada. No como una película o sucesión de fotogramas que se proyectaran ante mí, sino íntegramente y de forma simultánea.
Esta visión instantánea de la vida que ha terminado, para mí, proporciona la constatación de que todo tuvo su porqué y todo encaja de manera armónica. No hay ninguna pieza suelta o fuera de lugar en el puzzle de la vida.
Seguidamente, pude ver y sentir que estaba acompañado de seres de luz. Pronto tomaron un aspecto reconocible como mi padre, mi madre y varios hermanos de esta, todos fallecido años atrás. Fue mi madre la que tomó la iniciativa de comunicarse conmigo, preguntándome si me encontraba tranquilo y en paz. No fue una comunicación verbal, pero si percibí su mensaje y también yo pude comunicarme con ellos. Como cosa curiosa, entre los seres de luz estaba una hermana de mi madre que no había fallecido, o al menos eso creí en ese momento. Posteriormente me informaron de que esa persona había muerto estando yo ingresado en la UCI.
Por fin, tras verme tan bien acompañado, advertí a escasos metros un soberbio túnel de luz resplandeciente en posición horizontal, sin pendiente alguna. Era refulgente y casi deslumbrante. Supe que era la entrada hacia el más allá. Casi al final del túnel tuve un contacto con una forma energética que solo desprendía armonía y un amor inmenso. Y esa forma tomo el cuerpo de Jesucristo. Me tendió sus manos de luz y las entrelazó con las mías, generando en mi ser una experiencia de gozo inenarrable.
¿Por qué volví yo a mi cuerpo físico? Fue consecuencia de este encuentro con Cristo y de la comunicación que ahí se estableció. Me confirmó que volvería a la vida física recién dejada, para hacer algo que sólo sabría una vez trascurrido cierto tiempo tras retornar a ella».
Otras vivencias
La experiencia más allá de la muerte de Ramiro Calle
El popular maestro de yoga, escritor y divulgador espiritual Ramiro Calle también atesora una de esas extraordinarias experiencias que contó públicamente: «Hace seis años y medio, explorando en la sabiduría budista en Sri Lanka, cogí una agresiva bacteria llamada listeria. De regreso a Madrid fui ingresado en La Paz, donde sufrí una parada respiratoria. Me pasaron a la UVI. Comunicaron a mis familiares que podían quedarme cuatro horas de vida, pero permanecí tres semanas en coma, debatiéndome entre la vida y la muerte. Hubo días muy críticos, como relato minuciosamente en mi libro En el Límite. Estuve prácticamente al borde de la muerte.
Tuve un verdadero torrente de vivencias muy intensas y a menudo tormentosas, como si irrumpiera todo el material de mi subconsciente. Los lamas tibetanos dicen que al borde de la muerte y antes de entrar en el bardo (estado intermedio), ya se produce un estado de prebardo, donde surgen visiones y vivencias de todo tipo, acumuladas a lo largo de muchas existencias previas. Hay que discernir si todo ello no sucede por las medicinas que están afectando al cerebro o por el alcance de la la bacteria, que me produjo una meningoencefalitis.
Lo cierto es que las visiones eran más vívidas que las que uno pueda tener en el estado denominado de vigilia. Hubo otros días en que, según mis familiares y una de las doctoras, mi cuerpo estaba como vacío. Seguramente fue uno de esos días cuando tuve una vivísima experiencia de disociación del cuerpo. Durante tiempo estuve tendido sobre un verdadero helecho de nubes, flotando, como tumbado entre las mismas. Era un estado de máxima consciencia y sin el menor temor. Después volví a mi cuerpo, cesaron estos estados de disociación y empecé a recuperarme.
Sin entrar en ningún tipo de elucubraciones, me he limitado a narrar mis experiencias. Lo importante es que el haber estado durante tanto tiempo haciendo piruetas entre la vida y la muerte, me dio un profundísimo sentimiento de humildad y la certeza de que en esta vida lo verdaderamente importante es la compasión».
El mejor recuerdo de Juanfra Fernández
El director de cine Juanfra Fernández también guarda en su memoria una de esas ECM inolvidables: «Mi hermano sufrió un accidente de moto que, aunque en principio parecía resultar en alguna herida leve y sin importancia, se complicó al no detectarle una hemorragia interna que, una vez extendida, se hizo incompatible con su vida.
Una mañana, el teléfono sonó para alertarnos de la inminente llegada de su fin. Algo que desde luego es imposible de asimilar. Ninguno imaginamos que el día que cayó al asfalto impulsado por alguien que decidió saltarse una señal de stop desembocaría en una agonía tan rápida y tan compartida por toda la familia.
Todos sabíamos de la proximidad del momento más triste de nuestras vidas, todos menos él. Mi hermano permanecía ignorante de su gravedad, estaba consciente y lúcido, y así se mantuvo durante todo el día, una lucidez sorprendente en relación a su destino.
Los familiares intentábamos no agruparnos en la habitación del hospital para no despertar sospechas en el paciente. Mientras, mi hermano nos hablaba con normalidad. En un determinado momento se incorporó sobre la cama e intentó levantarse. Yo estaba a su lado en ese instante. Siendo ambos los únicos presentes en la habitación, le pregunté sorprendido qué a donde iba. Él respondió con la mirada fija en un punto en el que no había nadie: «Me tengo que ir. ¿No ves que me están esperando?». Sorprendido aclaré que no había nadie ahí, pero él insistió señalando hacia ese punto vacío.
No fui el único de los que ese día le acompañamos que le escuchó decir cosas similares, incluso llegó a describir a uno de los que habían venido a buscarle, refiriéndose a él con toda naturalidad y como si le conociese perfectamente, añadiendo: «Mirad que guapo está».
Esa noche murió. Se fue. Yo espero dentro de mi tristeza y de la de todos los que le echamos de menos, que se fuera con alguien que le quiera tanto como nosotros».
El ‘camino’ final
Tras una experiencia de este tipo cualquier persona sufre un importante cambio en su vida. Nadie podrá jamás asegurar si realmente se tuvo una cita con la muerte un inefable día o todos responde a un mecanismo desconocido a nivel cerebral que nos lleva a algo sorprendente: la misma experiencia en miles de personas. No sabemos si todo fue un contacto superior o con su propia psique. Las personas pierden el miedo a la muerte e incluso no le importaría repetir la experiencia pero sabiendo que volverá junto a los suyos en el mundo de los vivos. «Aquella luz era lo más placentero que he sentido jamás». Quizás cuando perdamos el miedo a la muerte podamos comenzar a comprender este proceso mejor, mientras todos aguardamos ese momento con mayor o menor temor pero con una certeza: ese momento llegará y citando al Dr. Scott Rogo: «Estudiar la ECM es tarea de los vivos, no de los moribundos». Refrendar un relato como el narrado no es tarea fácil, por ello tengamos siempre muy en cuenta lo que las pequeñas grandes personas de la casa tienen, a veces, que contarnos.
A día de hoy se cree que los fármacos que de introducen en el cuerpo del paciente, para salvar su vida, con otros factores psicológicos, podrían dar lugar a la ECM, sin embargo no se puede explicar otra serie de hechos relacionados con la misma que escapa de las manos de la Ciencia constituyendo todo un misterio y, tal vez, albergando la esperanza que al morir aguarda algo más...