«He tenido raptos místicos mientras escribía este libro»

Director de orquesta, promotor y escritor, Güell ha decidido dejarse seducir ahora por las letras. ‘La música de la memoria’ es su primer libro

19 abr 2015 / 12:00 h - Actualizado: 20 abr 2015 / 17:41 h.
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  • Xavier Güell vuelve su mirada a los grandes compositores del romanticismo alemán en su primer libro, La música de la memoria. / El Correo
    Xavier Güell vuelve su mirada a los grandes compositores del romanticismo alemán en su primer libro, La música de la memoria. / El Correo

Sin ningún atisbo de pretenciosidad, Xavier Güell (Barcelona, 1956) es un intelectual. Lo es por la sabiduría que atesora, pero también, y lo más importante, por la capacidad que tiene de hacer participe de ella a los demás. Sin necesidad de púlpito, Güell involucra a quien le escucha. Contagia, capta, imanta con su verbo. Primero como director de orquesta, después como fundamental promotor de la música contemporánea en España a través de los ciclos Musicadhoy y Operadhoy, y ahora, parecía lógico, como escritor, un sendero en el que el filósofo Eugenio Trías le incitó venturosamente a penetrar.

La música de la memoria (Galaxia-Gutenberg) es la primera parada en el camino. Llegarán otras. Es este un libro en el que siete genios de la música del siglo XIX hablan de tú a tú con el lector. Una obra compleja, subyugante, híbrido de novela y ensayo, que ya, tan pronto, ha alcanzado su segunda edición.

—Llama la atención que un impulsor, como usted, de la música de nuestro tiempo debute en las letras con un libro centrado en el siglo XIX. ¿A qué se ha debido?

—Tengo una formación clásica, yo llegué a la música contemporánea a partir del siglo XIX. Cuando aun era niño me caí en el Valle de Arán, me rompí una pierna, en la convalecencia escuché la Tercera Sinfonía de Mahler... y tuve una revelación. Quise entonces dedicarme a la música. Y Mahler siempre fue mi objetivo. Mucho después, con más de 40 años, observé que hacía falta promover la música contemporánea, e inventé para ello una empresa de divulgación, Musicadhoy.

—Tras la dirección de orquesta y la gestión ahora está decidido a centrarse en la literatura.

—Será mi tercera vía tras las dos que ha expuesto. Quería hacer un libro tomando la primera persona, explicando desde dentro los compositores del romanticismo alemán que tanto me han marcado. He intentado cambiar mi piel para transformarme en ellos.

—Y ahí reside el mayor arrojo, en hallar siete voces distintas para siete genios.

—Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Wagner y Mahler. Le confieso que he tenido raptos místicos escribiendo. Llevo 50 años dedicados a la música, y al igual que hacía con la batuta, he intentado desvelar todos los secretos de la vida de estos genios. Mi obsesión ha sido la de hacer música con la literatura, que fuera un libro que se pudiera cantar y que estuviera lleno de imágenes muy potentes.

—La segunda edición, ya conquistada, habla de que su aventura fue exitosa.

—Eso creo, porque nadie se había atrevido a asumir la personalidad de los compositores, a hablar en primera persona. Y no es lo mismo la voz de Schubert que la de Mahler. Tenían que sonar de manera distinta cada uno de ellos.

—¿Todo parte de Beethoven?

—He querido traspasar su pensamiento a nuestros días y explicar su mensaje de que la música está por encima de la palabra. Porque es a través de la música como podemos entender la pregunta más importante, ¿por qué vivimos? Beethoven estaba convencido, y esa es mi tesis, de que el sonido del mundo que él oye y transmite a través de su música lo percibió mejor por su condición de sordo.

—Schubert siempre ha estado presente en su vida. ¿Por qué esa afinidad?

—Lo tengo muy cerca de mi corazón. Sus últimas obras nos hacen mejores seres humanos, nos ayudan a ser felices. Beethoven le encargó «pasar de lo bello a lo sublime». Y Schubert, cuando sabía que estaba al final de sus días por la sífilis, crea sus últimas Sonatas para piano, lo más intenso de toda su creación. También está la melodía infinita de su Quinteto para cuerdas, donde acepta con resignación su propia muerte.

—¿Cómo supo que había encontrado la voz adecuada para cada uno?

—He estado un año y medio componiendo el libro, leyéndolo en voz alta y reuniéndome con mi editor. Intuí que mi idea era una potentísima manra de llegar al lector. Pero sabía bien de los riesgos, porque si este no se cree la voz de cada compositor, yo estaría por completo perdido. Pero creo que eso no pasará.

—¿Tendría sentido extender la idea en futuros libros sobre compositores de los siglos XVIII y XX?

—Sería mejor con el siglo XX, cuya música me es tan próxima. Porque la música contemporánea tiene una facultad catártica que no tiene ninguna otra. En la modernidad todo salta por los aires. Pero ese libro tendrá que esperar, no quiero hacer una saga. Tengo otras cosas pendientes.

La próxima entrega literaria de Xavier Güell, allá por el invierno de 2016, tendrá como espacio geográfico el campo de concentración nazi de Terezín, «donde convivieron creadores que hicieron de aquel lugar hostil un milagro, el centro musical más importante de la II Guerra Mundial». Una novela que hablará «de la música del bien y del mal, y de cómo un comandante del campo va a ser un discípulo de Arnold Schönberg. Mientras, no pierde de vista Musicadhoy, pero lanza un aviso: «Me tienen que motivar, he hecho muchas cosas en más de 15 años, y quiero hacer más, pero no puedo hacerlo solo», dice.