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100 días, el futuro de Cartuja y la ausencia de Fidel

El recinto vivía pendiente de la visita de los jefes de Estado de la Cumbre Iberoamericana de Madrid, mientras otros hablaban ya del futuro de la Isla

el 28 jul 2012 / 18:06 h.

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La zona de la Plaza de América copó toda la actividad durante esta semana

La muestra alcanzaba sus cien primeros días de vida y el balance presentado arrojaba un mensaje de seguridad por el cumplimiento de todas las previsiones, incluido el saldo cero. Todas excepto la del número de visitantes, que no llegarían a los 18 millones que se marcaron en un principio. Ahora el tope se situaba de 11 a 13 millones, motivado principalmente por la ausencia de turistas extranjeros. Con todo, la Expo seguía su curso habitual y las miradas se dirigían a los gestores de Cartuja 93, que ya por aquel entonces comenzaban a dejar entrever su idea de reutilizar buena parte de los pabellones del recinto para su proyecto de futuro.

La sociedad anunciaba la apertura de un parque temático, durante un periodo de tiempo intermedio entre la finalización de la muestra y la definitiva adjudicación de su gestión a una empresa, que ocuparía uno de los grandes espacios en los que se encontraba divida la Isla de la Cartuja. El proyecto incluiría la zona de pabellones temáticos y autonómicos -entre el pabellón de los Descubrimientos y la Plaza de América-, manteniendo en principio una estructura similar a la utilizada durante la Expo. Pocos detalles más se conocían de esta reutilización que pilló por sorpresa hasta a los directores de los pabellones incluidos en el proyecto, que el día de su anuncio desconocían por completo que sus edificios fueran a ser reutilizados.

Las malas noticias para la Sociedad Estatal no sólo se quedaban en el descenso de las cifras de visitantes sino que llegaban hasta las críticas de los hosteleros, que cifraban en torno al 65% las pérdidas de sus negocios a causa de la Exposición Universal. Los visitantes comían, pero lo hacían en el recinto. Por ello, el pabellón de Cruzcampo introdujo un menú de lo más veraniego, al precio de 2.000 pesetas, con dos platos, pan, postre y una jarra de cerveza. Todo valía para hacer frente a las altas temperaturas que caían sobre la ciudad. Aún así, para el que decidiera reponer fuerzas fuera del recinto, 40 establecimientos se sumaban a la iniciativa de menú saludable recomendada por la Organización Mundial de la Salud.

IBEROAMÉRICA. Polémicas aparte, dentro del recinto se vivían unos días llenos de intensidad dedicados a algunos países de América del Sur, coincidiendo con la celebración del Día de Iberoamérica, que reunió a 16 jefes de Estado en la Exposición Universal, acompañados por los Reyes de España, la infanta Cristina, el presidente del Gobierno, Felipe González, y el gobernador general de Puerto Rico. Una escala en Sevilla con la que ponían fin a su viaje por España, en el que participaron en la Cumbre Iberoamericana celebrada en Madrid y en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona.

Precisamente, uno de los días nacionales que se celebraron durante esta semana fue el de Cuba. Todos esperaban la presencia de Fidel Castro en la muestra, pero nunca llegó. Los suyos decían que el comandante "es así de imprevisible", pero lo cierto es que al final optó por viajar a Santiago de Compostela y abandonar muy de mañana Sevilla, tras el cierre de la Cumbre Iberoamericana. Con todo, sus compatriotas seguían reclamándolo a grito vivo en el Palenque. Cuba vivía una muestra entre la política y el ritmo de sus sones que también se hicieron notar en el recinto durante esta jornada.

No fue el único país americano que celebró su día grande en la Expo en esta semana. El 24 de julio el recinto se dejaba conquistar por el recuerdo a Simón Bolívar, durante la conmemoración de la jornada en honor de Venezuela. Aunque la celebración quedó en tierra de nadie. El Palenque lleno de gorras, banderas y abanicos tricolores, eso sí. Pero la mente de los venezolanos estaba más en Caracas, donde el país atravesaba una de sus épocas más delicadas, y en Madrid, con la presencia de su presidente en la Cumbre Iberoamericana.

Uruguay y Colombia fueron los siguientes estados homenajeados en la muestra. Ritmos de tambores recibieron al presidente del país uruguayo, Luis Alberto La Calle, en su entrada a la Plaza de América. Apenas un centenar de personas lo acompañaron en esta celebración, entre ellos el actor Sancho Gracia, estrechamente vinculado en sus orígenes al país. Aunque la visita que más llamó la atención fue la del escritor Gabriel García Márquez, que firmó ejemplares de su último libro en la Expo, coincidiendo con el Día Nacional de Colombia. Su puesta en escena fue espectacular, mágica, con interpretación de ritmos y melodías del carnaval de la Barranquilla. Muchos rostros famosos acompañaron a la representación institucional, como el torero César Rincón o el cafetero Juan Valdés.

La nota exótica vino de la mano de Trinidad y Tobago. El Caribe regresó de nuevo al recinto para homenajear a estas dos islas situadas en el mar de las Antillas. No faltó la referencia a los carnavales, en torno a los cuales surge una auténtica cultura en el país, en la Plaza del Caribe. Llamó la atención poderosamente el espectáculo en el que se alzaron como protagonistas unos instrumentos muy peculiares, los steel bands, elaborados a partir de barriles de petróleo cortados con bordes afilados para que fueran utilizados como percutores.

INAUGURACIÓN. Con el ecuador de la Exposición Universal ya rebasado, todavía había lugar para inaugurar nuevos pabellones. El infortunio quiso que el de las Islas del Pacífico Sur fuera siniestrado por un incendio que lo arrasó completamente el Viernes Santo, apenas tres días antes de que se inaugurara el recinto. Catorce semanas después, y tras un intenso trabajo y demasiadas trabas burocráticas, el pabellón logró abrir sus puertas para vivir una muestra que para ellos sólo duró la mitad de lo previsto.

El Fénix del Pacífico, como lo denominaron sus responsables, resurgió de sus cenizas gracias a la colaboración de los pabellones de Australia y Nueva Zelanda, que mostraron su pronta solidaridad tras el accidente. Las cubiertas de paja, que provocaron el incendio, fueron sustituidas por otras de metal, aunque mantuvo su estructura de madera y cañas. Abría así sus puertas el último pabellón que se inauguró, cien días después de que lo hiciera la Expo.

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