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18 años esperando la muerte

Juan Meléndez fue condenado a la pena capital en EEUU siendo inocente.

el 25 nov 2009 / 22:08 h.

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Juan Meléndez.

17 años, ocho meses y un día es el tiempo que estuvo Juan Meléndez en el corredor de la muerte de Florida (EEUU) acusado de un delito que no cometió: matar a un hombre blanco y propietario de 12 escuelas de estética. Él era el "chivo expiatorio" perfecto: puertorriqueño, analfabeto y con pocos recursos económicos.

En 1984, con 33 años, fue condenado a la máxima pena sin que hubiese ninguna prueba que lo relacionara con el asesinato, pero las declaraciones de dos testigos dudosos fueron suficientes para que se firmara su sentencia de muerte. A partir de ese momento comenzó su "tortura mental". Siempre con el peso de la muerte sobre sus espalda, sin saber cuándo llegaría la hora de ser ejecutado en la silla eléctrica y con el sonido de su "chisporroteo" metido en la cabeza.Juan, de visita en Sevilla dentro de una gira por Europa para concienciar a los ciudadanos contra la pena de muerte, recuerda esos días de tormento con sumo dolor, sin dejar de pensar en los amigos que dejó en el corredor de la muerte y en los que ejecutaron. "Yo estoy seguro que, por lo menos, cinco de ellos eran inocentes", pero aclara que ante la duda nadie debe morir.

Su vida en prisión era un infierno, cada petición rechazada le acercaba más a la muerte, "sabiendo que eres inocente", rememora. A este desgaste psíquico, junto a las insoportables ejecuciones de algún compañero -"ese día se hacía un silencio sepulcral, nadie decía nada"-, se unían las penosas condiciones en las que vivía. Siempre estuvo solo en una celda de dos por tres metros, con ratas y cucarachas por todos lados, y cuando salía de su habitáculo era con los pies, la cintura y las manos encadenadas. Tal y como muestran las películas de Hollywood.

Una experiencia, que junto a la Comunidad de Sant'Egidio que le ayudó a revisar su caso y a la que debe que fuese puesto en libertad sin cargos, relata por todo el mundo para lograr que se suprima la máxima pena. Juan dice que fue "un milagro" el haber podido salir del corredor de la muerte, algo que se consiguió gracias a la lucha de 12 abogados y de la última juez que vio el caso, "que se lo tomó más en serio".

Este hombre, que al entrar en prisión perdió para siempre a su mujer y a sus tres hijas, relata que su madre, que vive en Puerto Rico, le sirvió de apoyo. "Montó un altar en su casa a la Virgen de Guadalupe y le rezaba cada día tres rosarios, para que llegara el milagro, porque yo era inocente, y lo consiguió, además estaba ahorrando dinero por si me ejecutaban poder repatriar mi cuerpo", remarca.

Su pesadilla acabó el 3 de enero de 2002. Salió a la calle con los 100 dólares que le dio el Gobierno de Florida, que se niega a disculparse o a admitir la injusticia que se cometió, a pesar de estar demostrado que estuvo enterrado en vida durante casi 18 años por un delito que no cometió. Ahora vive en Nuevo México, pero tiene graves problemas para encontrar un trabajo, porque, según explica, había estado totalmente aislado del mundo, "no había visto en mi vida cosas tan normales como un celular o un cajero automático".

Sus días en el corredor de la muerte de Florida fueron duros, pero aclara que allí hizo amigos, hombres, "no monstruos, como algunos vigilantes nos consideraban," que le enseñaron a leer, escribir y hablar inglés, un idioma que desconocía.

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