El Sevilla lleva en la Copa del Rey una trayectoria casi inmaculada: 6-1, 6-2, 4-0. No son los guarismos de un partido de tenis en Wimbledon o Roland Garros, son los parciales conseguidos por el equipo nervionense ante Espanyol, Mallorca y Zaragoza, a los que ha vapuleado de manera inmisericorde para plantarse por 18ª vez en su historia en la penúltima ronda del torneo del KO.
La sexta vez que el Sevilla llega en la última década a semifinales (dos finales, ambas ganadas), un hito que sólo podría igualar hoy el F C Barcelona si es capaz de hacer bueno el 2-2 con el que llega a la Rosaleda ante el Málaga.
La Copa puede ser sin duda la tabla de salvación de un Sevilla que en la Liga está completando una mediocre temporada, la plataforma desde la que tomar impulso para variar el signo de los acontecimientos, que estaban tomando un cariz que tiene hondamente preocupado al sevillismo.
No había más que ver la pobrísima entrada que registró el estadio ayer, pese a todo lo que estaba en juego, fruto de los horarios, los precios, el mal rollo de sectores de la grada y lo poco que transmitía el equipo. Nada que no arreglen tres o cuatro buenos resultados, los que está empezando a cosechar Unai Emery, al que bien pronto se le está notando la mano de entrenador. A dos partidos de pelear por otro título, casi nada.
El próximo 27 o 28F el Sánchez Pizjuán sí estará lleno a reventar, y es que la ocasión de jugar una final no se presenta todos los días, aunque el sevillismo, últimamente, está muy bien acostumbrado.