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A Carlos Rosado

Están comparando en estos días los efectos de la huelga del transporte con los prolegómenos de la guerra civil española. También con aquella huelga que desencadenó el golpe de Pinochet, cuando empezó a llover sobre Santiago.

el 15 sep 2009 / 06:28 h.

Están comparando en estos días los efectos de la huelga del transporte con los prolegómenos de la guerra civil española. También con aquella huelga que desencadenó el golpe de Pinochet, cuando empezó a llover sobre Santiago. No te extrañe, pues, que en esa diatriba haya quienes te quieran fusilar con palabras hirientes porque has paseado libre de aprisionamientos tu quehacer cinematográfico.

En mi vida, hace ya muchos años, como más de treinta, que tiré a la basura el tipex de la memoria y del arrepentimiento. Asumo cada paso de los que he dado a lo largo de mi existencia, la meramente personal, pero también la profesional, sin borrar ni un minuto.

Entre las oportunidades que me ha ofrecido la vida, he conocido a personas y personajes de manera directa. Desde la A de Arenas, con quien compartí muchos años, hasta la Z de Zarrias, a quien he tratado menos porque el camino de mi vida me llevó por su acera de enfrente. He charlado con el Escuredo preautonómico, con el Olivencia de la pre Expo; y con la andalucista Pilar González, mucho después de que me diera clases y José María de los Santos. Lo que ha sido una suerte. Y también te he conocido a ti en dos ocasiones: cuando secretariabas la UCD de la debacle del 82 y cuando quise seguir mi propia vida y te participé el secreto, comenzado ya este siglo. Por ninguno de estos que he citado voy a poner la mano en el fuego, pero por algunos puedo poner la mano en el corazón. Hoy me la llevo al pecho y te dedico un recuerdo de amistad. No podré parar las balas, pero utiliza mis dedos para tapar heridas.

Consultor de comunicación

isidro@cuberos.com

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