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A golpe de remo desde Écija hasta Sanlúcar

Unos 70 palistas tomaron ayer la salida de la edición 2009 de la Ruta Romana del Aceite, la carrera por etapas que en seis días cubre los 306 kilómetros entre Écija y Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) a través de los ríos Genil y Guadalquivir, emulando en piragua la travesía de las barcazas comerciales de la Colinia Augusta Firma Astigi, la Écija romana.

el 16 sep 2009 / 05:15 h.

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Unos 70 palistas tomaron ayer la salida de la edición 2009 de la Ruta Romana del Aceite, la carrera por etapas que en seis días cubre los 306 kilómetros entre Écija y Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) a través de los ríos Genil y Guadalquivir, emulando en piragua la travesía de las barcazas comerciales de la Colinia Augusta Firma Astigi, la Écija romana.

Menos de la mitad de los piragüistas que salieron ayer sobre las 9.00 horas hacia Palma del Río (Córdoba) terminará la prueba. La inmensa mayoría abandona antes de llegar a las playas de Sanlúcar, o se enrola en la prueba para recorrer los primeros kilómetros y tener una experiencia que contar en el futuro.

Ese nivel de abandonos da una idea de la dureza de la prueba. "Las circunstancias no permiten terminarla", dice a modo de explicación Francisco Méndez, secretario del Club de Piragüismo Los Papafrita, organizadores de la Ruta Romana del Aceite, que asegura que "es muy difícil reunir a los 60 o 70 piragüistas que se atreven a participar, porque sólo viene el que es aventurero".

Méndez recuerda que hace unos años se enroló en la prueba de Los Papafrita un alemán, "una mole que se retiró al tercer día y que sólo decía "nunca jamás, nunca jamás'". "La verdad es que no le hemos vuelto a ver", afirma.

Pese a la dureza de la prueba, o tal vez por ella, la Ruta Romana del Aceite se consolida como una de las más atractivas del calendario para los palistas andaluces. En la travesía en piragua por el Genil y el Guadalquivir no hay vencedores y vencidos, sino "mucho reto personal", como enfatiza el secretario del club Los Papafrita, que lleva seis años organizando la ruta e incluso ha llegado a hacerla en solitario.

Se trata del afán aventurero por hacer el mismo recorrido que los comerciantes de aceite de la Bética hacían en el siglo I de nuestra era, llevando las ánforas del preciado líquido hasta la desembocadura del Guadalquivir y de allí hasta Roma.

El testigo de cada una de las etapas es, de nuevo, un ánfora que Los Papafrita llevan consigo y que irán firmando alcaldes o concejales de Deportes de cada una de las localidades en las que irán fondeando: Palma del Río, Lora del Río, Brenes, Lebrija, Sevilla y Sanlúcar de Barrameda. "Es el pasaporte, el testigo que dice que hemos cubierto cada etapa", señala Méndez.

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