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A L.G.M., en quiebra, socio del Madrid

La obscena línea de crédito abierta por dos entidades bancarias para que el Real Madrid pueda fichar a los nuevos supergalácticos del mundo mundial, ha producido no poca indignación entre pequeños o medianos empresarios a los que como a L.G.M...

el 16 sep 2009 / 04:20 h.

La obscena línea de crédito abierta por dos entidades bancarias para que el Real Madrid pueda fichar a los nuevos supergalácticos del mundo mundial, ha producido no poca indignación entre pequeños o medianos empresarios a los que como a L.G.M. solo les ha faltado ponerse de rodillas con una pancarta a las puertas de su Banco para mendigar el préstamo que le niegan.

Con L.G.M. compartí en Madrid dos o tres cursos de colegio mayor y era uno de aquellos muchachos estudiosos y formales que después de licenciarse en Filosofía a finales de los sesenta y comprender que no iba a encontrar pronta salida laboral decidió montar una librería en pleno corazón del barrio de Chamberí. Su padre debió echarle una o las dos manos para que el negocio levantase la persiana y durante años ha sido mi librero de cabecera. Nos unía además la común afición por el Real Madrid.

Hace unos días, como tengo por costumbre, llamé para que me guardase un ejemplar del buen libro de Javier Cercas sobre el 23-F, y con sorpresa noté que nadie cogía el teléfono. Cuando conseguí localizarlo por el móvil me confirmó lo que ya me maliciaba: L.G.M. había cesado en el negocio que venía regentando desde hace cuarenta años por la simple razón de que el funcionamiento normal de su actividad comercial: pagos a noventa días, pólizas de crédito renovables y descuentos de papel ya no eran aceptados por su Banco de toda la vida. Los proveedores, las editoriales, aguantaban y con ellos no tenía problemas. Pero los bancos habían echado el cerrojo y L.G.M., después de haber arriesgado incluso su patrimonio familiar se vio obligado a ir a la suspensión de pagos que ahora se llama concurso de acreedores.

Hombre tranquilo, librero a la antigua, con una fiel clientela que le mantuvo abierto su comercio desde 1968, L.G.M. no tenía nada más que dos aficiones verdaderas: la lectura (estaba al día de todo lo que vendía) y sus dos abonos del Bernabéu, heredados de su padre y en cuyas localidades he asistido a muchos partidos a su lado. Bueno, también le gustaba con moderación el buen vino tinto que disfrutábamos en la taberna de Chamberí donde nos reuníamos desde tiempo inmemorial cada primer lunes de mes.

No he de añadir, después de lo escrito, que estoy viviendo la situación de L.G.M. como algo propio y que es el paradigma de la gran quiebra de los valores cívicos que hemos tenido durante años dentro de una cultura de relaciones tanto para el desarrollo profesional como para las normas no escritas del comercio, acaso esto último una de las instituciones más respetadas en España desde el fondo de los tiempos.

Pero este buen hombre, al que solo le ha quedado su pensión de la Seguridad Social y su casita de verano en Cercedilla, seguirá sacando el carné del Madrid porque, estudioso de los clásicos, sabe que la injusticia de que ha sido víctima no es culpa de los bancos, ni siquiera de la rampante crisis económica, ni del mismísimo Florentino, sino del abominable sistema global que hemos construido entre todos.

Periodista

gimenezaleman@gmail.com

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